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CIENCIA | 30-08-2015 02:30

La ecuación de la felicidad

Para el inglés Paul Dolan es imprescindible unir placer con metas, y cultivar buenas relaciones sociales. Dinero y religión.

En el Reino Unido, el economista londinense Paul Dolan, de 47 años, es conocido como “el gurú de la felicidad”. Profesor de Ciencias Comportamentales en la prestigiosa Escuela de Economía de Londres, pasó la última década estudiando qué es lo que hace que las personas se sientan felices, pedido del Nobel Daniel Kahneman, que lo invitó a trabajar en la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Allí, Dolan desarrolló métodos de investigación que actualmente son usados por el gobierno británico para organizar políticas públicas.

Sin represiones, Dolan confiesa abiertamente que odia las vacaciones de más de dos semanas, huye de las fiestas de casamiento y que sus dos hijos le aplacaron un poco el placer que tenía por la vida, pero que dieron un enorme sentido de propósito a su existencia.

Declarado fan de la actividad física, el economista no deja de ir a entrenarse ni aún en los períodos de mayor acumulación de tareas en la Universidad. Autor de “La felicidad construida”, libro que resume sus estudios sobre el tema, Dolan asegura que la satisfacción humana no se escribe en singular: solo es feliz quien tiene, principalmente, relaciones sociales bien establecidas.

Periodista: Usted define a la felicidad como la combinación de experiencias de placer que tienen un fin a lo largo del tiempo. ¿Cómo se puede controlar ese proceso?

Paul Dolan: Yo no diría que se trata de controlar, porque es algo que está muy influido por las circunstancias. Pero, sin duda, es posible crear felicidad. Mi consejo para quien quiere ser más feliz es centralizar el tiempo y la energía en aquello que le hace realmente bien. Una vez que, por definición, la atención que le damos a una cosa es necesariamente la que no le damos a otra, es preciso racionarla y distribuirla de la mejor manera posible.

Periodista: ¿Y dónde entra en escena el propósito?

Dolan: Es importante considerar la dimensión temporal de la felicidad. Aceptar que, en algunos momentos, precisamos soltar la satisfacción del presente a cambio de tener más felicidad a futuro. Un ejemplo: un matrimonio que no está dando resultados puede ser el punto de partida para un divorcio. Habrá tristeza y angustia en el corto plazo. Pero mientras eso es inevitable, investigaciones hechas en Gran Bretaña muestran que el divorcio aumenta la felicidad de los cónyuges y de los hijos adultos. Reformar la casa o dejar el cigarrillo son otros buenos ejemplos. Los economistas tienen un término para ese efecto: gratificación postergada. Las actividades menos placenteras del día deberían, por lo menos, ofrecer algún propósito y objetivo a futuro.

Periodista: ¿Podemos construir nuestra propia felicidad?

Dolan: Buena parte de nuestras acciones es llevada a cabo de manera automática. Lo que sugiero a nivel psicológico es frenar, tomar un respiro para recordar aquello que da placer en el día a día y organizar la agenda de manera tal que esos períodos se repitan con mayor frecuencia. Esa organización debe ser hecha de manera tal que las cosas que le gustan a una persona aparezcan en la rutina sin que sea necesario estar constantemente planificando. Imagine que usted está construyendo un parque para perros. Tendrá que definir dónde estará el área de adiestramiento, el césped para que los animales corran, la sombra, el agua. Quien está acostumbrado a llevar a su mascota a lugares de ese tipo sabe que, una vez que suelta al animal de la correa, éste no se queda parado sin saber adónde ir. Simplemente corre porque está en un lugar que fomenta esa libertad. Trate de armar su programación diaria más o menos de la misma manera. Somos parecidos a los canes, en cuanto al modo en que reaccionamos frente a los estímulos situacionales.

Periodista: ¿Es posible crear felicidad aún en momentos de crisis como las que puede pasar un país? Tomemos de ejemplo a Grecia...

