★★1/ 2 ¿Quién no quiere que los problemas eternos del país puedan solucionarse? Esa parece ser la motivación de un terceto de adinerados venidos a menos que deciden, ante el caos que vivimos, dar un golpe de timón y buscar un nuevo candidato a presidente.
En su maquiavélico plan concluyen que la mejor opción es una mujer pero que pertenezca a una “minoría, que sea transformadora, transparente y, sobre todo, que no tenga pasado político” (sic). Pero, a pesar de las aparentes buenas intenciones, este trío de “niños bien”, encubre un propósito ladino. Una vez entronizada en el sillón de Rivadavia, pretenden manipular a la mandataria, para seguir satisfaciendo su adicción al dinero y las ambiciones de poder.
La elección es contundente; la designada es la artista Costa. No advierten que está acompañada en su gestión por la eficaz asistente Mafalda (la histriónica Celeste Campos) y guiada, literalmente, por Dios, quien le envía un ángel guardián (Damián Bravo) para su protección. Así, ella estará regida por un solo propósito: devolver la sonrisa y la felicidad al pueblo.
Por si algún lector o lectora no termina de identificar a Costa (también llamada Costita y Costi), aclaremos que la actriz, humorista y panelista cordobesa tiene sobre sus espaldas veinte años de trayectoria teatral y es muy reconocida por sus monólogos filosos y su humor vitriólico. Pero, justo es mencionarlo, terminó de alcanzar popularidad al formar parte del equipo que escolta en radio a Santiago Del Moro en El club del Moro, por La 100, y saltar a la TV al integrar el staff de Cortá por Lozano, por Telefe, acompañando a Verónica Lozano. Además, por si fuera poco, es una de las “analistas” estrella de los debates del reality Gran Hermano.
En la propuesta se destacan Costa, con su humanidad exacerbada, cual mujer digna de alguna película del gran Federico Fellini, la presencia rotunda y contundente de Campos, alguien que nada como pez en el agua tanto en el humor como en el canto, la genialidad de Los Macocos (Martin Salazar, Marcelo Xicarts y Gabriel Wolf) y la voz de Bravo (vocalista del grupo de cumbia pop Tartaros).
Semejante suma de talentos saca a flote un espectáculo, diríamos una mixtura de comedia, music hall, revista y hasta cabalgata musical, que lamentablemente tiene un libro bastante endeble que no disimula sus falencias a pesar de la buena y aceitada dirección de Roberto Peloni, todo un conocedor de estas lides.
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