La Argentina no es la única democracia en que la reputación de la clase política está en el piso. Se trata de un fenómeno universal que se debe a lo difícil -algunos dirían lo imposible- que es respetar los intereses de la mayoría en sociedades que tiene forzosamente que adaptarse a cambios tecnológicos que siempre privilegian a los capaces de aprovecharlos y perjudican a muchos otros. No sólo a los políticos del montón sino también a los que se enorgullecen de sus conocimientos científicos les cuesta comprender lo que está ocurriendo. La alarma ocasionada por el espectro de la Inteligencia Artificial es un síntoma del desconcierto que sienten. Aunque muchos temen que la IA elimine una multitud de empleos bien remunerados, como ya ha hecho la automatización con los de quienes trabajaban en fábricas, con escasas excepciones dan por descontado que sería inútil tratar de mantenerla a raya.
En América del Norte y Europa, los partidos políticos más golpeados por los avances tecnológicos han sido aquellos que se formaron cuando variantes del socialismo democrático creaban Estados benefactores que funcionaban muy bien. En los años últimos, el Partido demócrata en Estados Unidos, el Laborista en el Reino Unido - el que, luego de un año en el poder, corre peligro de desintegrarse-, el Partido Socialdemócrata alemán y muchos otros se han visto abandonados por la clase obrera que antes les había sido fiel. A los conservadores tradicionales no les ha ido mucho mejor. Lo mismo que el Pro de Mauricio Macri, son considerados demasiado tibios para los tiempos que corren o, lo que les es igualmente hiriente, como colaboracionistas de una izquierda tecnocrática de instintos elitistas.
Una consecuencia de la crisis existencial que están sufriendo los viejos partidos “moderados” ha sido la irrupción de personajes extravagantes como Donald Trump y Javier Milei que juran saber exactamente lo que hay que hacer para que la política se ponga nuevamente al servicio del hombre común. Si bien las recetas que ofrecen parecen nuevas, se basan en la nostalgia, en la noción de que hay que regresar medio siglo o más, hasta antes de que sus sociedades respectivas optaran por el rumbo que las llevaría al lugar en que actualmente se encuentran. Así y todo, el que la fórmula improvisada por Milei parezca ser radicalmente distinta de todas las ensayadas últimamente le ha permitido erigirse en una estrella mundial de la llamada “ultraderecha” que está liderando la rebelión contra un statu quo que a juicio de muchas personas es insostenible.
Como no pudo ser de otra manera, los múltiples fracasos ajenos han incidido mucho en la política argentina. Hace apenas un par de décadas, era razonable suponer que valdría la pena procurar aprender de la experiencia ajena para replicar aquí, con algunas modificaciones, un “modelo” presuntamente exitoso en otra parte del mundo. Con todo, si bien con cierta frecuencia aún pueden oírse alusiones admirativas al “modelo escandinavo”, a esta altura no motiva mucho entusiasmo lo que está sucediendo en Suecia, donde la ciudadanía está pagando un precio muy elevado por los errores cometidos por gobiernos centroizquierdistas convencidos de que las diferencias culturales carecían de importancia. Mal que a muchos políticos locales les pese, ya no les es del todo fácil encontrar en el exterior “modelos” socioeconómicos que podrían ayudarlos.
Dice el refrán que en el reino de los ciegos el tuerto es rey. Aunque la visión o, si se prefiere, cosmovisión de Milei es llamativamente limitada, a ojos de muchos sigue siendo el único político que parece saber lo que habrá que hacer para mejorar el estado del país, lo que le brinda una ventaja que no está dispuesto a desaprovechar. Al acercarse elecciones clave, confía en que la confusión imperante en las filas opositoras hunda a los contrarios a su proyecto, además de asegurar que, hasta nuevo aviso, sus aliados ideológicos del Pro, la UCR y algunos fragmentos peronistas se sometan dócilmente al látigo impiadoso de la hermana Karina.
¿Y después de las elecciones en que, de estar en lo cierto las encuestas, la Libertad Avanza verá aumentar su representación parlamentaria? Según los optimistas, Milei se tranquilizará porque sería de su interés ampliar el movimiento que encabeza, razón por la cual le convendría asumir una postura más amable frente a los dispuestos a ayudarlo sin por eso aceptar ser tratados como suplicantes pedigüeños. Sin embargo, quiere que la mayoría siga tomándolo por el dueño exclusivo del programa de reformas drásticas, pero a juicio de muchos necesarias, que ha puesto en marcha, de ahí su propia voluntad, y aún más la de Karina, de impedir que Macri comparta los derechos de autor.
