Los jerarcas del chavismo residual acribillaron de aborrecimientos a Gabriel Boric. En los pasillos del poder en Managua y La Habana andan rumiando maldiciones y desprecios contra el presidente chileno. Y si un dirigente es aborrecido por liderazgos de la izquierda autoritaria, es porque no pertenece a esa especie ideológica.
Se le pueden cuestionar dichos y hechos, pero está claro que Boric no intenta imponer un modelo populista ni expresa identificación con los regímenes autoritarios de izquierda. Por el contrario, desde un primer momento dejó en claro sus diferencias con esos liderazgos y denunció las violaciones a los derechos humanos que cometen de manera sistemática.
Las posiciones expresadas por Gabriel Boric y los repudios que está recibiendo de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, además de los insultos que mascullan la nomenclatura cubana y el matrimonio que se adueñó de Nicaragua, confirman que Chile tiene un presidente de centro, aunque haya conservadores que lo estén describiendo como si estuviera intentando lo mismo que intentó Salvador Allende: convertir a Chile en un país socialista.
En ese país y en la región, quienes describen a Sebastián Piñera como un derechista ultraconservador, ven la realidad desde una lente ideologizada de izquierda dura, o directamente autoritaria. Del mismo modo, quienes en Chile y en la región describen a Boric como un “marxista” o un “populista”, no están mostrando ser de centroderecha, sino de un conservadurismo duro, la derecha que está en los genes.
Se podrá estar de acuerdo o no, pero las medidas que impulsa el presidente chileno apuntan a abrir vías de redistribución y ensanchar accesos a la salud de calidad y a la educación universitaria del mejor nivel, pero cuidando el marco macroeconómico del capitalismo.
Así como el verdadero centroizquierdista es el que ve en Sebastián Piñera lo que es: un moderado, un centrista o centroderechista; la verdadera centroderecha es la que ve en Boric, no un marxista ni un populista, sino un socialdemócrata o centroizquierdista.
La misma apreciación podría caberle a Gustavo Petro. El presidente colombiano tiene un pasado guerrillero, pero eso no implica que impulse un plan revolucionario. De hecho, el Movimiento 19 de Abril (M-19), la insurgencia que integró durante la década del 80, no profesaba el marxismo-leninismo. Fue un extraño caso de guerrilla con banderas socialdemócratas, que defendió el ideario de Gustavo Rojas Pinilla. Si bien aquel general encabezó una dictadura de cuatro años tras derrocar a Laureano Gómez, impulsó un modelo desarrollista y luego ingresó al sistema de partidos.
El M-19 nació en rechazo al fraude que le robó la elección de 1970 para entregarle el poder a Misael Pastrana.
“Rechazar la democracia liberal lleva a la dictadura”, dijo Gustavo Petro para dejar en claro que no está en la vereda del chavismo, el orteguismo y el castrismo.
Ni la dirigencia kirchnerista ni Evo Morales defenderían el concepto “democracia liberal” usando esas dos palabras satanizadas por los populismos de izquierda y derecha. Petro lo usó. Y dijo que quienes atacan la democracia liberal van hacia la dictadura. Una apreciación que, indirectamente, califica de dictatoriales a los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, abarcando además a los liderazgos que, por izquierda y por derecha, repulsan al sistema demo-liberal y buscan reemplazarlo.
El presidente colombiano está intentando normalizar las relaciones con Caracas y no quiere choques con Managua ni con La Habana, pero plantear que, fuera de la democracia liberal, lo que hay es dictadura, implica un aporte importante a la reconstrucción del centrismo, tan atacado desde los populismos autoritarios.
La importancia para la economía venezolana que tiene el restablecimiento de relaciones con Colombia explica por qué Maduro y Cabello no acribillaron a Petro de insultos, como hicieron con Boric. Los jerarcas chavistas se atragantaron con lo que habrían querido decirle por haber defendido la democracia liberal tratándolos, indirecta e implícitamente, de dictadores. Fueron días en que los populismos autoritarios de izquierda recibieron duros cuestionamientos de figuras populares que alguna vez se identificaron con la izquierda.
La muerte de Pablo Milanés hizo que diarios, radios y canales de televisión reprodujeran su visión sobre el régimen cubano, mostrando las denuncias que hizo ese cofundador de la Nueva Trova contra lo que considera una dictadura que le quitó a los cubanos la libertad y los hundió en un mar de carencias y frustraciones.
Aunque de joven había sufrido el confinamiento en uno de los campos de trabajos forzados creados por Fidel Castro para encerrar disidentes, Milanés se convirtió en un defensor del régimen en los inicios de su carrera musical. Pero al comenzar la década del 90 giró hacia la disidencia, denunció los crímenes y el “fracaso” del régimen, y terminó yéndose de Cuba.
A las elites auto-consideradas progresistas que en Europa y Latinoamérica defienden hasta hoy al castrismo que todavía impera en Cuba, Pablo Milanés les dijo a través de muchos micrófonos que se pongan de una vez por todas “de parte del pueblo cubano”, que no tiene “libertad” ni “comida”. Y eso volvió a escucharse por muchos medios de comunicación debido a su fallecimiento.
La misma posición expresó Joaquín Sabina, cantautor español que durante décadas había elogiado al castrismo. Como si hubiera hecho caso al reclamo de Pablo Milanés contra las progresías que alaban a dictaduras calamitosas o callan ante sus crímenes y fracasos, el autor de “Quien me ha robado el mes de abril” abjuró públicamente de aquellos elogios a ruinosos regímenes autoritarios y totalitarios.
En la lista de grandes compositores y cantantes que salieron al cruce del autoritarismo está Joan Manuel Serrat cuestionando a Hebe de Bonafini haber defendido a la ETA, criminal brazo armado del separatismo vasco.
También Alejandro Sanz cuestionó el autoritarismo de izquierda, al atreverse a criticar el chavismo cuando Chávez aún vivía e imperaba en Venezuela.
En la segunda mitad del siglo 20 pululaban los juglares que denunciaban el autoritarismo conservador. Cumplieron un rol fundamental en un tiempo plagado de dictaduras derechistas. Ahora, los cantautores que están alzando la voz contra el autoritarismo denuncian a regímenes de izquierda, cuyos crímenes y calamidades callan los dirigentes, intelectuales y artistas que se definen progresistas. Y se lo creen.
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