Thursday 5 de December, 2024

OPINIóN | 28-04-2020 12:02

¿Irá China con el Covid-19 al banquillo de acusados Nuremberg 4.0?

Hay cancha libre en gran parte de la opinión pública occidental en un clima anti China. Pero una golondrina no hace verano.

“La entrada de China en la Organización Mundial de Comercio, permitió el mayor robo de empleos en la historia”, sentenció Trump en un acto de campaña en 2016. Ello fue parte de una seguidilla de 13 menciones negativas con relación al imperio oriental en ascenso. “Manipulación de monedas, robo de propiedad intelectual, actividad ilegales”, entre otras. Así empezó una larga batalla cuyo último capítulo, llega hoy hasta el coronavirus. “Es un virus chino”, firmado con su propio puño y letra. En tal sentido, esta guerra santa, retórica al menos, no sufrió los vaivenes habituales del Tuitero en Jefe de los Estados Unidos. Sin ir más lejos que el Covid-19, su opinión alternó desde “una pequeña gripe”, hasta “un enemigo invisible” que lo convirtió en “presidente de guerra”.

En cierta medida, el balanceo del magnate acompañó al movimiento de la opinión pública norteamericana. Mientras que sólo un 34% consideraba al coronavirus como una gran amenaza en marzo, en el lapso de un mes, esa cifra saltó a 71% según Ipsos. Casi 40 puntos en 30 días. No obstante, con el posicionamiento de Trump acerca de China, no ocurrió lo mismo. En simultáneo a su diatriba de campaña en aquella planta de Pensilvania que visité en 2016, la percepción local acerca del gigante asiático, estaba repartida. 53% negativa versus 43% positiva, de acuerdo a Gallup. En tal sentido, su postura política tenía en aquel momento, curiosamente, más anclaje en las encuestas europeas que en las norteamericanas. En particular, en Alemania, España, Francia, Italia y Suecia, la visión negativa sobre China pisaba el 60%, según Pew Research Center.

En este plano, la crisis mundial actual que disparó el coronavirus, tuvo importantes consecuencias. Hoy, más que nunca, la apreciación internacional sobre el país origen del virus, está alineada en toda la región del Atlántico Norte. Aquel leve sesgo negativo inicial en Estados Unidos, se convirtió en un nítido 70/30, que sintoniza perfecto con el posicionamiento negativo original de Trump, mientras que al tradicional coro de voces desfavorables proveniente de Europa occidental, se suman algunas voces periféricas donde la imagen de China, se deterioró notablemente. Australia, India y Sudáfrica, más algunos países donde la gran potencia asiática, siempre gozó de poca simpatía. Corea del Sur y Japón. En resumen, hay cancha libre en gran parte de la opinión pública occidental, para sentar a China en el banquillo de un Nuremberg 4.0.

Sin embargo, una golondrina no hace verano. La puerta al juicio más emblemático de la historia contemporánea, no la abrió una encuesta, sino la derrota militar alemana a manos de un grupo de países aliados, cuyas terminales más visibles fueron las principales potencias militares de la época, Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Aquí, aún demostrándose que el coronavirus fue desarrollado en un laboratorio chino y diseminado con el objetivo de dañar a su gran rival mundial, restaría igualmente la relación de fuerzas necesaria, para forzar a los jerarcas chinos a ocupar las sillas que, en su época, utilizaron Göring y Dönitz, entre otros. Inclusive, si existiese la fuerza, ni siquiera sería necesario el motivo. Las armas químicas a las que hizo referencia George W Bush para la invasión de Irak, fueron tan reales como un billete de dólar amarillo.

En este sentido, tampoco la opinión pública norteamericana hoy avala esta teoría, ni aún en el propio segmento de votantes republicanos de la rama más conservadora, según datos de Pew Research Center. Pero, en todo caso, ello sería un detalle insignificante, en comparación a la decisión circunstancial de un conflicto con China a gran escala. Es decir, no queda ninguna duda que la cuestión central a dilucidar, es si existe decisión política de Trump en tal sentido, cual sería el formato y, en última instancia, si habría cancha disponible para jugar esta gran remake del choque entre Estados Unidos y la Unión Soviética, resuelto en Berlín en 1989. En primer término, Trump no tiene medios a su alcance, para encarar un gran conflicto militar. Aún con un gasto en esa área que triplica al chino, sigue prevaleciendo el mundo de la disuasión nuclear de posguerra.

Tal escenario, no deja lugar más que para formatos bélicos asimétricos, tipo Torres Gemelas 2001, o guerras híbridas del estilo Rusia versus Ucrania 2014. En ese terreno, Estados Unidos no sólo no tiene cancha para explotar vulnerabilidades económicas o tecnológicas chinas, sino que, por el contrario, ya está perdiendo esa carrera por goleada, sea en términos de registración de nuevas patentes o tecnologías móviles como el 5G. En el ámbito económico, ese panorama es aún peor. La crisis del coronavirus no hizo más que desnudar, una vez más, el lado B de una gran potencia con pies financieros de barro, que no para de endeudarse con China, para terminar consumiendo productos Made in China, fabricados por corporaciones chinas socias de sus pares norteamericanas que, a su vez, auspician a los principales políticos norteamericanos.

Lo mismo vale para el financiamiento de muchos de los grandes centros académicos de Estados Unidos. En resumen, el círculo vicioso que describe JD Vance, uno de los más lúcidos intérpretes del clima cultural subyacente al ascenso del trumpismo, en una reciente columna en American Mind. En la medida que Trump no logre romper ese nudo con inteligencia, este gran tropezón del Covid-19, no hará más que dañar la reputación de China por un tiempo, pero no la sacará de la competencia por el liderazgo mundial de ninguna manera. En lo inmediato, está claro que el magnate no podrá cumplir su promesa de recuperación de los empleos manufactureros, dirigida a los estados decisivos del medio oeste que recorrí en 2016. Lo que está por verse, es si toma ahora una decisión en serio respecto de China. Tiene necesidad electoral de hacerlo.

 (*) Daniel Montoya, Analista Político y Consultor Estratégico

@DanielMontoya_

por Daniel Montoya

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