Saturday 22 de June, 2024

POLíTICA | 09-06-2024 08:52

La guillotina de Milei: el pánico y la humillación cómo método de gobierno

Un gabinete golpeado por el temor de los ministros a ser el próximo fusible. El caso Posse y la humillación como método político. Los faltazos presidenciales que alimentan fantasmas.

Nicolás Posse nunca integró el grupo reducido de amistades de Javier Milei. Nunca fue de ese grupo pequeñísimo, que se puede contar con los dedos de una mano, que tenía acceso a la intimidad del hogar del libertario, que siempre fue muy celoso sobre quien podía o no entrar a su departamento en el Abasto.

Pero Posse sí fue un sostén clave de Milei en los años en que ambos eran los marginados de la Corporación América. El economista llegó ahí en el 2008 y el ingeniero industrial un año después. Esa época fue dura para ambos. Ninguno de los dos era tomado en serio, y sus compañeros se reían frecuentemente de ellos a sus espaldas. Más de una vez, de hecho, lo hicieron en sus caras. “El Loco”, le decían ahí al actual Presidente, mientras que al otro lo llamaban “el Cholito”, que a alguien se le ocurrió porque así llamaban a un jugador de Vélez del mismo apellido, pero que en el caso del fugaz jefe de Gabinete venía también con una carga despectiva.

En esos pasillos también compartieron una suerte curiosa, luego del empoderamiento de Martín Eurnekian dentro de la empresa a partir del 2017. El sobrino de Eduardo, el fundador de la empresa, tenía a ambos en la mira. No queda claro si era una cuestión de piel u otra cosa (Posse estuvo durante unos años al frente del área de Recursos Humanos que hacía las auditorias internas de la Corporación, tarea que por definición no suele venir con demasiadas amistades), pero lo cierto es que la sensación de que no eran queridos dentro de la empresa aumentó en los últimos años que pasaron los dos allí. En ese período final los dos almorzaban juntos. Siempre a solas.

A esto se refiere Milei cuando dice lo siguiente: “En un momento muy difícil de mi vida, mi amigo Posse fue de los que más me ayudaron”. Esta frase se la dijo a Luis Majul a fines de febrero. Menos de tres meses después, el Presidente no sólo expulsó a su “amigo” del Gobierno, sino que lo hizo de una forma muy particular: se encargó de desgastarlo palmo a palmo, ausentándose de las reuniones de Gabinete que Posse comandaba, enviando a sus alfiles a limarlo en las sombras y a filtrar a la prensa la noticia de que sería inminente su salida, mientras que le achacaban todos los males de una administración trabada y hasta pecados de otro calibre, como supuestos actos de espionaje.

Esa misión de daño planificado tuvo un corolario que algunos podrían definir como una humillación pública. El sábado 25 de mayo, en el clásico acto en la Catedral porteña, el Presidente, con una cámara a un metro de su cara, saludó a todos sus ministros una vez que terminó el acto. A todos salvo a uno, al que ni siquiera miró. Ese fue el mismo al que durante varios años llamaba su único amigo en su era en Corporación América.

El Terror. Lo narrado recién son datos biográficos cruzados con otros de carácter político. La matemática, en cambio, tiene la ventaja de ser cruda en los resultados que trae. No deja lugar a segundas interpretaciones.

Y la aritmética en lo que va del gobierno de Milei es contundente. Al cierre de esta edición habían pasado 171 días desde que el libertario se puso la banda presidencial. Y en ese lapso, casi seis meses, 32 funcionarios nacionales, entre los que se destacan Posse y otro ministro, fueron forzados a dejar sus puestos. La calculadora no miente: cada 5 días La Libertad Avanza vomita a uno de los suyos.

 

Esta ecuación se puede cruzar con una idea que flota en la cabeza de varios miembros del Gobierno y en especial en la del Presidente anarcocapitalista: a ellos les sienta bien la idea de sentirse “revolucionarios”. Fue una palabra que el propio Milei usó durante la campaña y que viene desde los textos del profeta preferido de los libertarios, Antonio Parravicini, que decía que “Argentina tendrá su Revolución Francesa”. Parecería, de hecho, que de todas las transformaciones que hubo en la historia, la que ocurrió en 1789 está entre las preferidas de este espacio. No sólo Milei le dio mucha difusión a un cuadro suyo personificado como Napoleón, la gran figura que emerge luego de este proceso histórico (ver recuadro), sino que en la última edición de “Time”, en la que el libertario llegó a la tapa, la gesta fue recuperada por Diana Mondino. “Cuando comenzó la Revolución Francesa murió mucha gente. Fue un caos. Pero después de 60 años se abrieron a otros 15 países”, dijo, haciendo un paralelo llamativo entre ese hecho histórico y el presente argentino.

Sin embargo, se le podría sugerir a la canciller otra comparación. Es con lo que se conoció como “el Régimen del Terror”, entre 1793 y 1794, momentos en que los jacobinos, el ala que se había alzado con el control del proceso, comandó una purga masiva de asesinatos a “contrarevolucionarios”. Con frecuencia las víctimas, a las que se hacía pasar por la guillotina, eran integrantes de esa misma facción caídos en desgracia.

