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POLíTICA | 11-02-2016 16:49

Budismo anti grieta

El entusiasmo orientalista del Presidente y sus consecuencias políticas. ¿Sabiduría milenaria o marketing oportunista? Los negocios según Buda.

Aunque murió hace 25 siglos, Buda sigue vivo en el corazón del pueblo. Del pueblo de Tailandia, Corea del Sur, Taiwán, Sri Lanka, Laos, Japón, parte de China y muchos otros que en todo el planeta suman 500 millones de fieles. También sigue vivo –cada día más, como si estuviera de moda– en la mente de un grupo bienpensante de la elite globalizada de empresarios, financistas, políticos y otras celebridades posmodernas que buscan darles un sentido renovado a su vida y a su liderazgo social, tratando de soltar el ego tóxico que los aleja de la paz interior. En esa búsqueda anda Mauricio Macri, que en los primeros días de su mandato ya encargó limpiezas espirituales de ambientes oficiales, siempre en consulta con su maestra “armonizadora”, y hasta se anima a difundir en redes sociales su simpatía por la figura de Buda Sidarta Gautama. Cada uno se relaja como quiere y como puede, pero dado que se trata del Presidente de la Nación, conviene entender cuán seria es la nueva fe presidencial y a qué atenerse si la sabiduría milenaria oriental empieza a influir como cultura de época en la vida de todos los argentinos.

Ya en sus tiempos de jefe de gobierno porteño, Macri quiso compartir públicamente sus inquietudes espirituales. En 2012, la Ciudad apoyó la visita del gurú Sri Sri Ravi Shankar, que dio una clase abierta y multitudinaria de respiración y meditación, técnica que enseña su fundación El Arte de Vivir en más de cien países, y que en la Argentina cautivó a celebridades de la talla de Marcelo Tinelli. En esa oportunidad, el propio Macri fue uno de los protagonistas de aquel encuentro, con su discurso “El amor a lo público”. Allí anticipó lo que años más tarde sería su eje de campaña electoral 2015 y de relato oficial en 2016: la relativización de las ideologías políticas y la disolución de la retórica confrontativa. También cabía en su doctrina de paz y amor la preceptiva ambientalista: “No hacen falta grandes acciones mundiales: solamente que cada uno se comprometa a cuidar el agua, a apagar la luz, a separar la basura, a usar más la bicicleta y menos los autos”, dijo entonces, y aquel ascetismo ecologista resuena hoy como un menú adaptable a la comunicación del superajuste tarifario vigente. En ese festival del buen vivir lo acompañaron figuras PRO como el rabino Sergio Bergman (hoy ministro de Ambiente) y el intelectual orgánico Alejandro Rozitchner, quien se manifestó más cercano a la filosofía oriental que al marxismo, defendió el entusiasmo budista de Macri y hasta reivindicó la literatura de autoayuda: “A mí me interesa mucho más Osho que Heidegger, que me parece un pelotudo”, declaró para el libro “Mundo PRO” (de Vommaro, Morresi y Bellotti). Aunque Rozitchner le acerca lecturas alternativas a Macri, parece que la curiosidad por la espiritualidad orientalista se despertó con la lectura de un best-seller autóctono. El periodista Ari Paluch le asegura a NOTICIAS que gracias a su libro “El Combustible Espiritual”, Macri se interesó por ciertas cuestiones existenciales, que derivaron en la consulta a una maestra budista con consultorio en el conurbano, que el Gobierno intenta mantener en el anonimato. Quien le presentó a su “armonizadora” fue el publicista radicado en Miami Joaquín Mollá, pieza clave de la comunicación de la campaña de “Cambiemos”, budista declarado y ferviente detractor de la dicotomía Izquierda/Derecha a la hora de pensar la política actual. Uno de los máximos funcionarios que lo acompañó en sus ocho años al frente de la Ciudad, dice que el punto de inflexión de Mauricio tuvo dos causas: la consolidación de su pareja con Juliana –tras otras experiencias frustrantes–, y la reelección porteña, que Macri valoró como la primera vez que fue reconocido socialmente por una gestión exitosa.

Ideologías. Aquí es donde la espiritualidad privada de Macri y el fenómeno político del macrismo zen se cruzan. Sea profundo o superficial, el berretín místico del Presidente es funcional a la necesidad estratégica de instaurar un relato alternativo que vaya neutralizando la lógica del conflicto permanente y “la Grieta” con la que gobernó el kirchnerismo y que se convirtió en el signo cultural de la última década. Tan importante resultó la misión de “construir al enemigo” para los Kirchner, que sus soldados culturales buscaron los ideólogos oficiales para fijar y desarrollar la doctrina hegemónica: así dieron con Ernesto Laclau, intelectual argentino importado de Europa, y –más culposamente, por su tufillo nazi– con los textos de Carl Schmitt, que bombardea con saña la noción de “consenso” de la democracia liberal. A esa obsesiva “construcción del enemigo” practicada por el kirchnerismo, el macrismo responde con la “deconstrucción” del enemigo K, esquivando el choque frontal, redibujando la cancha, dejando fuera de contexto la ilusoria “resistencia” peronista que prometen los militantes residuales de Cristina, mientras el peronismo real se quiebra por dentro para volver a conectarse con el verdadero poder de turno, que hoy es Macri. Para disolver esa grieta K, anclada en la pulseada socioeconómica clásica de la historia argentina, toda desideologización le viene bien al PRO, especialmente la que emana de la intimidad de su jefe: Mauricio enamorado de Juliana, Mauricio superpapi de Antonia, Mauricio amo de “Balcarce” (el perrito que reventó Facebook con la foto del sillón), Mauricio impresor de billetes con animalitos, Mauricio budista... Ni yanqui ni marxista, ni peronista ni gorila. Todo y nada: Zen.

