La cercanía a Resistencia, uno de los principales focos de coronavirus del país y una decena de casos que se dispararon en la pequeña localidad de Villa Ocampo, hizo que el norte de la provincia de Santa Fe extremara las medidas en los últimos días. El foco de la información entre los vecinos de Reconquista y Avellaneda estaba en la pandemia, hasta que de repente les explotó el anuncio de Alberto Fernández sobre la intervención de Vicentín.
La compañía que el Presidente intentará expropiar, previo paso por el Congreso, se había transformado en los últimos años en uno de los diez principales exportadores de Argentina. Pero en Avellaneda, la localidad de 22 mil habitantes que está pegada a Reconquista, Vicentín es también una parte importante de sus últimos 90 años de historia. “La región está conmocionada por lo que significa la empresa para todos nosotros”, repitió en los medios el intendente Dionisio Scarpín, que en la noche del martes, cuando la primera comitiva de interventores llegó a Reconquista, fue uno más del centenar de vecinos que se manifestó para repudiar la llegada.
Los habitantes de Avellaneda, que hasta el lunes habían estado absolutamente preocupados por el coronavirus que amenazaba con llegar a la ciudad, el miércoles se amuchaban para hacerle sentir a la comitiva oficial que no eran bienvenidos: primero en la sede de la empresa, donde instalaron una carpa, y luego en el Grand Hotel de Reconquista.
“Karen, no te pongas de su lado. Mira que ellos se van, nosotros nos vemos todos los días”, le reprochaban los vecinos a la dueña del hotel donde se resguardaba el subinterventor Luciano Zarich. Finalmente, a las 22 se calmaron los ánimos: ya casi no quedaba gente cuando la comitiva fue evacuada del lugar y trasladada al aeropuerto para emprender el regreso.
Avellaneda es una localidad tranquila, “de gringos laburadores y sacrificados” como se definen sus habitantes. Allí Vicentín no sólo genera empleo directo: productores agrícolas y ganaderos de la zona dependen casi exclusivamente de la compañía, por eso la preocupación con lo que pueda pasar: “Es el motor de la región”, aseguran.
Fue el primer día de furia de una localidad calma. Nada, ni siquiera el susto provocado por la pandemia, impidió que la ciudad se pusiera en guardia. Desde la carpa “del aguante”, tal como la apodaron, buscarán hacerle frente al desembarco del Estado en una empresa que sienten como parte de su historia.
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