Friday 29 de March, 2024

MUNDO | 30-04-2023 00:58

Sudán: una contienda de malos contra malos

Dos bandos luchan por el poder en Sudán, que podría quedar en manos de los paramilitares que masacraron aldeas en Darfur.

Malos contra malos es la regla. Que los malvados estén en una trinchera y los buenos en la de enfrente, es la excepción. Lo que normalmente ocurre es que un bando expresa el mal menor. Aunque muchas veces la razón en el combate está abrumadoramente más de un lado que del otro, como sería el caso de la guerra entre la invadida Ucrania y la invasora Rusia, así como las de muchas insurgencias que luchan contra abyectas dictaduras.

El problema es cuando la abyección se reparte por igual en las trincheras enfrentadas. Ese es el caso de Sudán, donde es difícil establecer cuál es el malo y cuál el peor. Como señal inequívoca de la decadencia política en el mundo entero, el fenómeno de este tiempo es el protagonismo que cobran los ejércitos mercenarios y las organizaciones paramilitares, que a menudo, como ocurre en Sudán, constituyen también formas de mercenarismo.

Siempre han existido los que combaten por dinero. Lo novedoso es que ahora se exhiben públicamente y compiten, a la vista del mundo entero, por porciones de poder como si contasen con legitimidad para hacerlo, cuando sólo cuentan con armas y codicia sanguinaria. Es el caso de FAR (Fuerzas de Apoyo Rápido), milicia sudanesa que cobró montañas de dinero y obtuvo el derecho a explotar minas de oro por haber diezmado tribus bantúes. Y ahora convirtió a la capital sudanesa, Jartum, en el campo de batalla donde le disputa el poder al ejército que tercerizaba los crímenes ordenados por el dictador Omar al Bashir.

El primer caso de vedetismo aberrante de empresas bélicas es el Grupo Wagner, cuyo CEO, el empresario ruso Yevgueny Progozhin, tiene más presencia en los medios de Rusia y del mundo que los generales del ejército del gigante euroasiático. Empezó criticando las estrategias de los generales rusos, luego acusó al Ministerio de Defensa de obstruir el avance de sus combatientes al dejarlos desprovistos de municiones, y ahora propone de manera pública al presidente Vladimir Putin que ponga fin a la guerra porque el Grupo Wagner y el ejército ruso ya no pueden lograr avances y deben preservar lo conquistado.

Resulta insólito que el empresario gastronómico que pasó de proveer viandas al Kremlin a proveer mercenarios a las guerras, lograra ser rostro y voz de la invasión a Ucrania, donde atribuye los mayores logros a su empresa, el Grupo Wagner. Pero no es el único caso de visibilidad de fuerzas cuya sola existencia resulta aberrante. El mundo está viendo en Sudán una versión africana del Grupo Wagner.

Mientras el empresario ruso del paramilitarismo ocupa el centro del escenario bélico en Ucrania y pulsa con los generales rusos por la conducción del conflicto, la poderosa milicia Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) se lanza a combatir contra las Fuerzas Armadas de Sudán. Jartum es el principal escenario de esta guerra entre militares y paramilitares, que desde la caída de Al Bashir estaban asociados en el régimen que gobierna Sudán. La organización paramilitar FAR procura quedarse con la totalidad del poder que hasta ahora compartía con los militares del país africano.

Mohamed Hamad Dagalo (popularmente conocido como Hemedti) es “el Prigozhin” sudanés. Pero mientras el empresario ruso mantiene su disputa con el generalato en términos puramente verbales, Hemedti inició una guerra abierta atacando los cuarteles, el aeropuerto y la sede gubernamental en Jartum.
Su empresa paramilitar se originó en las sanguinarias milicias beduinas con las que la dictadura de Al Bashir combatió a los rebeldes de Darfur y Kordofán, regiones del centro y del suroeste sudanés donde las poblaciones de etnias bantúes y creencias cristianas y animistas, fueron diezmadas por los milicianos árabes autodenominados Janjawees.

Como pago por la limpieza étnica, el Al Bashir concedió a Hemedti el control de zonas de explotación minera (oro) y la conversión de las milicias que aniquilaron, quemaron aldeas y violaron mujeres y niñas en Darfur, en un brazo no institucionalizado del ejército.

Las masivas protestas del 2019 provocaron que el general Abdelfattah Al Buhran, brutal represor que le había dado a los Janjawees las armas para sus acciones de aniquilamiento en Darfur, se uniera con Hemedti para traicionar al dictador que los había empoderado. Ambos derrocaron a Al Bashir y conformaron un gobierno cívico-militar. Pero la parte civil no tardó en reclamar el avance de la transición hacia un gobierno exclusivamente de civiles. Se produjo entonces un golpe interno que expulsó a los civiles del gobierno. A la cabeza de ese poder compartido por militares y paramilitares quedó el general Al-Burhan, con Hemedti como número dos.

o que detonó la actual guerra de facciones, fueron algunas señales de que el presidente de facto se disponía a traicionar a FAR y sacarla del régimen. Eso hizo que el general Hemedti lanzara sus paramilitares contra las Fuerzas Armadas para quedarse con todo el poder. Mohamed Hemed Dagalo, alias Hemedti, el campesino beduino que criaba y vendía camellos en Darfur hasta que formó su ejército privado para amasar fortunas masacrando a las tribus no árabes de esa región, intenta ahora convertirse en el jefe de Estado del inmenso país africano. Los poderes que combaten entre sí tienen aliados en Egipto, Libia, Somalia, Chad y otros países africanos. También tienen injerencia Rusia, que lleva años negociando instalar una base en la costa sudanesa del Mar Rojo; Irán, desde sus negocios con la dictadura de Al Bashir, y varios países de la Península Arábiga.

El ejército del general Al Burhan no es muy poderoso, por eso debió financiar paramilitarismo para controlar Darfur y Kordofán, además de no haber podido aplastar el secesionismo de Yuba y evitar la secesión del sur. De todos modos, Al Burhan tiene una abrumadora superioridad  aérea. FAR no tienen aviones pero heredó de los janjaweed su movilidad veloz en tierra. El Grupo Wagner se hizo fuerte combatiendo en Siria, contratada por Putin para apoyar al ejército ruso que acudió a defender el régimen de Bashar Al Assad. Luego tomó contratos para combatir en países del Magreb y finalmente entró en la guerra de Ucrania.

Siguiendo los pasos de la empresa de mercenarios rusos, el ejército privado que comanda Hemedti tomó contratos para combatir en Libia y para apoyar a las fuerzas sauditas en el conflicto de Yemen. Por haber nacido de milicianos beduinos, FAR es ágil combatiendo en llanuras desérticas. Y si se impone en esta guerra de “malos contra malos” y se convierte en la única dueña del poder en Sudán, sería como si el Grupo Wagner se adueñara de gobierno de Rusia.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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