"Segundas partes nunca fueron buenas”, es un popular dicho que no aplica al gobierno del Frente de Todos (FDT): parece muy difícil que la segunda mitad sea peor que la primera. Sin embargo, han pasado más de diez días de las elecciones legislativas y el riesgo país no para de subir: la credibilidad de Alberto Fernández es prácticamente nula, dentro y fuera de Argentina, y continúa una dinámica autodestructiva que, si no se detiene a tiempo, puede derivar en una crisis de gobernabilidad. El único que puede cambiar esta encerrona trágica es el propio Presidente.
Hay dos dudas clave: ¿querrá y se animará a hacerlo? Pero hay una certeza vital: si quiere, podría al menos intentarlo con muchas posibilidades de éxito. ¿Cómo? Primero y principal, usar con inteligencia y determinación los enormes recursos institucionales, simbólicos y materiales que le brinda la institución presidencial. Esto de ninguna manera significa pretender actuar como un híper presidente. Por el contrario, se trata de navegar con sutileza las turbulentas aguas que se avecinan pensando en aprovechar al máximo los veinticuatro meses que restan de mandato para sentar las bases de un proyecto transformacional, modernizador, igualitario y audaz: terminar con la inflación y comenzar a construir los fundamentos de un sistema económico estable, dinámico y que revierta el ciclo de decadencia en el que estamos encastrados.
Segundo, ampliar mucho más la base de sustentación de su coalición. La “Plaza del sí” del pasado 17 de ninguna manera es suficiente para brindarle a un líder tan erosionado la influencia y la energía necesarias. Sobre todo, si el silencio de Cristina Kirchner se prolonga y eso abre más espacio y oportunidades de avanzar en iniciativas que cuenten con un consenso más amplio y diverso de actores económicos, políticos y sociales. Alberto Fernández necesita nuevos qué, cómo y quiénes: con un gabinete más plural, federal, y sobre todo de mayor jerarquía estaría en condiciones no sólo de implementar un programa de estabilización integral sino de focalizar en otra demanda fundamental de la sociedad: la inseguridad.
Tercero, es esencial evitar nuevos errores no forzados, lo que requierconcentración, sentido común y mucha más coordinación. Poniendo énfasis en dos ejes fundamentales, inflación e inseguridad, que constituyen las preocupaciones más importantes para más de dos tercios de la sociedad, y con profesionales idóneos y creíbles en ambas áreas, el Presidente esquivaría buena parte de los desatinos que tanto daño le hicieron a su reputación.
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