Llegó el momento de narrar lo que en el PRO se considera un “caso testigo” de cómo Juliana Awada ejerce su poder en las sombras. Es la historia de Diego Santilli y su ex pareja, la famosa periodista Nancy Pazos. Dos de los protagonistas de los hechos hablaron para el libro “Juliana” con la condición de que no se los identificara como fuentes de la información.
Ya se sabe que la trama terminó en una escandalosa separación, pero conviene empezar por cómo arrancó.
Santilli, hoy segundo del Gobierno de la Ciudad, es uno de los macristas históricos que acompañaron al jefe desde sus comienzos. Cuando de cara al año 2011 dijo que le encantaría “ser jefe de Gobierno”, pensando en que Macri competiría en las presidenciales y dejaría ese casillero libre, las alarmas en el PRO sonaron.
Juliana, ya casi esposa de Mauricio, le dijo a él lo que pensaba: que detrás de esa movida estaba la ambiciosa Nancy Pazos. Santilli por sí solo no podía ser capaz de lanzarse a ese desafío, y menos de manera inconsulta.
Macri la escuchaba, pensativo.
Entre Awada y Pazos definitivamente no había onda. La primera no soportaba el estilo estridente de la segunda: Nancy opinaba sobre todos los temas, no se callaba nunca, incluso se animaba a discutir mano a mano con Mauricio y a darle consejos delante de otros.
Insoportable para Juliana.
Por esos días, en el cumpleaños de “Nicky” Caputo, el jefe le dijo a Santilli:
–Yo te quiero a vos en Pilar, de intendente.
Confinarlo a su funcionario a ese agreste municipio de la zona norte del conurbano era una manera brutal de bajarle los humos.
Cuando Nancy escuchó la oferta de boca de Santilli enfureció:
–¿Pero vos no le escupiste en la cara? Vos acá sos el tercero, detrás de “Gaby” Michetti que no existe y de Larreta…
Santilli días después le comunicó su negativa al jefe y le explicó que estaba para más. Por entonces era su ministro de Ambiente y Espacio Público y tenía una notable presencia en los medios, producto de la habilidad y la agenda de su mujer periodista.
Macri aceptó el “no” de mala gana.
Poco después volvieron a verse, esta vez los cuatro: Santilli y Nancy contra Mauricio y Juliana. Fue en una cena que organizó el ministro con un grupo de comerciantes de la zona norte del conurbano, en un restaurante de Belgrano, sobre la avenida del Libertador. La cena había comenzado sin Macri, quien llegó al rato con su esposa.
–Hola, Diego –lo saludó a su funcionario.
Y luego habló Juliana:
–Ah, hola, ¿cómo anda el señor al que le queda chico Pilar?
Santilli pasó por alto el venenoso comentario.
Su mujer se quedó paralizada.
Awada estaba al tanto de los detalles más mínimos. Y pasaba factura sin perder su sonrisa encantadora.
Nancy hace poco le contó a un amigo:
–En la cabeza de ellos, yo era la que se había negado a que Diego fuera a Pilar.
También concluyó:
–A Macri le encantan los empleados, no los aliados. Y yo laburaba para Santilli, no para él. Le parecía inmanejable.
La periodista dijo que nunca vio a ninguna primera dama manejar su poder “de una forma tan femenina” como Awada, sin ir al choque, como hacían los hombres, sino desde la trastienda.
–Es divina –la elogió ante su amigo–. Eso sí, le falta pedigreé.
Los encuentros entre las dos parejas, que al comienzo de la relación de Macri y Juliana eran frecuentes, empezaron a espaciarse.
Y un día, Macri le dijo a Santilli:
–Por favor, no la traigas más a tu mujer.
Era un pedido de Awada.
Durante años Santilli y su mujer habían sido invitados permanentes de él en su departamento de Barrio Parque. Pero eso fue hasta que apareció Juliana.
Y eso que el ministro y la periodista le habían regalado a la primera dama porteña una hermosa bicicleta negra de estilo inglés, con cuero en los manubrios, igualita a la que ella les había elogiado cuando estuvo en su casa. El detalle pareció no sensibilizarla.
Santilli y la marginada Nancy se separaron en marzo de 2013, cuando él hizo las valijas y abandonó el departamento que compartían con sus tres hijos.
Poco antes del desenlace, Santilli tuvo una reunión reveladora con Macri. Hay dos versiones de cómo fue la charla.
–¿Qué problema tenés con Nancy? –le preguntó Santilli en la versión que le transmitió a su entonces mujer.
–Mirá, yo no me quiero meter –avanzó el jefe–. Pero me parece que lo mejor para vos sería estar con una mujer que te hable de otras cosas cuando llegás a casa, que te escuche, que el hogar sea un relax…
Según esa versión, Santilli le respondió:
–Mauricio, yo a Nancy la conocí así. Te agradezco tu preocupación, pero a mí me ayuda ella.
