★★★ Raymond Cooney es un dramaturgo, actor y director inglés de probada eficacia en la cartelera porteña. Aquí se representaron varias de sus comedias como la exitosa “Esta noche no, querida” (1970), con producción de Alejandro Romay y un elenco en el que estaban María Concepción César, Beatriz Taibo y otros. También le pertenecen “Taxi", “Quédate a desayunar” y “Se infiel y no mires con quien”. Esta vez, junto a su hijo Michael, escribieron esta comedia “de puertas” que explota el uso del equívoco y las situaciones disparatadas, en el living de la casa donde vive una joven pareja.
La historia es sencilla: Tom Emerson (Mariano Martínez) y Linda Kerwood (Mercedes Oviedo), no tienen hijos y deciden adoptar. Esperan con ansiedad y nervios la llegada de la Sra. Potter (María Valenzuela), funcionaria que los evaluará. La atildada mujer deberá escudriñar si la forma en que viven los tórtolos es la conveniente para formalizar los trámites necesarios.
Como es de esperar si de enredos se trata, todo se complicará con la aparición de Dick (Bicho Gómez) y Harry (Yayo Guridi), los atolondrados hermanos del protagonista. Uno llega de Uruguayana con un cargamento de celulares, cigarrillos y whisky (en el original viaja a Calais y suma al cargamento ilegal una pareja de refugiados kosovares) y el otro viene del hospital donde trabaja con unas bolsas que contienen un cadáver desmembrado.
Con estos ingredientes la situación se volverá caótica, para beneplácito del público que ríe a mandíbula batiente. Ya se sabe; para que la farsa funcione depende de un descenso vertiginoso a la locura. Aquí está logrado y acentuado con la aparición de Katerina (Gabriela Sari), una muchacha sospechosa. Obviamente, no faltan los guiños a la platea. Desde el ya famoso “¿Qué mirá bobo? Andá p'allá, bobo” de Messi, hasta las bromas sobre “retoques” con ácido hialurónico que se habría hecho el galán de la obra.
El debut como director de Nicolás Cabré, es más que auspicioso, y en cuanto a las actuaciones, Martínez, da a su héroe el tono exacto de excitación que el personaje requiere. Gómez se apoya mucho en el gracioso balbuceo y una actitud histriónica que revela gran dominio del cuerpo. Guridi, tiene una máscara gestual que contribuye, con pequeños gestos a incentivar el sarcasmo. Oviedo y Valenzuela, componen sus roles con oficio y muy buen manejo de recursos. Eso sí, una buena poda a la duración, no le vendría nada mal.
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