Hace rato que el Gobierno necesitaba festejar un gol. El acuerdo por la deuda anunciado esta semana, después de muchas dilaciones, por primera vez le da algo de aire a un Alberto Fernández que venía perdiendo terreno en las encuestas de imagen gracias a la cuarentena interminable y al protagonismo cada vez mayor de su socia y vicepresidenta. El gol se gritó con fuerza, es cierto, pero también lo es que ahora el partido sigue y que el resultado final sigue pareciendo una incógnita. Porque, después de los festejos y de la reacción expectante de los mercados, la que volverá a escena es Cristina Kirchner con su propia agenda, léase la reforma judicial. El acuerdo por la deuda tapó esa realidad por unos días, pero no la mató. Y así como la buena noticia de esta semana mereció aplausos, la embestida de CFK contra la Corte Suprema y el fuero federal antes de eso ya había generado (y volverá a hacerlo) ruidos de cacerolas y bocinas.
Las encuestas son elocuentes. Hay una mayoría social integrada por la clase media –la que sobrevive con cierta dignidad y también la que se pauperizó en estos últimos años y, sobre todo, meses– que rechaza de plano todo lo que huela a kirchnerismo, y que sale a las calles aun en pleno aislamiento para expresarse. Esa clase media, enfurecida con cuestiones como la reforma de la Justicia, el intento de expropiación de una empresa como Vicentin o la salida de presos por la cuarentena, en parte castigó a Mauricio Macri en las últimas elecciones y le dio un voto de confianza a Alberto Fernández por una sencilla razón: el candidato del Frente de Todos le prometía a esa clientela política un perfil más moderado y digerible que el de CFK. Alberto no era Cristina, según el mensaje subliminal que él mismo se encargaba de esparcir incluso hasta los primeros tiempos del aislamiento, cuando llegó a gozar de más de 60 puntos de aprobación, casi el doble que la vicepresidenta.
¿Se trató de un malentendido? ¿El Presidente real es este que hoy impulsa la reforma judicial en tándem con CFK, o es aquel que hace apenas un mes se las arregló para desinflar otra idea del cristinismo duro, la de expropiar Vicentin? ¿O es ambos a la vez?
El acuerdo por la deuda sin duda le da un mayor margen de acción. Queda por ver si sabe aprovecharlo. O si deja que otros decidan por él.
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