El sábado 24, mientras los argentinos entristecíamos con las bochornosas y repudiables imágenes de los desmanes en los alrededores del estadio de River, en un humilde hogar de la localidad bonaerense de Caseros se respiraba desahogo. La noticia de muerte de José Arce le devolvió la esperanza a la familia materna de dos chicos, Nahuén y Gerónimo. ¿Ahora sí los chicos podrán ir a vivir con ellos? Ya que hasta ahora, por un inexplicable y absurdo fallo judicial basado en la “patria potestad”, tuvieron que vivir bajo el mismo techo que el hombre que mandó a asesinar a su madre, Roxana Galliano.
Sí, aunque suene ilógico, la Justicia que condenó a perpetua al padre y a la abuela de Nahuén y Gerónimo por encontrarlos autores intelectuales del asesinato de la madre de los chicos, es la misma que luego los obligó a vivir con Arce. ¿Qué pasa por la cabeza de un juez que ordena a dos menores convivir con el asesino de su mamá? ¿Justicia absurda? ¿Ridícula? ¿Comprada? Por más vueltas que se le dé, ninguna persona con un dedo de frente podría encontrarle una explicación. Simplemente, porque eso no es “justicia”.
El calvario de Nahuén y Gerónimo comenzó el 16 de marzo del 2008. Esa noche, cerca de las 22 horas, según reveló el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Campana -ratificado por la Tribunal de Casación Penal bonaerense en julio de 2014 y la Suprema Corte de Justicia provincial en marzo del 2015- Roxana Galliano, madre de los chicos, recibió un llamado de Arce. Ambos ya no vivían juntos. Habían iniciado el trámite de divorcio.
Ella estaba en su casa del barrio el Remanso, de Exaltación dela Cruz, cuando sonó su celular. Como no tenía señal, salió a la puerta sin imaginar que la esperaba la muerte. Cuatro de seis disparos de una pistola 11.25 terminaron con la vida de la joven, que en ese momento tenía 26 años. Sicarios contratados. Asesinos a sueldo que terminaron absueltos en octubre del 2013, luego de que el fiscal de Campana, inexplicablemente, desistiera de acusarlos. Ese día, la vida de los menores se convirtió en una pesadilla. Y ellos, en víctimas de una pelea que la familia de su madre perdió ante una Justicia injusta.
Los chicos quedaron bajo la tutela de su abuela, quién en ese momento también estaba sospechada como autora intelectual del crimen, pero que por su avanzada edad estaba con prisión domiciliaria. Eso y la enfermedad de la mujer fueron la excusa perfecta para que a Arce le otorguen la domiciliaria en 2011. La que mantuvo luego gracias a la enfermedad que tenía cuando su condena fue ratificada por la Corte.
En 2015, por disposición de Arce, Nahuén y Gerónimo dejaron de ver a sus abuelos y tíos. El régimen de visitas dispuesto por la Justicia había sido violado. La familia materna de los chicos recurrió a la Justicia. Nadie hizo nada hasta que, en 2016, el juez Carlos Ruiz dictaminó la revinculación y posteriormente la tutela de los menores a favor del hermano de Rosana Galiano, Oscar. Pero todo siguió igual.
La familia de Rosana llegó incluso a pedir ser recibidos por el actual ministro de Justicia bonaerense. “Arce hace lo que quiere, nadie lo molesta. Ni la justicia, ni la gente del gobierno. Hace seis meses que pido nos reciba el ministro de Justicia Germán Garavano. Cuando decimos 'Ni una menos', también tenemos que hacernos cargo de lo que está pasando con los chicos, que se quedan con los femicidas y nadie los protege", afirmó Oscar Galliano en su momento. Sin embargo, nada cambió.
Hoy, con Arce muerto, la familia de Rosana Galliano vuelve a tener la esperanza de que Nahuén y Gerónimo, de una vez por todas, puedan tener una vida normal. ¿Estará la Justicia a la altura de la circunstancias? ¿Cuántos casos más de hijos bajo la tutela de padres femicidas habrá que no conocemos? ¿Cuántas familias más como la de Rosana estarán luchando por recuperar a menores? ¿Cuándo comenzará la Justicia a hacerse cargo de los desastres que hacen, en vez de acusar a la prensa de “afectar su imagen”? Muchas preguntas cuyas respuestas ya no pueden esperar más, porque en esa demora se va la vida de muchas víctimas, en su mayoría chicos a los que jueces ineptos les roban la infancia y los trauma por el resto de sus vidas.
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