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POLíTICA | 28-01-2017 00:00

Felpudos K: la década pelotudeada

Escenas violentas y humillantes de Néstor y Cristina. Oscar Parrilli no fue el único.

No hay artículo de limpieza más despreciado que el trapo de piso. Se arrastra por el suelo, se mueve acorde con los deseos de su dueño y junta la mugre. Durante los 12 años de kirchnerismo, muchos de los funcionarios de Néstor, primero, y de Cristina, después, se sintieron poco más que un trapo de piso, aunque pocos se animaran a decirlo públicamente.

NOTICIAS contó la furia del matrimonio presidencial en diversas oportunidades. Hizo dos tapas al respecto e infinidad de notas: dirigentes que reproducían escenas delirantes de violencia verbal y física, castigos, ofensas y humillaciones. El llamado telefónico entre Cristina y el ex director de la Agencia Federal de Inteligencia, Oscar Parrilli es la evidencia que faltaba, la confesión de parte. Los Kirchner al desnudo.

El primero que alzó la voz públicamente contra Néstor fue su exministro de Justicia, Gustavo Béliz. “Kirchner te humilla. Es terrible el maltrato al que te somete”, denunciaba luego de alejarse del Gobierno para esquivar el felpudismo y retirarse definitivamente de la política.

Néstor inauguró una escuela que Cristina siguió al pie de la letra: nadie hablaba sin su consentimiento, nadie osó tomar vuelo propio dentro de una gestión hiperpersonalista. Tal cual consideró Béliz en 2004, los K usaron “la lógica del terror”.

La víctima preferida del ex presidente fue su secretario Daniel Muñoz. “Una vez vi cómo lo despertaba de un cachetazo. Me dio bronca porque Kirchner no sabe hacerse ni el nudo de la corbata, se lo hace Muñoz”, contó un ministro en julio de 2004, en una tapa de NOTICIAS cuyo título fue “Confesiones del miedo a Kirchner”.

La violencia del ex mandatario tuvo sus capítulos de exportación. Muchos funcionarios fueron humillados ante delegaciones extranjeras. A su subjefe de ceremoniales Rubén Zacarías (con quien solía jugar de manos) le gritó en un viaje a China, cuando no escuchó sus órdenes. En todos los casos, la reacción era la misma: meter la cabeza entre los hombros y seguir trabajando.

Los gritos a Julio de Vido y los desplantes al entonces gobernador de Buenos Aires Felipe Solá fueron algunas de las demostraciones de que él era el quien mandaba y que si sus funcionarios querían seguir en el Gobierno, no debían contestar. “Néstor era peor que Cristina”, aseguró Eduardo Duhalde, aunque la ex presidenta hizo sus méritos.

Ella. Con la llegada de Cristina a la presidencia, la belicosidad no disminuyó. No hubo más violencia física, pero los insultos y destratos estuvieron a la orden del día. Tanto era el temor reverencial de su gabinete que ni siquiera se animaban a darle malas noticias.

El de Parrilli, a quien NOTICIAS calificó como “el mayordomo” no fue un caso excepcional. En su lista también está, por ejemplo, Daniel Scioli, quien fue víctima de innumerables rabietas, como el ninguneo en la campaña a presidente del 2015 que finalmente perdieron a manos de Cambiemos.

Hasta los más fieles sufrieron su furia. El agresivo Guillermo Moreno tuvo que tragar saliva en más de una oportunidad ante los retos de su jefa: “Como ya fracasaste varias veces con el control de los precios, te mandé a los chicos de La Cámpora”, le espetó Cristina un día. Moreno hizo un silencio absoluto. Pertenecer tiene su precio. En este caso, su desprecio.

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por Carlos Claá, Nadia Dragneff

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