En la Anábasis, Jenofonte relata su experiencia comandando el regreso a Grecia de “los diez mil” mercenarios griegos que había contratado Ciro el Joven para una guerra intestina del Imperio Persa.Con Ciro muerto en la batalla de Cunaxa, los Diez Mil frustrados mercenarios debían regresar atravesando el desierto sirio, Babilonia, las montañas de Asia Menor y Anatolia para volver a casa. Que un discípulo de Sócrates los haya conducido, es porque también ese intelectual, además de guerrero, era un mercenario. Pero en aquel tiempo, los guerreros rentados no estaban mal vistos. Al contrario, los acompañaba un halo de aventureros valientes, como sin dudas era el autor de obras entre filosóficas y políticas, como Los Memorables.
Sin embargo, en la mayor parte de la historia, los mercenarios representaron uno de los costados más oscuros de las guerras y de la condición humana. Mercenarios hubo siempre, pero pocas veces tuvieron el protagonismo que alcanzaron en la antigüedad. En las guerras medievales fueron protagónicos, por ejemplo, los condotieros, que eran los generales que comandaban ejércitos de mercenarios contratados por las repúblicas y principados de la península itálica.
Todas las guerras tuvieron combatientes que cobraban por ir a los campos de batalla. También las del siglo 20 y las ocurridas en las dos primeras décadas del siglo 21. Las “empresas de seguridad” que contrató la Casa Blanca para que actuaran en Irak, eran ejércitos privados.
Desde los condotieros medievales en adelante, el mercenarismo fue visto como lo que es: una actividad repugnante. Por eso hay que subrayar la oscura peculiaridad del protagonismo que asumió el Grupo Wagner en la guerra que desangra a Ucrania. Por primera vez en la historia, un ejército de mercenarios cobra protagonismo y se visibiliza, orgulloso, a nivel internacional, mientras le disputa abiertamente a los generales rusos el puesto de comando en la guerra contra los ucranianos.
El condotiero ruso Yevgueny Prighozin tiene más prensa y exposición pública que los generales del ejército que está peleando en el Donbas. Para colmo, cuando no aparece fanfarroneando con que es su ejército privado el que combate más duramente y el que avanza más en territorio enemigo, aparece acusando a los generales del ejército ruso de sabotear las ofensivas de Wagner y mezquinarle municiones para complicar su capacidad de combate.
Prigozhin y algunos comandantes de la fuerza mercenaria también despotrican contra la “burocracia militar” de Rusia. Sólo falta que la emprendan contra el mismísimo Vladimir Putin. El Grupo Wagner es la organización militar privada que está convirtiendo a Ucrania en un escenario para exhibirse a escala global, y el suyo es un exhibicionismo que muestra el peso que tiene Yevgueny Prigozhin en el Kremlin.
Hasta punto tal hay impudicia en este insólito vedetismo de una empresa de mercenarios, que su nombre mismo muestra la pulsión filo-nazi de sus jerarcas, desnudando la falacia de uno de los argumentos de Putin para justificar la invasión: “Ucrania está en manos de nazis y la invasión es para desnazificarla”.
Por cierto, Richard Wagner fue uno de los grandes exponentes del romanticismo en la música del siglo 19 y así lo atestiguan monumentales óperas como Tristán e Isolda. Pero también escribió ensayos, como “El judaísmo en la música”, que exhibían su antisemitismo, y otros que exudaban nacionalismo supremacista. Lo que su música despertaba en los ultranacionalistas, incluido el propio Hitler, es lo que Woody Allen describió desde la ironía diciendo: “cuando escucho a Wagner siento deseos de invadir Polonia”.
El creador de esta empresa militar privada, Dmitri Utkin, la bautizó con el nombre del compositor decimonónico alemán sin ocultar sus motivaciones ultraderechistas. Y el “cocinero de Putin”, como llaman al empresario gastronómico que se convirtió en accionista principal, CEO y vocero del Grupo Wagner, jamás se preocupó de hacer encajar la “filosofía” de su organización con la patraña de la “desnazificación”.
El mercenarismo ruso tiene tropas actuando en la República Centroafricana al servicio del régimen de Faustin-Archange Touadera, mientras despliega su brutalidad criminal en los conflictos de Mali, Libia y Mozambique, donde le cobra a sus contratantes con dinero contante y sonante o con concesiones para explotaciones mineras. Antes de iniciar la construcción de un imperio de minería y de influencia política en África, esta empresa privada militar apoyada por el Kremlin se visibilizó en la guerra civil de Siria, haciendo trabajos sucios para los militares rusos que fueron a salvar al régimen de Bashar al Asad.
Pero es, nada menos, que en la guerra que desangra a Ucrania donde el protagonismo del Grupo Wagner y de su CEO, iniciaron este impresentable vedetismo exhibiendo sus supuestos logros en el campo de batalla y acusando al ejército de sus derrotas. Los jefes de la empresa de mercenarios salen más que los generales rusos en los canales de televisión. Dan conferencias de prensa y conceden entrevistas individuales en las que denuestan al Ministerio de Defensa y el ejército de Rusia.
Nadie se muestra más que el dueño de Wagner en ese trágico escenario. Desde tal centralidad, le grita al mundo que la burocracia militar es una obstrucción y no un vehículo hacia la victoria rusa en Ucrania. Un extraño caso de ostentación de criminalidad y de poderío político, que está humillando al generalato, eclipsando el rol del ejército y mostrando una oscura gravitación sobre el Kremlin. ¿Por qué el mercenarismo alcanzó semejante nivel de protagonismo? ¿Qué revela sobre el poder en Rusia este vedetismo tan extraño como oscuro? ¿Es otro síntoma de envilecimiento y decadencia?
Hace un tiempo, la empresa militar privada que se incubó en la compañía Moran Security Group y empezó a tomar forma en la organización llamada Cuerpo Eslavo, inició un impúdico exhibicionismo de sus rasgos impresentables. El empresario gastronómico que tenía la concesión del catering del Kremlin, por lo tanto hacía los almuerzos y cenas de Putin, usó esa relación para extender su influencia en la cumbre del poder y multiplicar sus empresas, entre las que figuran los “soldados de fortuna” que tomaron la vanguardia en la ofensiva, lanzando sus tropas de asalto sobre las defensas de Bajmut.
Para expulsar a los ucranianos al lado oeste del río Dnieper, el Grupo Wagner está enviando oleadas de combatientes reclutados en las cárceles rusas. Son la carne de cañón con la que Yevgueny Prigozhin está cocinando su influencia sobre el autócrata que impera en Rusia con apetito imperial.
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