Friday 29 de March, 2024

MUNDO | 17-04-2023 09:22

Israel bajo una doble amenaza

Al ataque del enemigo externo, se suma el de Benjamín Netanyahu, poniendo a a la democracia en juego.

En su su novela "El Cementerio de Praga", Umberto Eco esboza elípticamente algo que abordó de manera explícita en su ensayo Construir al Enemigo: es necesario tener siempre a mano un enemigo y, si no existe, hay que inventarlo, porque resulta imprescindible para cargar sobre él culpas propias y para zafar de situaciones apremiantes.

En "Construir al Enemigo", el filósofo y novelista italiano sostuvo que la desaparición del “imperio del mal” que describió Ronald Reagan en 1983, generó un desconcierto que desdibujó la identidad norteamericana, hasta que Osama Bin Laden “tendió su mano misericordiosa y le proporcionó a Bush la ocasión de crear un enemigo”.

Tener un enemigo sirve para convertirlo en chivo expiatorio, también para desviar la atención de situaciones graves y para que la sociedad cierre filas en torno a un liderazgo cuestionado. Por esa razón es que ciertas “oportunas” irrupciones de enemigos despiertan sospechas. Para alguien que está perdiendo una partida, es bienvenido el vendaval que hace volar el tablero con las fichas.

Fotogaleria Manifestantes participan en las manifestaciones contra el proyecto de reforma judicial del gobierno en Tel Aviv, Israel

Eso sospechan muchos israelíes desde que un auto arrolló peatones en la rambla de Tel Aviv y francotiradores mataron dos mujeres judías en Cisjordania, mientras llovían cohetes lanzados desde Gaza, el sur del Líbano y Siria. Sucede que todo eso ocurrió a renglón seguido de una violenta redada policial en la mezquita de Al Aqsa cuando estaba abarrotada de fieles por las celebraciones del Ramadán.

Cualquiera en Oriente Medio sabe cuál es la consecuencia de una acción como esa. También lo sabe Benjamín Netanyahu. Por eso la sospecha de que pateó el panal, porque lo que sobrevendría equivale al vendaval que barre el tablero en el que lo estaban poniendo en jaque las masivas protestas contra la reforma judicial que impulsa. En un país que nació con la existencia amenazada por sus vecinos, cuando el enemigo externo ataca, las diferencias internas desaparecen porque la nación y su dirigencia cierran filas. Por eso cabe sospechar que, con el país dividido, Netanyahu provocó la irrupción del enemigo exterior que obliga a cerrar filas tras su cuestionado gobierno.

Israel está frente a su grieta. La descubre oscura y abismal. Netanyahu puso en pausa la ofensiva contra el poder judicial, pero no parece dispuesto a enterrar la reforma con la que pretende conjurar los procesos por corrupción que lo acorralan, al precio de permitir a sus socios fundamentalistas reemplazar las leyes seculares por una suerte de sharía hebrea.

A largo plazo, la demografía amenaza el futuro de la democracia israelí, porque las comunidades ortodoxas tienen tasas de natalidad superiores al resto de la sociedad. Ese crecimiento se ha reflejado en la radicalización de los partidos religiosos. Y esa radicalización acrecienta un riesgo del que los israelíes siempre se sintieron inmunes: la guerra civil.

Fotogaleria Las fuerzas de seguridad israelíes utilizan cañones de agua para dispersar a los manifestantes durante las manifestaciones que tienen lugar en Tel Aviv

No es nuevo que haya partidos religiosos en las coaliciones de gobierno. Mafdal, que representaba al sionismo religioso, y Agudat Yisrael, que agrupaba al judaísmo ortodoxo, integraron el llamado Alineamiento, la coalición de izquierda  que encabezaba Mapai, la fuerza política de la que surgió el Partido Laborista.
Esos partidos religiosos tenían posiciones moderadas y en 1977 cruzaron a la otra vereda, sumándose al primer gobierno del Likud, que encabezó Menahem Beguin y contó con el apoyo de Shlomtzion, el partido que había creado Ariel Sharon.

También el Shas, que es el partido de los sefaradíes “observantes de la Torah”, había integrado gobiernos de la izquierda y de la derecha. La diferencia entre aquellas fuerzas y los actuales miembros de la coalición gobernante, Sionismo Religioso-Poder Judío y Judaísmo Unido de la Torah, es que estos socios de Netanyahu tienen posiciones extremistas que van desde el fundamentalismo hasta el supremacismo judío. Ergo, están dispuestos a enterrar definitivamente la “solución de los dos Estados” para convertir la totalidad de Cisjordania en la antigua Judea y Samaria, y a reemplazar el código civil y demás leyes laicas por una jurisprudencia inspirada totalmente en el Talmud y otros textos sagrados.

Que los partidos religiosos ya no sean un equivalente israelí de las democracias cristianas de Europa y Latinoamérica, pone en riesgo el sistema con que nació el estado de Israel: la democracia liberal, inspirada en el Estado de Derecho occidental. Como una porción todavía mayoritaria de la población (pero con la mayor tasa de abstención electoral) no está dispuesta a perder la democracia secular, las calles de Tel Aviv, Jerusalén, Beersheva y otras ciudades se inundaron de manifestantes dispuestos a impedir que un déspota convierta el Estado en su guarida.

Fotogaleria Un manifestante israelí con una máscara de gas gesticula durante una protesta contra el controvertido proyecto de reforma judicial del gobierno en Tel Aviv

Israel no tiene una constitución sino un conjunto de leyes fundacionales que son interpretadas por los jueces supremos. Esto convierte a la Corte en la instancia de contención y control al poder político. Desde que Netanyahu inició una era de gobiernos radicalizados hacia el conservadurismo, esa instancia funcionó porque la mayoría de sus miembros adhieren al secularismo liberal-demócrata. Pero el gobierno ha decidido derribar ese muro.

Para el primer ministro, el objetivo es destruir los procesos que avanzan contra él. Y para los partidos fundamentalistas que integran el gobierno, el objetivo es reemplazar las leyes seculares por una jurisprudencia de inspiración religiosa, con la que Israel dejaría de parecerse a las democracias occidentales.
En defensa de la democracia, salieron cientos de miles de israelíes a protestar. También la defienden los partidos seculares, prestigiosas agrupaciones militares y la Histadrut, que es el sindicato más grande del país.

Netanyahu impuso al Likud un proceso similar al que impuso Trump en el Partido Republicano: la radicalización hacia un conservadurismo extremo, personalista y enemigo del modelo demo-liberal. La pregunta es si la fuerte resistencia democrática logrará conjurar definitivamente ese proyecto autoritario. El asesinato de Yitzhak Rabin por el fundamentalista Yigal Amir, en 1995, demostró que Israel no es inmune a la violencia política entre ciudadanos, por lo tanto no es inmune a la guerra civil.

Es posible que la sombra inquietante del caos haga regresar el Likud a la centroderecha y revierta el proceso que lleva décadas reduciendo a la insignificancia al Partido Laborista, el Meeretz y las demás fuerzas del centroizquierda. Pero, de momento, lo que hace Netanyahu para salvarse a sí mismo es invocar la acción del enemigo, por la razón que Umberto Eco explicó en un ensayo y que abordó elípticamente en la novela "El Cementerio de Praga". 

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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