Fue hace una década donde con este título dejamos planteada la “buena nueva” que la Iglesia Católica Apostólica Romana anunciaba a la humanidad toda. Leer sus escritos nos darán la huella profunda que no ha modificado sus visiones ni convicciones. Acordemos o no con ellas, ya estaban en sus documentos episcopales, en su mensaje anual a los obispos, sus homilías a los laicos y en toda manifestación de su pensamiento en sus largos años de trayectoria. Lo que cambió no fue Bergoglio, sino su impacto como Francisco.
Como argentinos aún frustrados esperando su visita a su tierra natal, quedamos atrapados por la visión corta y coyuntural de la baja política doméstica ante un hombre que infalible e imperfecto como él mismo se asume como “pecador” dando cuenta de su vulnerable humanidad, se elevó a la dimensión global con un mensaje universal que se aleja de la corta y sesgada visión polarizante de nuestra cotidianidad local. Francisco supera toda grieta en la que se quiera hundir a Bergoglio. Así como Bergoglio supo decir aquí en nuestro país, el desafío es el de “ponerse la Patria al hombro” y así también lo hizo Francisco en su Pontificado “ponerse el Vaticano al hombro”, un vía crucis que aún con obstáculos avanza sólido y firme.
Bergoglio, quien sigue habitando en Francisco, nos enseña con su Evangelio que: “El Tiempo es superior al Espacio, que la Unidad prevalece sobre el Conflicto, que la Realidad es más importante que la Idea y que el Todo es superior a las Partes. Cuatro principios, como los cuatro evangelios canónicos que celebran un mensaje salvífico de sentido hermenéutico para nuestros días. Por un lado su magisterio, Francisco como maestro. Fiel a su tradición Jesuita fue un maestro de la comunicación en gestos que encarnaban las virtudes que predicaba.
Una segunda dimensión es la de Francisco como Líder. Un “pastor con olor a ovejas” proponiendo una revolución por evolución en el liderazgo de la Iglesia Católica. Somos testigos de una década de este tipo de liderazgo, cercano a la base de los fieles e implacable con el uso de un poder signado por “el poder para servir”.
La tercera dimensión de este Evangelio según Francisco es su visión como estadista. Francisco es el jefe de estado del Vaticano. Y es aquí donde se pone a prueba la contundencia de cómo no solo visionar un mensaje evangelico con proyección universal, y cómo liderarlo sino como transformarlo en una política de Estado. Para nosotros, también hay un mensaje a descifrar para interpretar la influencia que tendrá para las próximas generaciones este evangelio según Francisco, el argentino que sin dudas será el de mayor trascendencia para la humanidad toda tanto como maestro, líder y estadista.
* Rabino. Presidente de la Unión Mundial del Judaísmo Progresista.
por Sergio Bergman *
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