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EN LA MIRA DE NOTICIAS | 08-11-2019 10:41

Lula libre: el cóctel energizante que saborea Alberto Fernández

El presidente electo se entusiasma con las noticias brasileñas, que le permiten soñar al kirchnerismo con un viento de cola geopolítico.

Uno de los padres fundadores de la ciencia política, el francés Alexis de Tocqueville, explicó que las revoluciones no son tanto el producto de la voluntad genial de un líder sino de su capacidad para navegar la ola de la historia. Se trata, entonces, de intuición, picardía, coraje y timing. En este marco se puede entender la obsesiva mirada de Alberto Fernández hacia fuera de las fronteras del país que está a punto de gobernar. México, Chile, Venezuela, Bolivia, Ecuador y especialmente Brasil –conmocionado por la inminente libertad de Lula- ocupan buena parte de sus reflexiones estratégicas por estas horas. La pregunta que se hace el presidente electo es: ¿para dónde sopla el viento?

La misma pregunta se hizo Mauricio Macri cuando asumió, también apoyado en su visión de cómo debía insertarse la Argentina en el mundo. Aunque en sentidos ideológicos inversos, tanto Macri como Fernández arrancaron mirando qué pasa allá afuera. Y tal como hizo Macri, Fernández busca apalancar su modelo de cambio en los movimientos externos. Es una manera lógica de tomar impulso en la inercia geopolítica, inspirarse con alguna idea de los vecinos y a la vez persuadir a los argentinos de que la salida es por allá.

Hasta ahí, todo bien. El problema es que no está escrito en ningún manual que los tiempos electorales de un país necesariamente coinciden con la velocidad de los vientos históricos regionales. Concretamente, el escenario de cambio que entusiasma al kirchnerismo –y a los sesudos sacapresos K- podría demorarse y no estar listo para la difícil coyuntura económica y social que le tocará enfrentar a Alberto dentro pocas semanas. Es más, la certeza nac&pop de que el continente se está dando vuelta de nuevo, podría ponerse en duda por la sola evidencia de que las dos potencias americanas, Washington y Brasilia, siguen gobernadas por líderes que son la antítesis del rumbo bolivariano.

Aquí es donde los diagnósticos geopolíticos se confunden peligrosamente con los deseos y el pensamiento mágico. Por eso la euforia K con las buenas noticias para la situación procesal de Lula en Brasil, y la alegría algo obscena con el caos en las calles chilenas y ecuatorianas, que contrasta con la tristeza que los mismos kirchneristas manifestaban cuando veían en la tele las caóticas calles de Venezuela o de Bolivia.

Entre la certeza y la ansiedad, el kirchnerismo en su fase albertista se convence –y trata de convencer al resto- de que los vientos revolucionarios latinoamericanos vuelven a soplar, como un viento de cola que hasta podría empujar la economía argentina. Si no se engañan y tienen razón, sería la gran oportunidad de darle un broche de oro al “vamos por todo”, al “nunca menos” y a la “década ganada” que Cristina Kirchner se quedó con ganas de concretar.

Pero cuidado: Alberto debe haber leído, para sus clases de Derecho en la UBA, aquella advertencia de Alexis de Tocqueville, que dice sabiamente: “En una revolución, como en una novela, la parte más dificil de inventar es el final”.

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Silvio Santamarina

Silvio Santamarina

Columnista de Noticias y Radio Perfil.

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