¿Acaso será puro marketing? En el libro “El Arte de Ganar”, Jaime Durán Barba y su socio Santiago Nieto –cerebros de la comunicación estratégica PRO– se enfocan en la cuestión de cómo encarar la conflictividad inherente a toda campaña y gestión política. El ensayo comienza con una cita de Néstor Kirchner: “En la vida las cosas se ganan peleando”. Y aunque Durán Barba y Nieto enseñan básicamente técnicas de ataque inteligente en su manual, contrastan la virulencia K con la filosofía oriental del combate a la adversidad. “Luchar es importante en la vida, pero la inflexibilidad es madre de la tragedia”, escriben. “En el Tao te King dice Lao Tse que cuando un árbol está muerto, sus ramas son rígidas y se rompen con el viento, mientras que cuando está vivo, son dúctiles y se mecen con la brisa. El atacar por atacar normalmente conduce al fracaso”. Menos Jauretche y más yoga, sería la consigna resumida para la formación de jóvenes cuadros políticos PRO. Y el ejemplo del Gran Líder, meditando para destilar lo peor de su ego, calza perfecto.

Sin embargo, en el entorno de Marcos Peña niegan enfáticamente “on the record” que el budismo de Mauricio se refleje en la dinámica de los equipos de gestión. En “off the record”, no obstante, otra voz de la jefatura de Gabinete asegura que podría contar bastante al respecto, pero que “es algo que se puede prestar a una mala interpretación, o a que sea sacado de contexto, y nos haga quedar como unos boludos. Lo lamento”. Sus temores son razonables, incluso hacia la interna PRO. Uno de los legisladores que hilvana el quorum parlamentario oficialista apunta al grupo de Marcos Peña como núcleo de “toda la onda de meditación”, y advierte que son gestos que quizá contrariaron al Papa Francisco. “Me queda la duda de si los que siguen estas ideas New Age lo hacen por convencimiento o porque es progre y queda bien. Tal vez se busca suplir la mística que falta”. La fuente señala que la movida budista en la mesa chica macrista no cae bien entre los dirigentes que asocian los valores éticos y la acción solidaria PRO a la fe cristiana, sin perjuicio de una postura ecuménica de la cultura partidaria.

No obstante, hay quienes ya ven rastros de las prácticas “armonizantes” en la alta gestión del Gobierno. Una pieza clave del nuevo armado oficialista porteño cree ver en el management compartido de Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, los CEO captados por Macri para coordinar el Gabinete, un ejemplo de la influencia budista en el estilo delegativo y horizontal de la administración cotidiana del poder. “Mauricio los piensa como mediadores y equilibradores de egos, un tema que lo obsesiona en la política y en la vida personal, donde viene de sufrir la muerte de 4 amigos cercanos, lo que acentúa su reflexión sobre la finitud y los límites de la soberbia del poder”.

Budanomics. Si la semilla de Buda creciera en serio en el entorno presidencial hasta consolidarse como cultura de época en la era MM, ¿sería favorable a la recuperación económica argentina? Alberto Puglisi , fundador de la Asociación Argentina de Budistas, se pregunta: “Por qué la prosperidad acompaña a países budistas o a países donde la práctica es importante, como Taiwán, Corea o Japón?” A simple vista, la doctrina del desapego de lo material parecería un obstáculo para el desarrollo de los negocios. Pero en la práctica, lo que el budismo condena es el desborde del consumismo y la codicia de los egos desmesurados: la riqueza no está explícitamente prohibida. “El budismo ordena los pensamientos dispersos y ayuda a concentrar los esfuerzos de las personas y de las sociedades que lo adoptan”, explica.

Después de un siglo se sigue discutiendo a favor y en contra de la teoría del sociólogo alemán Max Weber acerca del vínculo entre la ética protestante y el desarrollo del capitalismo, por la cual la riqueza era una señal divina y el apego al trabajo, una vocación en sentido religioso. Muchos teóricos señalan los preceptos milenarios budistas que regulan las relaciones laborales como motores de prosperidad y desarrollo: la observancia de la puntualidad, por ejemplo, que casualmente –o no– Macri implementó en sus reuniones de gabinete porteño, con multas dinerarias para los ministros impuntuales. El ideal budista es la búsqueda de relaciones económicas no antagónicas, donde la motivación principal del trabajo (empresario y del empleado) debería ser el aporte creativo a la sociedad, del cual derivaría la fortuna.

Lo cierto es que el budismo es utilizado como filosofía aplicada al management en las grandes escuelas de negocios de Occidente. El experto en Liderazgo Shalom Saada Saar les enseña a sus alumnos de Harvard y el MIT su triángulo de Auto-conocimiento para líderes: sus vértices son el Confucianismo (relaciones interpersonales), el Taoísmo (entendimiento del ambiente) y el Budismo (comprensión del Yo). Un camino de transformación personal entre la ciencia y la religión.

¿Buda también será argentino?

*Editor Ejecutivo de NOTICIAS.

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por Silvio Santamarina*

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