Excéntricos, millonarios y conflictivos. El matrimonio de Victoria Vanucci y Matías Garfunkel no pasa inadvertido y ellos se esmeran en que así sea. Con el nuevo gobierno, huyeron a Miami en pleno desmantelamiento de sus empresas periodísticas –alimentadas por publicidad K– y acusaron de mafioso a su ex socio, Sergio Szpolski. Y ahora quedaron salpicados por la difusión de fotos prohibidas, algunas de ellas crueles con animales y otras de alto voltaje erótico y sádico, que se convirtieron en un escándalo y que ellos atribuyeron a esta guerra de negocios.
Al matrimonio Garfunkel se lo conoce por su sobreexposición mediática. Él disfruta con la belleza de su mujer y, no sólo la fotografía con poca ropa en distintas circunstancias, sino que también se jacta en las redes sociales de ese cuerpo escultural. Parecen unidos por una atracción fatal. Quizás perversa por sus gustos exóticos. Sino, ¿cómo podría calificarse el hecho de posar sonrientes, con un habano en la mano, pisando el cadáver de un cocodrilo recientemente cazado?
Una cuenta fantasma de Twitter, @MucamaGarfunkel, divulgó imágenes de la pareja, realizadas en una producción fotográfica artística, donde se muestra lo que más les gusta hacer: provocar. Voyeurismo, herejías y sexo grupal es el menú temático elegido para este book privado cuya difusión, por supuesto, fue denunciada por el matrimonio Garfunkel por violación a la intimidad. En una de ellas, él está disfrazado de cura dentro del confesionario y ella, desnuda, le toma la mano. En otra, Victoria posa sobre la mesa de un altar como una ofrenda y el propio Matías, sentado, parece a punto de darle una palmada en su cola. “50 sombras de Grey” en versión criolla.
Sintieron las filtraciones como un ataque y se defendieron, desde Miami, con los tapones de punta. Sin nombrar a nadie, acusaron a “personas poderosas” de haber filtrado este material. “Todas estas filtraciones las estoy teniendo por nombrar a gente importante”, aseguró Vanucci por tevé. En la Argentina, Garfunkel mantiene una guerra sin cuartel con su ex socio Szpolski con quien, durante los años del kirchnerismo, compartieron el grupo de medios Veintitrés, que fue desmantelado. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de las deudas que se mantienen con los empleados. Ni tampoco responden a qué bolsillo fueron a parar los millones de la publicidad oficial K. De hecho, esa disputa habría sido uno de los motivos por el que Garfunkel se fue del país, a pesar de que él argumentó que lo había hecho porque estaba amenazado.
En un comunicado, Garfunkel pidió disculpas por las fotos filtradas, endilgó la responsabilidad a “demasiados cretinos” y asegura que cerró un “círculo perverso”, ese mismo que él había ayudado a construir.
Tal para cual. Él, un millonario por herencia. Ella una vedette y modelo en ascenso. Ambos venían de divorcios conflictivos y a fines del 2010 decidieron dejar todo atrás para comenzar su propia historia juntos. “Matías buscaba la fama y por eso estaba quería conseguir una esposa famosa”, aseguran en su entorno.
Ostentoso, caprichoso y con ínfulas de pertenecer al jet set, Garfunkel buscaba tener a su lado una mujer que levantara suspiros y envidia en el resto de los hombres, pero que además le aportara a él algo de glamour y le sirviera de puerta de entrada al mundillo de los famosos. “Cumplió con la formalidad de casarse con alguien de su colectividad (Mariana Gersztein) y una vez divorciado empezó a salir con modelos”, explican.
“A Vanucci no la conoció mientras los dos caminaban casualmente por la Quinta Avenida de Nueva York como ellos dijeron, sino que se la presentó un amigo del ambiente y después se fueron juntos a Estados Unidos”, aseguran en su entorno. La nueva conquista del millonario heredero lo obnubiló rápidamente y formalizaron al poco tiempo. “Ella lo dio vuelta y él quedó loco”, afirman quienes los frecuentaron en esa época.
