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POLíTICA | 25-06-2016 17:46

La increíble vida de Lázaro Báez preso

Cómo vive el preso K más famosos del país. Asado, pastas, pizza y mayordomo.

El 13 de abril, cuando Cristina Kirchner, tras declarar ante el juez Claudio Bonadio, habló frente a una multitud en los Tribunales de Comodoro Py, Lázaro Báez la miraba por el televisor que le instalaron en la cárcel de Ezeiza. “Esta hija de puta los verduguea en la cara y yo me voy a quedar acá adentro de por vida”, decía Báez mientras señalaba la tele. Se quería morir. Hasta ese momento era uno de los pocos integrantes del clan K que habían caído presos.

En base a fuentes del servicio penitenciario federal, abogados y otros presos ex compañeros de Báez, NOTICIAS pudo reconstruir cómo es la vida del empresario K en el pabellón para transexuales del Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza.

La llegada de Báez obligó a reorganizar algunos pabellones. Los funcionarios carcelarios, conscientes de la sensibilidad del flamante reo, no querían tener problemas. El pabellón de transexuales, con lugar para 15 presos en celdas individuales, fue vaciado para Báez. De a poco, se fueron agregando otros detenidos con pocos antencedentes, y en su mayoría, mayores de 50 años. Fueron seleccionados especialmente para acompañar a Báez. Al principio eran cinco o seis, includo el contador Daniel Pérez Gadín, con quien más interactuaba Báez, y luego se sumó más gente hasta completar la capacidad del pabellón.

Tras la llegada de Báez, el servicio penitenciario decidió instalar un sistema de cámaras de seguridad para controlar a los internos de ese pabellón. El día que fueron los técnicos, encerraron a todos los presos en sus celdas y se realizó la instalación de las cámaras. Al ser uno de los presos más famosos del país, nadie quería correr riesgos sobre la seguridad de Báez. Muy pocos pabellones tienen cámaras de seguridad.

Comodidades. El pabellón donde está alojado Báez tiene televisor, heladera y hasta un horno eléctrico. Este último fue provisto por la familia del empresario. Según las reglas del servicio penitenciario no está prohibido estar equipado dentro de la cárcel, siempre y cuando venga de la familia o de allegados y cumpla con las normas de seguridad de la cárcel. Báez, con una vasta experiencia como empleador, logró convencer a un par de compañeros para que sean sus empledos, le limpiaran la celda, lavaran su ropa y le cocinaran. A cambio, el empresario les pagaba, mediante un intermediario, a las familias de los presos, fuera del cárcel. Ante la alta población de reos con bajos recursos, este tipo de beneficios solo lo tienen personajes con poder adquisitivo. Pérez Gadín también contaba con su mayordomo “tumbero”. Otro que accedía a este tipo de lujos era el narco colombiano Alejandro “Gato Seco” Álvarez, también compañero de Báez, que cayó preso a mediados de abril.

Desde el entorno de Báez dicen que tampoco es un bacán. “Le ha tocado limpiar los baños o lavar los platos”. Algunos testigo afirman que hasta enceró los pisos.

Bon vivant. Gracias al dinero amasado durante la última década, Báez puede tener un pasar relativamente cómodo dentro del penal de Ezeiza. Su familia le envía todas las semanas unos $ 4.000 en comida. El servicio penitenciario tiene un sistema de buffet llamado “La Cantina” que sirve para que los familiares de los presos en vez de llevar comida se la compren ahí. Eso sí, no se pueden comprar bebidas de colores oscuro, por ejemplo sabor cola, porque pueden camuflar algún objeto no declarado. La mayoría de los compañeros de pabellón de Báez están contentos: comen asado, pastas, pizza y hasta tienen postre. Todo pagado por el empresario. “Yo comía mejor adentro que afuera”, bromea uno de los ex compañeros de Báez. La comida que tenían eran tanta que la heladera siempre estaba llena. Tal es así que, por ejemplo, la comida que provee la cárcel no se come en el pabellón de Báez.

Los compañeros de Báez también tienen otros beneficios, las medialunas que le llevan al empresario. La cárcel tiene reglas. Por ejemplo, no se puede ingresar con facturas. Solo medialunas.

Otro de los servicios carcelarios que consume el empresario K es el de peluquería. Tres compañeros cortan el pelo y ya debutó como cliente. ¿Cómo se paga? Con víveres.

No todos están tan felices con tener a Báez de compañero. Algunos lo resisten y le fruncen el ceño cuando cruzan la mirada. “Éste se robó todo. No queremos su comida”, respondieron el día que les llevaron un plato enviado por Lázaro. Ante la tensa situación, se decidió hacer una reunión entre todos los presos, se pusieron en ronda y acordaron no generar problemas. “Muchachos, todos los que estamos acá estamos por buena conducta, no somos reincidentes y si cumplimos nuestra condena con buena conducta nos vamos tranquilos. Así que no hagamos lío”, alzó la voz uno de los compañeros de Báez. Detrás de ese discurso se evidenciaba una defensa a Lázaro, el benefactor del pabellón.

