La historia reciente de la Inteligencia argentina no puede contarse sin mencionar la figura de Antonio "Jaime" Stiuso. Su influencia no se explica por un cargo formal –hace más de una década que no ocupa ninguno– sino por algo más profundo y persistente: el control de saberes, redes y rutinas que sobreviven a los cambios de gobierno. En la SIDE, los nombres pasan; los vínculos, los archivos y los códigos internos permanecen. Stiuso encarnó durante años el corazón operativo de la Inteligencia. Fue el hombre que acumuló información sensible, contactos internacionales y capacidad de lectura política. Cuando cayó en desgracia, no se llevó solo su historia personal: dejó una estructura que siguió funcionando con su lógica. Desde entonces, su figura reaparece de manera recurrente, como referencia, como consulta informal, como padrino de cuadros que continúan activos dentro del organismo.
Esa persistencia revela una característica estructural del sistema de Inteligencia argentino: su debilidad institucional. Cada intento de reforma –AFI, intervenciones, disolución y regreso a la SIDE– prometió cortar con el pasado, pero terminó reproduciendo esquemas conocidos. La dependencia de operadores experimentados, la falta de cuadros nuevos con legitimidad interna y la opacidad en la cadena de mandos refuerzan la gravitación de figuras como Stiuso, aun cuando ya no están en el organigrama. La influencia también se sostiene por la dimensión internacional. Durante décadas, Stiuso construyó relaciones fluidas con agencias extranjeras, un capital que el Estado argentino nunca logró institucionalizar.
Cuando cambian las autoridades políticas, esos puentes no desaparecen: se reciclan. En un sistema que necesita cooperación externa, quien conoce los canales y habla el idioma del oficio conserva poder real. El “fantasma” de Stiuso no es solo una persona: es un modo de funcionamiento. Explica por qué las internas nunca se ordenan del todo, por qué conviven jefaturas formales con liderazgos informales, por qué cada filtración remite a disputas que vienen de lejos.
También expone un problema más amplio: la dificultad de construir una Inteligencia profesional, controlada y con reglas claras, que no dependa de figuras individuales sino de instituciones sólidas.














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