Siria es desde hace casi seis años escenario de un conflicto que ha causado más de 260.000 muertos. Al menos 2.826 personas han muerto durante el pasado mes de marzo, una cifra similar a la de febrero: 2.854 fallecidos.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) precisa que dentro de ese recuento hay al menos 858 civiles, de los que 141 eran menores de edad y 131 mujeres.
De esos civiles, el 30% perecieron por los bombardeos de la aviación gubernamental siria y la rusa; y 9% por disparos de proyectiles de las fuerzas del régimen. Otras 31 personas fallecieron por el impacto de proyectiles de facciones rebeldes e islámicas; y otras siete por el grupo Estado Islámico (EI); mientras que unas 15 fueron asesinadas por el EI y cinco por facciones islámicas.
Además, 14 civiles perdieron la vida por bombardeos turcos y disparos de la guardia fronteriza turca. En esta suma, otros 57 ciudadanos fallecieron en atentados con coches bomba, o perpetrados por suicidas que llevaban adosados a sus cuerpos cinturones explosivos.
En este crudo recuento, la OSDH asegura también que ocho personas perecieron por la falta de medicinas en el país y 46 por la explosión de minas.
Claro que las acciones militares de la coalición internacional, liderada por EE.UU. (y cuatro por las Fuerzas de Siria Democrática, una alianza armada liderada por milicias kurdas), también dejan muertos: 281 civiles, un 30% del total, perecieron por sus bombardeos.
Una escalada militar en la zona seguramente acrecentará el número. A la cifra de 30 niños muertos por armas químicas de la semana pasada, una guerra la multiplicará por cien.
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