Hola, perdón, el tránsito”, dice la mujer de lentes oscuros, de mafioso, y chuick- chuick sonoros. ¿Es ella? Sí, es. Esperaba a una morocha araña tipo la Lucy de “Drácula”, a la prostituta de uñas verdes que fue en “Cabaret” o, mínimo, a la viejita derruida que protagoniza en “Souvenir”. Cualquier cosa, menos esto: una rubia todo rubior y sonrisa. Toda sincericidio: apenas llega, desensilla los lentes negros y muestra los ojos, maquillados por error al estilo del Antiguo Egipto. “Mirá, mirá lo que me había hecho. Pensé que las fotos se hacían hoy y me pinté como pude, a las apuradas. Y quedé Nina Hagen”, dice, y se ríe. Razones para alegrarse tiene de sobra: en sus casi treinta años de carrera, a fuerza de estudio y lo que ella llama “abnegación”, se ha quedado con premios como el Konex y el María Guerrero, pero también con papeles soñados. Por caso, la excéntrica millonaria de 68 años que es hoy en el Teatro Regina Tsu: Florence Foster Jenkis, una mujer de talento nulo y fortuna sin límites, que luchó toda su vida por triunfar en el mundo del bel canto con una voz de esas que ponen a llorar a los perros. “Vivía en Nueva York, en el Hotel Ritz Carlton –arranca–. Era una aristócrata total, amante de la música clásica”.
Noticias: Amante… y “asesinante”.
Karina K: Sí, de hecho la llamaban “la asesina de Mozart” (carcajada). Los críticos la destrozaban y ella decía “hablan así porque me envidian”. Tenía una gran negación, y eso es lo más interesante para interpretar en este rol. Tenía tal narcisismo que sentía que tenía una misión: llevar la música clásica al pueblo. Pero el intento tuvo sus… bemoles (carcajada)
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por Fernanda Sandez
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