Monday 22 de December, 2025

MUNDO | Hoy 08:54

La sombra del antisemitismo

El retorcido odio al judaísmo y la banalización que Netanyahu hace de él para censurar denuncias y cuestionamientos.

El antisemitismo es una abyección con raíces en los remotos tiempos en que pueblos paganos del imperio romano y reinos politeístas del Oriente Medio y Asia Central odiaban a los israelitas por temor y desprecio al monoteísmo que profesaban. Y el cristianismo católico lo recicló en la Europa medieval a través de la demonización de los judíos como “deicidas”, asesinos de Dios, por la crucifixión de Cristo.

El último reciclado de ese instinto repugnante ocurrió también en Europa, cuando en la segunda mitad del siglo 19 Wilhelm Marr, un ultranacionalista alemán que practicaba el “etenismo”, un neopaganismo con raíces en el Norsk Sed (tradición nórdica) y otras  creencias de antiguos pueblos germánicos, consideró al judaísmo como una “raza”, generando un demencial “antisemitismo” racial que medio siglo más tarde el nazismo insufló hasta la industrialización del asesinato en los campos de exterminio.

El odio a los judíos mostró en Australia con una masacre su instinto criminal y, como consecuencia inesperada, quedó expuesta la irresponsabilidad de líderes israelíes que banalizan el antisemitismo usándolo para acallar la crítica y para justificar todo lo que hagan.

El blanco del atentado fueron los miles de miembros de la comunidad judía australiana que celebraban Janucá, la festividad que conmemora la purificación del segundo templo de Jerusalén y la victoria de los macabeos sobre los seléucidas, provocando una masacre que evidenció la cobardía y crueldad que fermenta en esa forma lunática de racismo que es el odio a los judíos.

La celebración atacada en una playa de Sidney tiene la connotación histórica que implica la victoria de combatientes judíos organizados como guerrillas contra el imperio helénico que sometía a Judea, y la connotación religiosa que da el relato de que, tras vencer a la potencia griega que los dominaba, un líder macabeo encendió en el templo un candelabro de ocho brazos con aceite para arder durante un día y que, sin embargo, ardió durante ocho días, o sea tantas jornadas como brazos tiene el candelabro hebreo.

En Australia hace décadas se perciben síntomas de antisemitismo y la masacre del Bondi Beach parece la señal más brutal de esa patología social y cultural. El Estado no ha encarado la cuestión antisemita como debió encararla ni avanzó sobre un necesario control del acceso a las armas. Pero eso no alcanza para sostener la acusación que el gobierno de Israel planteó contra el gobierno de Australia apenas horas después de producido el atentado.

Es posible que detrás de la masacre perpetrada en Sidney esté ISIS, la organización terrorista que mostró su resurgir en el noreste de Siria atacando a tropas norteamericanas y causándole tres muertes.

Al menos existen elementos para sospechar que los terroristas actuaron influenciados por sus mensajes de adoctrinamiento.

Los terroristas que dispararon sobre la multitud en una playa de la principal ciudad australiana, habían realizado un viaje a Filipinas, donde habrían mantenido contactos con organizaciones como Abú Sayyaf, un grupo ultraislamista que surgió hace décadas con objetivos independentistas en Mindanao, Jolo y Basilán, tres islas con población musulmana en el sur del archipiélago, pero en los últimos años se asoció al Estado Islámico, la organización sanguinaria que se incubó dentro de Al Qaeda en Irak. 

Sin embargo, obviando la complejidad de la trama aún oculta de la masacre, antes de que los cuerpos acribillados se hubieran enfriado el primer ministro Benjamín Netanyahu y su ministro de Seguridad, Itamar Ben Gvir, responsabilizaban al gobierno australiano.

¿Cómo argumentaron semejante acusación? Afirmando que fue la decisión de reconocer al Estado palestino que tomó el primer ministro laborista Anthony Albanese, con el respaldo del parlamento australiano, lo que actuó como una luz verde para los ataques contra blancos judíos.

¿Tiene lógica tal afirmación? En absoluto. Las estadísticas muestran que el antisemitismo que lleva tiempo incubándose en ciertos pliegues oscuros de la sociedad australiana, triplicó las agresiones, actos vandálicos y demás formas de violencia anti-judía durante los dos años que duró la guerra en la Franja de Gaza.

Resulta obvio que la masacre desatada por dos lobos solitarios del terrorismo ultra-islámico, como los tantos que provocaron masacres en Europa, Estados Unidos y otros rincones del mundo en las últimas décadas, sin tener como blanco específico a los judíos sino a las sociedades y culturas donde fueron perpetradas, no tienen que ver con el reconocimiento del Estado palestino.

Precisamente, la otra estadística que desmiente la acusación contra el gobierno australiano es la de los países que han reconocido al Estado palestino. Son más de 150, o sea que más del 80 por ciento de los países del mundo han reconocido al Estado palestino, aunque aún no exista. Los últimos fueron Gran Bretaña, Canadá, Francia, México y Australia, país que dio ese paso hace menos de tres meses. Y a esa altura, ya se habían multiplicado por tres el vandalismo antisemita en su territorio.

Las estadísticas muestran que, tanto el crecimiento exponencial de la violencia antisemita en Australia como la ola internacional de reconocimientos al Estado palestino, fueron causados por los niveles de destrucción y de muertes civiles, que incluyen decenas de miles de niños, ocurridos durante la guerra en Gaza.

Netanyahu y Ben Gvir acusan al gobierno australiano de sucesos que podrían relacionarse, aunque no justificarse, con el accionar que ambos impulsan en los territorios palestinos.

También podría adjudicárseles la banalización el antisemitismo, esa abyección que el actual gobierno de Israel y algunas organizaciones judías que actúan como sus lobbies en el mundo, convirtieron en arma para atacar a quienes cuestionan que intente sepultar la Solución de los Dos Estados.

Banalizar el antisemitismo usándolo para silenciar denuncias y cuestionamientos, es quizá el peor crimen contra el judaísmo que puede cometer un judío.

Saramago llamó “rentistas del holocausto” a dirigentes israelíes que actuaban de ese modo. Y es probable que, si hoy viviera, llamaría a Netanyahu y sus ministros “rentistas” del pogromo perpetrado por Hamas aquel siete de octubre sangriento.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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