Friday 19 de April, 2024

OPINIóN | 02-09-2017 00:57

Vaticano en alerta: Francisco en la mira del terrorismo

Un brazo asiático del ISIS dice que atacará al sumo pontífice. Quiénes son y por qué le declaran la guerra a la iglesia.

De inmediato apareció la imagen que desde hace años ronda los temores de Occidente: jihadistas se detonan en la multitud aglomerada en la Plaza de San Pedro.

Es lo que el supremacismo sunita hizo tantas veces para masacrar chiitas, cuando peregrinan en masa celebrando el muharrán, evocación del martirio de Hussein, o cuando rezan en sus mezquitas. Por eso el temor a una masacre en el Vaticano recorrió el mundo, cuando un brazo asiático de ISIS anunció que, “inshallá” (si dios quiere), llegarán “pronto a Roma”.

¿Quiénes son esos milicianos que se filmaron amenazando a Francisco mientras rompían una foto de Benedicto XVI y profanaban una iglesia?

Integran el Frente Maute, un brazo filipino de ISIS que actúa en la isla de Mindanao y se escindió en el 2014 del Frente Islámico de Liberación Mora, a su vez escindido en 1984 del Frente Nacional de Liberación Mora, que también provenía de escisiones de la primera guerrilla musulmana de Filipinas: el Frente Moro de Liberación Nacional.

El Frente Maute lleva como nombre el apellido de los hermanos Abdulá y Omar Maute, que decidieron asociarse a ISIS igual que, en Jolo, otra de las islas sureñas, ya lo había hecho la sanguinaria milicia Abbú Sayyef.

Las filas de estas organizaciones militarizadas comenzaron a crecer con los combatientes que regresan de Medio Oriente, donde lucharon para “el califato” del Estado Islámico que ahora está en retroceso. Con esos refuerzos, se atrevieron a lanzar una ofensiva en la provincia de Lanao, donde está Marawi, la ciudad en cuya catedral los jihadistas se filmaron destruyendo cruces y acribillando los santos del altar con ráfagas de Kalashnikov.

En el mismo video está el mensaje que amenaza al Vaticano y al jefe de los católicos.

Jihadismo filipino. La amenaza contra el Papa tiene que ver con su procedencia: Filipinas. En general, el jihadismo global está en guerra contra Occidente; no contra el catolicismo. ISIS, Al Qaeda y las organizaciones salafistas que adhieren a uno u otro de estos entes del terrorismo ultra-islamista, aborrecen la democracia, la libertad, la igualdad de género y el multiculturalismo. Ergo, su guerra es contra el espíritu liberal de las potencias de Occidente.

En todo caso, las iglesias protestantes expresan más los rasgos detestados por el terrorismo global que la iglesia católica. Igual que los cristianismos ortodoxos, el catolicismo tiene una matriz medieval que se expresa en una eterna nostalgia por la Edad Media, cuando la iglesia era el Estado y, como en la sharía, todo pecado era considerado delito y castigado por el clero.

Los cristianismos católico y ortodoxo no expresan lo que más aborrece el ultraislamismo. En Rusia odian a la iglesia ortodoxa porque es la religión que acompañó la lucha de los cosacos contra los tártaros, sometiendo a un imperio cristiano los canatos de la antigua Tartaria.

En España, a la guerra que puso fin al Estado musulmán que comenzó en el siglo VIII, la impulsaron los reyes católicos, que eran más fundamentalistas que los musulmanes y judíos a los que sometieron con la cruz, la espada y la inquisición.

Si bien el término es anterior y se origina en alusión a los mauritanos, “moro” es como la España cristiana llamaba a los bereberes y árabes de todo el noroeste africano. Y como Filipinas fue colonizada por españoles (su nombre hace alusión al rey Felipe II), allí los musulmanes se identifican con la palabra moro. Por eso la guerrilla que inició la lucha independentista del sur musulmán del país, se llamó Frente Moro de Liberación Nacional y todos sus derivados usaron esa palabra, hasta que ISIS hizo pie con Abbu Sayyef y con los hermanos Maute.

Los musulmanes son mayoría en el sur de ese archipiélago de más de siete mil cien islas. Históricamente, aspiraban a unirse a Malasia y otros territorios musulmanes del Pacífico, para no ser gobernados por los católicos del norte de Filipinas que rigen desde Manila.

El cambio se produjo con la afiliación de Abú Sayyef y otros grupos al jihadismo global. Desde entonces, la guerra de los moros no es solamente contra el gobierno central filipino. Ergo, la capital de los católicos contra los que luchan no está sólo en Manila: también en Roma.

Vaticano en guerra. Salvo en España, por los ocho siglos de dominación musulmana, y en Filipinas, por el separatismo musulmán en Mindanao, Jolo y otras islas del sur, el odio del jihadismo global no focaliza en el catolicismo. Hubo episodios que ocasionalmente pusieron a la iglesia en la mira del ultraislamismo sunita. Por caso el discurso académico que Benedicto XVI dio en setiembre del 2006 en Regensburg (o Ratisbona). En la universidad en la que había sido profesor el joven teólogo Joseph Ratzinger, el entonces Papa citó al emperador bizantino Manuel II Paleólogo en una dura crítica a Mahoma, que las entidades fundamentalistas y muchos gobiernos musulmanes consideraron una afrenta al Islam. La consecuencia fue una lluvia de amenazas al Vaticano y ataques a iglesias que dejaron destrucción y muertes.

Pero el catolicismo no está entre las prioridades naturales del jihadismo global. Además, las condenas de Francisco siempre aluden al terrorismo de manera general. Lo condena como forma de violencia, sin focalizarse en la abyección, la cobardía y la crueldad con que cometen masacres. No parece haber repudios explícitos del Papa a las vertientes coránicas más intolerantes y oscurantistas, como el salafismo. Si el Vaticano y su máxima autoridad están en la mira, es por una cuestión propagandística. En rigor, todos los líderes y gobernantes europeos están en la mira del jihadismo global. Lo que no logran, es atravesar la barrera de guardaespaldas y agentes de inteligencia que los protegen.

El terrorismo global no es tan poderoso como pareciera mostrar su criminalidad. Golpea blancos inermes; masacra gente indefensa; ataca donde puede, como puede y cuando puede. Es por eso que el Vaticano está siendo calibrado como blanco.

Seguramente, en las multitudes que se aglomeran en la plaza circular y dentro de la basílica de San Pedro, hay cientos (o miles) de agentes que se mezclan con la gente para controlarla de cerca. Desde que el extremista turco Alí Agca logró infiltrarse entre los fieles y balear a Juan Pablo II, el Estado italiano dedica una multitud de agentes a proteger ese punto tan significativo del Roma y tan clave para el turismo. El terrorismo global lo sabe. Aunque también sabe que lograr que un jihadista atraviese los controles y se inmole causando una masacre en el Vaticano, sería un acto propagandístico de gran impacto mundial.

por Claudio Fantini

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