Saturday 14 de December, 2024

MUNDO | 29-05-2022 00:04

Vargas Llosa a contramano de los valores que defiende

Eligió a Bolsonaro sobre Lula, por considerarlo el mal menor. Antes había apoyado a Keiko Fujimori antes que a Pedro Castillo.

La honestidad intelectual de Mario Vargas Llosa es tan grande como su talento literario; sus pronunciamientos políticos están libres de especulación; opina desde un compromiso con la historia y con lo humano. Pero no siempre el talento y la honestidad garantizan el acierto en un posicionamiento. Haber dicho que, puesto a elegir entre Lula y Jair Bolsonaro, elige a Bolsonaro, parece una desmesura a contramano de los valores que defiende con pasión.

Vargas Llosa deja en claro que lo considera un payaso y que lo elige  sólo como mal menor. Pero… ¿es posible ver en Bolsonaro al mal menor si la otra opción es Lula?

Desde los valores que defiende, considerar al presidente brasileño como “mal menor” ante el ex mandatario, parece absurdo. Una desmesura quizá producida por el aire tóxico de ciertos microclimas político-ideológicos.

Vargas Llosa siempre tuvo una mirada tan lúcida y honesta de la historia, que su adhesión al liberalismo y la centroderecha no lo atenuaron al denunciar, en monumentales novelas, a dictaduras conservadoras y a desastrosas políticas norteamericanas en la región.

Lula, Bolsonaro y Castillo.

La Fiesta del chivo” retrata a un tirano conservador de crueldad ilimitada: el dominicano Rafael Trujillo. En “Tiempos recios” muestra la dimensión del criminal estropicio cometido por Estados Unidos al propiciar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala, desquiciando Centroamérica y El Caribe. Y en “El sueño del celta” describe los genocidios perpetrados en el Congo y en Perú por el codicioso rey Leopoldo de Bélgica, y la injusticia cometida por el Reino Unido con Roger Casement, el diplomático irlandés que denunció esa explotación inmisericorde.

Grandes libros que denunciaron crímenes cometidos por gobernantes y Estados de la vereda que defiende la propiedad privada y el libre mercado como el autor. Sin embargo, preferir a Jair Bolsonaro por considerar que Lula es una amenaza mayor parece un despropósito.

Es difícil pensar que un negacionista del cambio climático que también negó la gravedad de la pandemia y saboteó la vacunación diciendo que la vacuna puede ser más peligrosa que el virus, sea el mal menor frente a Lula.

Bolsonaro se maneja con teorías conspirativas desopilantes y peligrosas, lucubradas por el fallecido Olavo de Carvalho. Admira a Trump sin cuestionarle siquiera el violento asalto golpista al Capitolio con que intentó destruir el proceso electoral que lo sacó de la Casa Blanca.

Bolsonaro no destruyó la democracia brasileña porque no pudo. Públicamente exhortó a los militares a cerrar el Congreso y el Poder Judicial. Propuso abiertamente un régimen cívico-militar. ¿Cómo puede ser el “mal menor” para una democracia liberal alguien que la aborrece y actúa en consecuencia?

Lula, Bolsonaro y Castillo.

Las instituciones salvaron la democracia de las embestidas que le lanzó el presidente. Cuando el fuego devoraba la Amazonia obstruyó desde su cargo todas las iniciativas que buscaban acotar el daño ambiental. Defendió públicamente la deforestación de esos bosques imprescindibles. También obstruyó la lucha contra los crímenes y limpiezas étnicas cometidas por garimpeiros, esos buscadores ilegales de piedras preciosas que masacran indígenas cuando estorban su actividad predadora.

En la recta final hacia la última elección en Perú, Vargas Llosa apoyó  a Keiko Fujimori por considerar que la otra opción resultaba más peligrosa. Podía equivocarse, pero con un argumento lógico. Si bien la líder de Fuerza Popular nunca criticó el autoritarismo criminal del régimen de su padre, la alternativa era el partido marxista liderado por un ex gobernador corrupto y dirigentes sospechados de apoyar a Sendero Luminoso.

Pedro Castillo ya mostraba incapacidad. Fue candidato de Perú Libre porque a su líder, Vladimir Cerrón, lo invalidaba una condena por corrupción como gobernador del Departamento de Junín. Se puede disentir con el apoyo a Keiko, pero esa opción tiene lógica. En cambio, optar por Bolsonaro cuando la opción es Lula, no parece razonable.

El autor de “La ciudad y los perros” justificó su posicionamiento diciendo que Lula estuvo preso “por ladrón”, sin mencionar que la Justicia brasileña calificó de irregular el procesamiento y declaró nula la condena.

El sólo hecho de que Sergio Moro haya recibido de Bolsonaro una suculenta porción de poder descalifica al juez de Curitiba y exhibe la deshonestidad del político ultraconservador que llegó al Palacio del Planalto gracias a esos fallos oscuros.

Lula, Bolsonaro y Castillo.

Al revés del “escribidor”, Fernando Henrique Cardoso, valorado  estadista liberal, optó por Lula. Y Geraldo Alckmin, respetado ex gobernante centroderechista del estado de San Pablo, no sólo eligió a Lula sino que se comprometió en la lucha por evitar un nuevo mandato del presidente ultraderechista, asumiendo la candidatura a vicepresidente del líder del PT.

Difícilmente Lula sea peor opción. Bolsonaro fue legislador durante casi tres décadas pero no obtuvo notoriedad por su labor legislativa, sino por su incontinencia barbárica.

Exaltaba la figura de Brilhante Ustra, máximo exponente de la tortura en Brasil. Hizo apología del asesinato, reivindicó el golpe contra Joao Goulart, insultó cruelmente a los homosexuales, tuvo pronunciamientos racistas y promovió actos violentos. A eso sumó el sabotaje a las políticas anti-pandemia de estados y municipios, además de echar dos ministros de Salud por querer aplicar medidas sanitarias, designando a un militar en el ministerio más crucial en un escenario de pandemia.

Desde ningún valor liberal se puede considerar a Lula una opción peor que un presidente extremista que dejó de cometer estropicios recién cuando figuras del gobierno, entre ellas el ministro de Hacienda Paulo Guedes y el vicepresidente Hamilton Mourao, acordaron mecanismos para contenerlo.

Lula siembra dudas cuando merodea el discurso de Putin responsabilizando a la OTAN por la guerra en Ucrania, pero Bolsonaro ha proclamado su admiración al líder ruso.

A Lula se le puede cuestionar alineamiento acrítico con Hugo Chávez y con líderes filo-chavistas, además de aceptar la falacia que equipara su caso con otros que nada tienen de lawfare. También incumplir la promesa de poner fin a los esquemas corruptos que lubrican la política brasileña desde antes que él llegara al poder. Pero más grave es que, entre las sospechas que pesan sobre Bolsonaro, figure la de tener vínculos con los asesinos de la concejala izquierdista Marielle Franco.

Se puede no estar de acuerdo con Lula, pero sus gobiernos tuvieron grandes resultados económicos y sociales, sin actuar con sectarismo ni perseguir y estigmatizar a los opositores y críticos.

Jair Bolsonaro, por el contrario, siempre ha ostentado un sectarismo violento con grotesca teatralidad.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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