Dolan: Una investigación realizada recientemente muestra que el estado del espíritu de los ciudadanos es de dos a ocho veces más sensible a las depresiones económicas que a los períodos de bonanza. Por lo tanto, a pesar de no ser imposible, es ciertamente más difícil aumentar el bienestar durante esa mala fase. Pero, otra vez, esto se relaciona con la atención. Una crisis de la magnitud de la griega ocupa el pensamiento de las personas. Ellas están preocupadas por el aumento de los impuestos, por la desvalorización de su moneda y, más importante que estas dos cosas, por el desempleo. La falta de trabajo en la edad activa de las personas ejerce un impacto enorme en el bienestar. El desempleo puede reducir de manera permanente la satisfacción con la vida.

Periodista: El World Happiness Report 2015 mide la satisfacción de los ciudadanos en 158 países. En la cima hay solo países desarrollados, como Suecia a Islandia y, en la base, solo naciones pobres, como Togo y Burundi. ¿No es esto una comprobación de que los ingresos económicos son cruciales para la felicidad?

Dolan: El World Happiness Report toma en cuenta una serie de indicadores, y no son solo los económicos, como el Producto Bruto Interno per cápita. Considera, por ejemplo, la percepción de corrupción que tiene la población, la libertad de elección y la expectativa de vida. Ese tipo de estudio avala a otros puntos de vista además de las particularidades de cada ciudadano. Preguntar cómo está alguien es una buena manera de medir el bienestar; pero más importante es explorar otros universos, si quisiéramos un retrato más profundo. Creo que en el futuro cercano surgirán otras formas de medir la felicidad, basadas en los tonos de voz y en las expresiones faciales, por ejemplo.

Periodista: ¿Cuáles son las personas que las investigaciones muestran como las más felices?

Dolan: Los mejores datos sobre satisfacción con la vida son los provenientes de Alemania y del Reino Unido. En esos dos países se hicieron estudios que, hace más de 20 años, le preguntaron a casi 10 mil personas cómo se sentían en relación con la vida. Hace algunos años, hice una relectura de esos datos con otros dos colegas. La satisfacción era más alta entre aquellos que tenían más dinero, especialmente cuando los comparamos con las personas de un estrato similar. También lo era entre quienes están más saludables, y entre los que están casados. Otros que registraron más índice de felicidad fueron quienes tenían más relaciones sociales de buena calidad, además de los que mostraban creencias religiosas y espirituales.

Periodista: ¿Qué es lo que las personas que manifiestan una mayor satisfacción con la vida tienen en común entre sí?

Dolan: Principalmente, relaciones sociales bien establecidas. Todos los estudios, sean desde el punto de vista de la economía, de la psicología o de la medicina, llegan a ese mismo resultado. Estar cerca de quienes nos gustan, amigos o familiares es especialmente placentero durante los momentos de ocio. Pero, en el ambiente de trabajo, puede significar una reducción importante en el riesgo de infarto: por ejemplo, un estudio sueco que acompañó a más de tres mil trabajadores durante una década concluyó que aquellos que tenían buenos jefes, que les mostraban consideración, empatía, y que promovían cambios de manera humana, presentaban una probabilidad hasta un 39% menor de sufrir infartos cardíacos. Los beneficios de la religión para el bienestar provienen, en gran parte, de la vida en comunidad y de las redes de apoyo que aporta. Esta es una buena manera de aumentar rápidamente la felicidad: pasar más tiempo con alguien de quien se gusta.

Periodista: Algunos investigadores defienden la idea de que la genética es decisiva en el modo en que las personas encaran la vida. ¿Concuerda con esto?

Dolan: Mucho de lo que pasa en nuestro organismo es fruto de una predisposición genética, pero no me parece interesante aislar un componente de esa forma, porque es preciso considerar que va a interactuar con el ambiente. Algunos estudios sugieren que la genética responde por el 50% de nuestra felicidad. Eso llevó a algunas personas a creer que tenemos un determinado nivel de felicidad y que gravitamos en torno de él a lo largo de los años. Pero este punto de vista no tiene sustento en las evidencias. Hay hechos que pueden reducir de manera permanente la satisfacción con la vida, como el desempleo o una deficiencia física. Al mismo tiempo, hay otras capaces de tener efectos positivos duraderos, como el casamiento. La genética es fundamental, pero no podemos responsabilizarla por todo lo que nos pasa.

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