Su pelo furiosamente platinado y sus anteojos de sol son una marca. También su popular frase “Arte, arte, arte” –con la que firma sus mails en letras de colores– y sus proyectos faraónicos, desde su Partenón de libros prohibidos hasta su lobo marino cubierto de envoltorios de alfajores o La Menesunda, que expuso por segunda vez en el Museo de Arte Moderno (la primera fue en el legendario Di Tella). A los 73, Marta Minujín no piensa en el retiro. Trabaja todos los días en la casona de 1890 de San Cristóbal donde nació y donde su abuelo tuvo un negocio de venta de uniformes, la Casa Minujín.
Un miércoles de otoño se la puede encontrar así: vestida con un mameluco blanco y pegando tiritas fluorescentes sobre un cuadro hasta que siente que está terminado. En cada rincón de la vieja casa están sus creaciones: minotauros de metal, cabezas gigantes, colchones.
Noticias: Tiene su taller en la casa en la que nació. ¿Por qué?
Marta Minujín: Durante muchos años viví en París y Nueva York y hacía un arte conceptual que no necesitaba taller. Cuando volví a Buenos Aires empecé a hacer otras cosas. ¿Y dónde iba a meter todas estas monstruosidades? Simultáneamente Casa Minujín quebró, mi padre la compró y luego lo hice yo. Sería imposible trasladar mi obra, todo es pesadísimo, engorroso, no es fácil.
Noticias: Está casada hace más de 50 años con el mismo hombre. ¿En algún punto se ve conservadora?
Minujín: No. A todo el mundo le sorprende que esté casada con una misma persona. El amor lo busqué desde chiquita y lo encontré, después quise tener hijos, nietos, todo rápido, pasar esa faceta de persona normal para después dedicarme ciento por ciento al arte. Me hubiese sentido frustrada si no tenía hijos y si no me enamoraba de nadie también. En el fondo soy mujer, y en ese entonces, hace 50 años, ser mujer era mucho más mandato. Ahora me siento libre porque ya hice todo. Sigo con la misma persona porque nos llevamos bien y porque no tuve tiempo de ponerme a pensar en las relaciones interpersonales, mi libido está en el arte.
Noticias: ¿Qué comparten?
Minujín: Él es economista. Compartimos la vida cotidiana. No tenemos amigos en común, no nos gusta lo mismo, las vacaciones sí las pasamos juntos. A los 16 años lo llevé al Sur, a un lugar donde no había nadie y le gustó.
Noticias: ¿En su casa de la Patagonia se desconecta?
Minujín: Sí, leo muchísimo. Es una casa que heredé de mi familia. No hay luz, no hay internet. Me crié a caballo, hice vida salvaje. Si no voy me siento mal. Las montañas son obras de arte: tienen una dimensión impresionante, los lagos, la naturaleza, el viento. Una dimensión estética muy fuerte.
Noticias: ¿De dónde se siente?
Minujín: Ciudadana del mundo pero Made in Argentina. Es lo mismo que le puede pasar a Maradona en Dubai. Conozco mucho más Nueva York que Buenos Aires, quizás porque cuando vivía allá no tenía dinero y andaba caminando. Pero soy de acá porque todas las obras que hice están inspiradas en el país: la pelota de fútbol de dulce de leche, el obelisco de pan dulce, el lobo marino de alfajores.
Noticias: ¿Le gusta que la reconozcan en la calle?
Minujín: No me gusta, pierdo tiempo. Todo el mundo se quiere sacar una foto, y soy buena de naturaleza, me la saco y me mareo. El artista plástico es un ser solitario.
Noticias: ¿Qué artistas de hoy le interesan?
Minujín: Marina Abramovic me gusta. Frank Stella, un genio. De Damien Hirst me gusta que hizo un quiebre con los animales en formol. Pero prefiero casi ni mirar y hacer lo mío. Porque tengo una cantidad de proyectos gigantes, que a la larga logro hacer, pero me tengo que concentrar.
Noticias: Siempre habla de un proyecto a futuro.
Minujín: Sí, ahora estoy con el laberinto del Minotauro, que va a ser interactivo, y con el Partenón de libros. Después le voy a pagar la deuda externa griega a Alemania con aceitunas.
Noticias: ¿Nunca tuvo una crisis vocacional?