Por lo pronto, dicha estrategia ha sido bastante exitosa, ya que los macristas dan por descontado que el kirchnerismo es mucho más peligroso que el mileísmo y por lo tanto han optado por soportar con estoicismo las cataratas de insultos groseros que el presidente les profiere cuando en su opinión se desvían de la línea que baja. Con todo, de difundirse la sensación de que la sociedad ha comenzado a cansarse de la excentricidad vulgar de quien, después de todo, es el primer mandatario, muchos comenzarán a alejarse de él, lo que pondría en peligro no sólo su propio predominio sino también las perspectivas ante la economía nacional en un mundo turbulento.
Por ahora cuando menos, la batalla política principal es la que está librando el gobierno contra los visceralmente comprometidos con el viejo orden populista y corporativista que imperaba en el país antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2023. En esta lucha, Milei cuenta con una ventaja que podría ser decisiva: la violencia no meramente verbal de sus archienemigos kirchneristas. Además del patoterismo de mujeres jóvenes de La Cámpora, funcionarias de la municipalidad de Quilmes que, como una banda de ménades enfurecidas, cubrieron con bosta la casa del diputado mileísta José Luis Espert y continuaron maltratándolo en el Congreso, varones de la misma facción están en apuros legales por haber provocado destrozos, un mes antes, en las sedes de dos canales televisivos del Grupo Clarín. Por lamentable que sea la retórica cloacal de ciertos mileístas, comenzando con Milei mismo, es inocua en comparación con la violencia física de los kirchneristas más exaltados.
Para justificar su conducta nada democrática, las quilmeñas que se ensañaron con Espert insisten en que lo que más quieren es que Cristina sea liberada de su detención domiciliaria y aquella molesta tobillera. No les conforma que, para indignación de los fiscales que quisieran verla castigada por los muchos actos de corrupción en que participó, la ex presidenta se las haya arreglada para aprovechar el régimen asombrosamente permisivo que le ha tocado para montar un show, de repercusiones internacionales, que le ha dejado continuar siendo la jefa no sólo espiritual del peronismo. Sería de suponer que a Milei le gusta la negativa a salir del escenario público de la “abogada exitosa”, ya que es su contrincante preferida, pero no cabe duda de que perturba a inversores en potencia que sospechan que el país está pasando por una fase atípica después de la cual volverá a las andadas.
Si Cristina se ve obligada a mudarse de San José 1111 2°D a una cárcel común o, tal vez, a su reducto patagónico en El Calafate, Milei se concentrará en tratar de demoler a Axel Kicillof. En buena lógica, no debería serle difícil, ya que ex ministro de Economía fue responsable de la apropiación fabulosamente torpe de YPF en que se dio el lujo de manifestar su desprecio por los detalles jurídicos, de tal modo brindando a una jueza neoyorkina un motivo adicional para exigir que la Argentina entregara aproximadamente 17 mil millones de dólares a un bufete de abogados norteamericanos y, según parece, a familiares del recién fallecido empresario Enrique Eskenazi, aquel célebre “experto en mercados regulados”. Así y todo, el que a pesar de tales pasos en falso, Kicillof haya logrado erigirse en uno de los personajes más poderosos del país y haya podido animarse a romper con Cristina, su protectora, sugiere que, cuando del peronismo se trata, la lógica es lo de menos.
Aunque los kirchneristas siguen siendo los enemigos más fanatizados del intento de reestructurar la economía y, con ella, la sociedad, a la larga podrían hacer más para frenarlo los que, en términos generales, están a favor de las reformas pero no quieren figurar entre los perjudicados. Muchos gobernadores, incluyendo a algunos que han ayudado a Milei al pedir a los legisladores que les responden que respalden sus medidas, creen que ya han hecho lo suficiente y que ha llegado la hora de recibir algo positivo a cambio. Asimismo, abundan los “mandriles”, “ñoños”, víctimas de “parásitos mentales” y otros que en cualquier momento podrían sentirse tan hartos de ser blancos del abuso presidencial que decidan abandonarlo a su suerte, lo que no podría sino incidir en el clima de opinión tanto aquí como en lugares como Nueva York. Milei ha podido salirse con la suya porque pocos olvidan lo que sucedía cuando Cristina, Alberto Fernández y Sergio Massa estaban a cargo del país. Al retroceder cada vez más en el tiempo aquel pasado, seguir fabricando pretextos para oponérsele es un lujo que podría costarle muy caro.














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