En esta relación, ambos ganaron. Él, al fin, consiguió una mujer deseable y ella, se coronó como una reina rodeada de lujos. “Matías siempre fue de ostentar. Ella no. Tampoco tenía con qué. Pero desde que se casó actúa como él. Tenían diez empleadas domésticas”, asegura un allegado que conoció la vida de la pareja en el petit hotel de Belgrano.
En esta vida de caprichos, las excentricidades se volvieron moneda corriente. “Él suele preguntarle: ‘¿A dónde querés ir hoy?’ y se van a desayunar a París”, juran en su entorno. Garfunkel fue un niño consentido y ese es su modo de relacionarse con Victoria. Es de los que creen que todo puede conseguirse con dinero. “No quieren perderse una. Desde un safari en África hasta ser tapa de revistas mostrando sus mansiones”, comentan.
Mientras la apasionada relación crecía y ellos insistían en exhibirse cada vez más, los negocios traerían una nueva vidriera al matrimonio. Cuando Garfunkel le compró a Sergio Szpolski la mitad del Grupo Veintitrés no sólo invirtió en el conglomerado de empresas más beneficiado por la década ganada, sino que además consiguió un lugar propio donde mostrarse. El manejo de los medios tendría la impronta de ambos.
“Quiso comprarse los medios para ‘ser cool’. Quiso comprar estilo porque no lo tiene. Él quería ser amigo de Pergolini, ser reconocido en ese círculo. Es un cholulo”, resumen en las radios del Grupo. Mientras Garfunkel hacía esfuerzos por crear un personaje, Victoria también modificó sus hábitos, según cuentan quienes la conocen. “Con él se le subieron los humos a la cabeza. No es querida en el ambiente, porque hizo echar a mucha gente de los medios del marido. Se volvió una déspota”, aseguran fuentes que la frecuentaron antes y después del matrimonio. Esto le valió el mote de “Reina Victoria”.
La revista “El Sensacional” fue el mejor de los ejemplos. “Pasó a ser el panfleto de Vanucci. Por un lado, hacía producciones de fotos, y usaba a los medios para mostrar sus excentricidades, como el lujo de su casa en medio de una pelea de paritarias. Y, por el otro, atacaban a aquellos que no les agradaban con informaciones falsas”. Marcelo Tinelli, Daniel Hadad y Nacho Viale fueron algunas de sus víctimas.
Punto de quiebre. Todo parecía color de rosas para la pareja y así se esmeraban en demostrarlo. Sin embargo, el empresario y la extenista sufrieron un revés letal en forma de derrota electoral. “Ellos eran muy amigos de (Daniel) Scioli y Karina Rabolini. Se juntaban a comer muy seguido y Matías y Victoria estaban convencidos que iban a ser íntimos de la pareja presidencial e iban a poder hacer más negocios”, comentan en el entorno de Garfunkel. El ballottage frustró ese sueño y la pareja quiso abandonar el barco. Ella quería vender todo y llevarse el dinero.
Decidieron entonces radicarse en Miami y huir de los problemas en Argentina. Aunque no lo lograron. La familia de ambos les soltó la mano. Victoria denunció ante los medios que durante su infancia había sido objeto de violencia por parte de su padre y con la complicidad de su madre. “A los 14 años me revoleó un vaso por la cabeza y me cortó el codo. Terminé en el hospital”, rememoró Vanucci. La familia negó los hechos pero el cruce de acusaciones no se frenó.
La disputa de Matías, en tanto, está judicializada. En diciembre último, el empresario denunció que sus cuentas de Twitter y mail habían sido hackeadas. En la presentación incluye como sospechoso a uno de los hijos que tuvo con Gersztein y asegura que tiene mala relación con él, sus dos hermanos y también con su ex esposa. La Justicia, en tanto, lo investiga por múltiples causas, en especial su rol como directivo del Grupo Veintitrés y una posible evasión millonaria.
El matrimonio Vanucci-Garfunkel no puede abandonar la polémica. Aunque la provocación es su bandera, hoy pareciera que se les fue de las manos.
por Daniela Bianco, Marcos Teijeiro, Giselle Leclercq
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