Friday 26 de April, 2024

MUNDO | 11-12-2022 00:44

Los oscuros señalamientos del Papa Francisco

Denunció atroces crímenes del ejército ruso en Ucrania, pero atribuyó los actos más crueles a los batallones de soldados buriatos y chechenos.

Los buriatos son un pueblo antiguo de los confines de Siberia que habitan las costas del lago Baikal desde los tiempos del Gengis Khan. Exploradores eslavos llegaron a sus tierras en el siglo XVI buscando pieles y oro, y en las dos siguientes centurias el Imperio Ruso se adueñó de esos territorios fronterizos con Mongolia.

Los buriatos son racialmente mongoles y profesan el budismo tibetano. Buriatia quizás sea el lugar fuera del Tíbet donde hay más templos de esa rama del budismo. Pero gran parte del mundo se enteró de la existencia de los buriatos  leyendo las declaraciones del Papa, donde los describe como autores de los crímenes más “crueles” que está cometiendo el ejército ruso en Ucrania.

Fue sólo una frase, pero lapidaria. Francisco también señaló a los chechenos como causantes de las peores atrocidades en el país invadido. A diferencia de la siberiana Buriatia, que tiene el tamaño de Alemania, Chechenia es una pequeñísima república de la Federación Rusa situada en el corazón del Cáucaso. Sus habitantes son musulmanes y mundialmente conocidos desde que vencieron al ejército ruso en la primera guerra separatista de los años noventa. A continuación invadieron Daguestán, desatando un segundo conflicto en el que fueron aplastados por los bombardeos de saturación que ordenó Vladimir Putin.

La historia guerrera de ese pueblo turcomano que desciende de los tártaros, tiene páginas gloriosas como la feroz resistencia que en el siglo XIX ofreció el Imanato del Cáucaso a la expansión del Imperio Ruso. Pero también tiene páginas oscuras, como las que escribieron con sangre los grupos terroristas comandados por Shamil Basayev.

La pregunta es, por qué el Papa dijo públicamente que esas etnias están perpetrando los más crueles crímenes del ejército invasor en Ucrania. Estaba cuestionando la agresión injustificada que ordenó el presidente ruso. No había necesidad de que el jefe de la iglesia católica señalara de manera estigmatizante a una etnia budista y una etnia musulmana.

Buiratos y chechenos son parte del ejército ruso, que es la fuerza invasora. No está claro lo que hacen los buriatos, pero está claro que el líder checheno Ramzan Kadyrov, sicario de Putin en el pequeño país donde lleva años persiguiendo, encarcelando, torturando y asesinando a los partidarios de independizarse de Moscú, ha enviado a Ucrania una legión de brutales combatientes dispuestos a hacer las tareas sucias del ejército ruso. También el grupo de mercenarios Wagner aporta desenfreno criminal a las fuerzas invasoras, reclutando delincuentes en las cárceles y en las repúblicas centroasiáticas.

Pero diferenciar etnias al señalar grados de criminalidad implica estigmatizar pueblos si se lo hace desde un liderazgo de visibilidad mundial, como el de un jefe de la iglesia. Por eso fue un estropicio el último pronunciamiento del Papa en una entrevista.

El señalamiento cargado de estigmatización recordó la fama de brutales carniceros que tuvieron los gurkhas en el ejército británico. Los guerreros de aquel pueblo originario de Rayastán y fundador de Nepal, eran invencibles degollando enemigos con el kukri, tradicional cuchillo curvo de origen nepalí que los combatientes gurkhas usan con letal destreza.

Los ideólogos del panturanismo estigmatizaron a los kurdos como mercenarios que masacraron con salvajismo a los armenios obligados por el estado turco a atravesar a pie el desierto de Alepo.

La mención a dos etnias que hizo Bergoglio, tratando de establecer grados de crueldad en las tropas invasoras, merodea esos bordes oscuros. Esto no implica que los demás líderes religiosos estén actuando como lo requiere la circunstancia. La mayoría mantiene un silencio tan o más grave que los balbuceos del Papa.

También son muchos los líderes políticos que callan ante atrocidades que debieran denunciar. Algunos callan los crímenes sauditas en Yemen, otros justifican y hasta colaboran con la invasión rusa que ya mató cientos de niños entre los miles de ucranianos asesinados en sus ciudades y aldeas. Casi todos los gobiernos del mundo dejaron de reclamar a los gobiernos de Israel que reinicie el diálogo para que nazca un Estado palestino y nadie alza la vos contra los bombardeos de Erdogán sobre los kurdos de Irak y Siria. El responsable de la invasión es Putin y quien comete crímenes y crueldades contra el pueblo invadido es el ejército de Rusia.

El jefe de la iglesia no puede desconocer el peso del estigma sobre una población. Aun en el caso de que sea fidedigna la información que dice tener Francisco sobre la “crueldad de los chechenos y lo buriatos” con sus víctimas ucranianas, resulta inadmisible distinguir entre los rusos eslavos y cristianos ortodoxos, supuestamente más magnánimos, y los “crueles” soldados que tienen otras razas y religiones. Es un señalamiento con poder de estigmatización.

Entonces, ¿por qué dijo lo que dijo? Quizá porque aún no encuentra la forma de pararse frente al conflicto. Como si algo le impidiera pronunciarse con entera libertad sobre esta guerra.

Su primer pronunciamiento parecía redactado en el Kremlin. Afirmar que “los perros de la OTAN estaban ladrando en las fronteras” de Rusia, sonó a justificación de la invasión. En definitiva, es el argumento geopolítico de Vladimir Putin. Sólo le faltó decir que “los nazis gobiernan Ucrania y ejecutan un genocidio en Donbass”.

Después empezaron los pronunciamientos sin nombrar a Putin ni cuestionar el respaldo de Kirill, el patriarca ortodoxo, a la guerra expansionista que está destruyendo a Ucrania. A esa altura el grueso de los países señalaba al presidente ruso como autor de una agresión injustificada por la que mueren miles de ucranianos y crece el hambre en el mundo.

Ahora, con lluvias de misiles destruyendo edificios y la infraestructura de producción y distribución de energía, miles de voces denuncian lo que está a la vista: como sus desmotivadas tropas pierden batallas frente a las motivadas tropas ucranianas, Putin busca matar de frío a los habitantes del país invadido para obligarlos a rendirse.

El Papa se sumó a ese coro internacional y evocó el “Holodomor”, genocidio ejecutado por Stalin en Ucrania durante la década del 30. Aunque demoró, el pontífice ha empezado a llamar las cosas por su nombre, contrastando con el silencio de tantos líderes religiosos.

Lo que no debió decir son las palabras “buriatos” y “chechenos”, oscuro error surgido, quizá, del intento de contrariar lo menos posible a Putin y a los rusos eslavos y cristianos.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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