El lugar tiene un patio interno propio, por lo que Báez no tiene contacto con otros presos más que sus compañeros. No interactua con nadie más. Sus tardes las pasa jugando al truco con sus compañeros. También juega al dominó, ve la tele y lee libros. Una vez jugó al fútbol, pero le recomendaron abandonar esa actividad, debido a la arritmia que tiene. Es por eso que desde entonces solo mira los partidos.

Sus lecturas varían entre ensayos de historia y ciencia política, y también mechó novelas como “Doña Flor y sus dos maridos”, del escritor brasileño Jorge Amado. Pero la mayor parte del tiempo hace lo que hacen la mayoría de los presos: lee su causa.

Báez habla poco de sus situación judicial con el resto de los compañeros, solo repite que es un preso político y que podría pasar la investigación tranquilamente en libertad. “Siempre estuve a derecho”, relata.

Con el que más habla es con Pérez Gadín, con quien a veces discute. Perez Gadín también aclara entre los compañeros de pabellón que nunca fue el contador de Báez, sino que era un profesor de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Solo le falta decir que no le gustan los habanos ni el whisky.

De Cristina habla muy poco. Dice que no es su amiga y que lo dejaron solo. En cambio de Néstor habla maravillas. “Él sí era mi amigo”, contó una vez.

Visita. El sábado 11 de junio, y a más de dos meses de su detención, Lázaro decidió recibir a su hijo Martín Báez. El mayor de los varones había intentado verlo el día que el empresario tuvo una audiencia con la Cámara Federal. Esa tarde, Martín esperó durante una hora y media, pero al final no lo dejaron encontrarse con su padre. Cinco días después, Martín se apersonó en Ezeiza durante el horario de visitas y dijo: “Vengo a ver a Lázaro Báez”. Pasó todos los controles penitenciarios y se dirigió al sector de visitas. Cuando Báez apareció, ambos se fundieron en un abrazo. Para ese momento, Lázaro ya tenía entre manos una nueva movida en su estrategia para recusar al juez Sebastián Casanello. Dos días antes lo había visitado Santiago Viola, el abogado de su otro hijo, Leandro. El más joven de los hijos varones había llamado a su letrado para que fuera a ver a su padre.

Allí Lázaro le contó sobre la supuesta reunión en Olivos entre el juez y la ex presidenta de la que él habría sido testigo. El abogado de Leandro le pidió que lo escribiera y lo presentara en el expediente. Báez tomó un papel y una lapicera y comenzó a escribir: “A la Sala II de la Cámara Federal. Me dirijo a ustedes a los efectos de ponerlos en conocimiento, en el marco del incidente de recusación del doctor Casanello, que aproximadamente a mediados del 2015, con anterioridad a las elecciones generales, vi al mismo en la Quinta de Olivos, cuando estaba esperando para entrevistarse con la entonces presidente doctora Fernández. Ustedes tienen todos los medios para corroborar lo dicho, espero esto a los fines de ser tenido en cuenta al momento de resolver el incidente, lo manifestado es por el firme convencimiento de que la causa está direccionada hacia mi persona, mis hijos y mi familia. No he manifestado esto con anterioridad dado que no me fue preguntado en la audiencia mantenida con ustedes por el temor que siento, tal cual se lo expresara”.

El contenido de la carta fue ratificado por los abogados de Báez, Rafael Sal Lari y Daniel Rubinovich, quienes se desmarcaron de la acción: “Fue autónoma e inconsulta”. Ya no se esconden los celos entre las distintas defensas de los Báez. Lázaro se queja de que sus defensores también cuidan los intereses de Cristina Kirchner. El manuscrito provocó que la Sala II de la Cámara Federal, integrada por los jueces Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Farah, volviera llamar a Lázaro Báez el viernes 24 de junio para que diera detalles acerca de ese encuentro. El inconveniente que se le presenta a Báez en esta estrategia es que los demas actores niegan haberse encontrado en Olivos. Cristina, a través de su Facebook, escribió que nunca vio en su vida a Casanello y hasta aprovechó para tirarle la oreja por haber sobreseido al presidente Macri en una causa por escuchas ilegales. Por su lado, dos días después, Casanello también escribió un comunicado. “Nunca me he reunido con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en ninguna circunstancia. Nunca estuve en la Quinta Presidencial de Olivos”, afirmó.

Mientras, desde Ezeiza, Lázaro habla con su ex eposa Norma Calismonte para preguntarle como están sus hijos y también por la salud de la madre de él, quien por la diabetes y el avance de la edad está senil en Río Gallegos. Calismonte, a pesar del divorcio, cuida de ella.

Según la ley, el tiempo máximo para una prisión preventiva es de dos años, mientras avanza la investigación. Lázaro lleva casi tres meses. Quisiera estar libre, pero tampoco la pasa tan mal.

por Rodis Recalt

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