Salvando las diferencias evidentes, hay algo en común entre los dos procesos. En especial por el sentimiento que comparten hoy varios ministros y funcionarios: el terror que inspiran los hermanos Milei, Javier y Karina, y la sensación de que en cualquier momento se pueden ir eyectados del Gobierno de la peor forma. La suerte del miembro del Gabinete que tenía la relación más antigua con el Presidente no dejó lugar para otra interpretación.

En el piso. Los 32 expulsados venían de distintas áreas y probablemente no se conozcan entre sí, pero comparten varias cosas.

Una de ellas es haber sufrido el destrato público de parte de los Milei. En el caso de Posse, con el no saludo en el Tedeúm. Al fugaz ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, se lo echó aduciendo una filtración de una reunión de Gabinete que él jamás había hecho. Osvaldo Giordano, que estaba en la Anses, se enteró por un tuit de Milei que había sido expulsado. A Omar Yasín, el secretario de Trabajo, al que el Presidente echó durante una entrevista en la televisión. Y se podría agregar en este lote a Ramiro Marra, fundador de LLA al que no sólo no le ofrecieron ningún cargo en el Gobierno sino que intentaron desplazarlo de su rol como jefe de bloque del espacio en la Legislatura porteña, y a los diputados Oscar Zago y Marcela Pagano, a los que se destrató en público por una pulseada interna en la Cámara (ver recuadro). Y, aunque no tuvo ningun rol formal, la ex pareja de Milei corrió una suerte similiar: como contó la propia Fátima Florez, ella se enteró de la separación con su entonces novio mediante el tuit que este publicó en sus redes.

Esta lista pone de manifiesto una constante en el mundo Milei: la humillación al caído, incluso el propio, que parecería ser una política de Estado. No deja de ser curioso en el caso del Presidente, el hombre que sufrió bullying toda su vida y que ahora ejerce esa misma violencia hacia afuera. A veces lo hace haciendo stand up, mofándose de otros economistas, otras veces atacando a periodistas y artistas en entrevistas y en sus tuits y, en el caso de los funcionarios expulsados, destrándolos a la vista de todos.

En este laberinto de terrores entra también la profunda paranoia que habita en la cabeza de los Milei y de la cual son parte obligada quienes están en el Gobierno. La idea de que el que tienen al lado puede ser un traidor de la peor calaña tuvo que ver con la salida de varios. Uno es Posse, a quien se acusó de poner a la AFI a espiar a miembros del propio Gabinete (entre ellos a Karina Milei), acusación que venía con la prueba de las reuniones que tuvo el saliente jefe de Gabinete con el director de la CIA. Era una versión que hizo correr, entre otros, la ministra Sandra Pettovello, profunda enemiga de Posse que en privado decía haber sido espiada por él.

Con Villarruel, que por ahora resiste, la tirria viene también en este sentido. “Es mi máxima enemiga, conspira contra mí”, dice el Presidente en privado, convencido de que hay una especie de plan macabro de la vice para atentar contra él y su gobierno. “Milei le dice 'bicha cruel'”, contó al aire Majul, de estrecha relación con el mandatario. La lista sigue. Giordano fue cesado de su cargo porque su esposa, la diputada Alejandra Torres, no acompañó la Ley Ómnibus en el recinto. ¿Sospecharon los Milei de una especie de trampa pactada? A muchos otros de los expulsados se los acusa también de “filtrar información” a la prensa, una de las frases preferidas de Karina Milei para justificar despidos. Varios de los expulsados juran que esa es una fantasía de la secretaria general.

A este cuadro se le suma también el extremo hermetismo con el que se mueven los hermanos, que alimenta los posibles errores que luego se convierten en causal de despido: como casi ningún funcionario ve o habla con Milei es prácticamente imposible saber qué quiere o qué piensa. La lista de visitantes a Olivos, que publicó Pablo Blanco en Clarín, lo pone de manifiesto: la mayoría de los ministros no pisan la Quinta. Milei no asiste a una reunión de Gabinete desde fines de abril, lo que marca que no ve a muchos de sus funcionarios de primera línea desde hace más de un mes (en un Gobierno que lleva sólo cinco de vida).

El combo es complejo. Un Presidente encerrado, o de viaje en forma permanente, que tiene serios vaivenes de humor, desconfía de todos (en especial de los que tiene cerca) y detesta que alguna figura de su espacio se genere un nombre propio. Por esto es que todo el Gabinete sabe que su suerte puede cambiar en cualquier momento. Y que la guillotina puede volver a caer.

Fin. Milei siempre fue un hombre extremadamente solitario, que recibía los años nuevos encerrado en su departamento: una copa de champagne para él y otra para Conan.

Hasta que decidió meterse en política, el economista tenía un grupo muy reducido de amistades. Fueron relaciones que duraron, en algunos casos, más de una década, que lo acompañaron y ayudaron en momentos extremadamente difíciles, desde los años en los que su situación económica era compleja o luego de la muerte de su perro-hijo.

Con todos ellos Milei cortó relación a finales del 2020, luego de que, en sus palabras, recibiera una “misión” de Dios, un hecho que lo transformó y lo terminó alejando de los suyos. Nunca más volvió a verse con ellos, ni cambió una sola palabra.

Una persona que integraba ese círculo reducido lo define así. “Cuando Javier te descarta de su vida, lo hace por completo. Es como si nunca hubieras existido, borra de un plumazo todo el tiempo y los años compartidos”. Esa soledad personal de Milei se transformó ahora en un hecho político. Y viene en forma de guillotina.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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