Minujín: No, de lo único que me arrepiento es de no haber estudiado filosofía de la arquitectura. Como era en el Renacimiento, cuando los pintores eran arquitectos y filósofos. En realidad, tengo una filosofía propia. Ahora estoy escribiendo mi autobiografía, basada en las cartas que les mandaba a mis padres desde París y Nueva York.
Noticias: ¿Tiene ganas de contar su vida?
Minujín: Me lo ofrecieron y dije ¿por qué no? Leo las cartas y me maravilla lo madura que era a los 17 años, como tenía claro lo que quería hacer.
Noticias: ¿Con sus padres cómo fue la relación?
Minujín: De lejos me llevaba bien. No querían mandarme a Bellas Artes, así que fui por mi cuenta. Entré a los doce y el primer día había una persona de 40 al lado mío. Hice las tres escuelas y no las terminé, de ahí me lancé sola. En el medio a mis padres se les murió mi hermano de leucemia. Entonces me liberé, toda la tensión estaba sobre eso. La muerte de mi hermano también me afectó. Ahora no me afectan tanto las muertes. Muchos amigos se murieron, pero siento que no se mueren, que están en el recuerdo. No me crea un vacío.
Noticias: A comienzos de los 2000 la detuvieron en Ezeiza por tenencia de drogas. ¿Qué significó ese hecho en su vida?
Minujín: Fue fantástico porque todo cambió. Estaba esclava de la droga, no podía parar un minuto. Empecé a tomar en los '70 porque todo el mundo lo hacía y el único lugar donde manifestarse eran las discotecas. Me servía para trabajar, igual que a Charly García y a todo el mundo. Después de estar presa 24 horas nunca más probé, fue un shock. Perder la libertad es lo peor, me hizo un click. Rarísimo, pero me liberé, fue lo mejor.
Noticias: ¿Las drogas la ayudaron a crear?
Minujín: Al principio sí, después no, era molesto porque pensabas nada más que en eso. Ahora no tomo ni alcohol.
Noticias: ¿Cuántos años le gustaría vivir?
Minujín: Mientras tenga energía y no tenga que ir al médico puedo vivir. No voy al médico hace 35 años.
Noticias: ¿Piensa en el retiro?
Minujín: No. Me voy a morir trabajando. Si no tengo trabajo, lo invento. Estoy entusiasmada con un proyecto de una pelota gigante de dulce de leche en una cancha de fútbol que tenga pegada miles de Vauquitas. O hacer la torre Eiffel de pan baguette. Me gusta trabajar con la comida, hice la Venus de milo de queso, la estatua de la libertad de frutillas.
Noticias: ¿Qué le gusta comer?
Minujín: Soy una salvaje para comer, como cualquier cosa, mal y con la mano. El peor plan es que me inviten a cenar, me aburro. Tengo que comer parada, caminando o leyendo. Me gusta el arroz con leche, el pan con manteca. Tampoco me gusta cocinar porque es demasiada creación, prefiero limpiar porque transforma.
Noticias: Hace poco terminó La Menesunda. ¿Cómo vivió esta segunda puesta en relación a la primera?
Minujín: La gente se enloqueció igual. Es una instalación con elementos que no tienen nada que ver con pintar un cuadro. La Menesunda fue eso, una instalación donde la gente se metía y vivía en arte.
Noticias: ¿Cambió la crítica de la obra?
Minujín: En los ´60 fue un escándalo, los diarios decían que era loca o tarada. Ahora me aplauden, en el momento me rechazaban.
Noticias: ¿Qué relación tiene con el dinero?
Minujín: Últimamente tengo la teoría del canje, corrompo a la gente a través del arte. Le doy un cuadro a un hotel y voy a comer a ese hotel. Pinto un mural en un bar y tomo en ese bar. Es como vivir gratis. Hoteles en todas partes del mundo: el Waldorf Astoria, el Mondrian de Los Ángeles, en París. No sé cómo hago pero hablo con el dueño y lo convenzo, le doy la obra y se vuelven locos. Es valorizar más mi arte y lo de ellos. Les doy arte a cambio de habitaciones.
Cecilia Boullosa
@chicaelectrica
Fotos: Marcelo Escayola.
por Cecilia Boullosa
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