La segunda versión es la que el mismo Santilli le confió a algunos amigos:
–Mauricio fue un gran consejero mío en la separación. Fue la primera mía, él ya tuvo tres…
En esa segunda versión, el funcionario parece más receptivo al consejo del jefe. Que era, claro, el mismo consejo de Awada.
Por esos mismos días, Marcos Peña, mucho más desconocido que hoy, contactó vía correo electrónico a Pazos y le pidió una reunión sin especificar el motivo.
Ella reaccionó ante Santilli:
–Es un tarado, que te pida permiso a vos si quiere verme.
Una vez que se cumplió la formalidad, la periodista y el funcionario se vieron las caras. El aplicado Peña, por orden de sus superiores, intentaba llevar la conversación hacia lo que Nancy pretendía hacer con la carrera de Santilli. Ella, divertida, se entretenía hablando del macrismo en general y de su jefe Mauricio en particular.
–Toda esa charla fue un sinsentido –me comentó un testigo del incómodo encuentro.
Hubo otro momento de tensión antes del final y fue en la fiesta de casamiento de Augusto Rodríguez Larreta, el hermano de Horacio, el actual intendente porteño. Por esos días de octubre de 2012 el PRO estaba convulsionado porque “Gaby” Michetti le acababa de decir “no” a Macri, quien quería que fuera candidata a gobernadora en la provincia de Buenos Aires. Ya por entonces la actual vice se mostraba indomable.
En la fiesta, Nancy Pazos interceptó al jefe desairado:
–Mauricio, una pregunta y te dejo tranquilo. ¿Qué le dijiste a “Gaby” después del “no”?
Macri quiso evadirla:
–No, yo ya sabía. Cada uno hace lo que quiere.
Pazos se puso firme:
–Alguna vez tenés que bajar línea, no que cada uno haga lo que quiera. Digo, si querés ser Presidente.
Macri dijo con tono zen:
–Si tengo que llegar, llego… Si no, la tengo a Antonia, a Juliana…
–No digas eso que nos desalentás de una manera terrible –se enojó Nancy–. Mi marido se levanta todos los días a las 6 de la mañana para que seas Presidente y vos decís eso…
–¿Vos querés decir que llegué de casualidad adonde estoy? –ironizó Macri.
–De casualidad, no. Con todo lo demás destruido. Vos tenés que convencer a tus dirigentes –la periodista lo seguía aguijoneando.
–Bueno, Nancy… –el jefe trató de sacársela de encima.
Ella propuso:
–Si querés un día nos juntamos y lo hablamos bien. Pero te voy a hablar como Nancy Pazos, no como la esposa de Santilli.
Macri sonrió con gesto sobrador:
–Sí, a mí queda muy claro que vos sos vos. Lo que no me queda claro es si Santilli cuando habla es Santilli o si sos vos…
–¿Sabés qué? –explotó Nancy–. Vos sos un hijo de puta. Chau, me voy a bailar con el mejor de la fiesta, que es mi marido.
Fue la última vez que hablaron.
Dos semanas después, Santilli acudió a una reunión en la casa de “Nicky” Caputo, el otro yo de Macri, y tardó más de la cuenta en volver. Llegó a su departamento de madrugada, y con gesto demasiado serio.
–Después de esa noche él ya no fue el mismo conmigo –le dijo Pazos a un amigo.
Su discusión con Macri en la fiesta de casamiento había precipitado todo.
En agosto de 2013, la ruidosa separación terminó de finiquitarse cuando Santilli –ya mudado– apareció junto a una sensual modelo, Analía Maiorana.
La modelo le dijo alegremente a la revista Gente:
–Los dos estamos solteros, ¡no es pecado!
Un año después se casaron.
Lo que Nancy Pazos no sabía hasta hoy es que entre las amigas de la modelo que vino a reemplazarla hay una muy especial, con la que la nueva novia se conocía desde hace un largo tiempo.
Es Juliana.
El propio Santilli me dijo:
–Analía la conocía de antes a Juliana. También a otros amigos de Mauricio, Gustavo Arribas y Martín Seefeld, el actor.
Pero no largó más prenda que esa.
Contó, eso sí, que con Maiorana había vuelto a cenar al departamento de los Macri, donde su ex tenía el ingreso prohibido.
Su carrera retomó un rumbo prometedor.
Está casado con una amiga de Juliana, y no con una periodista impertinente a la que los Macri –es decir, la que persuade y el que cree que manda– consideran un estorbo.
¿Awada, la amiga de Maiorana, había oficiado de celestina?
Mejor no hacer conjeturas.
por Franco Lindner
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