Friday 29 de March, 2024

OPINIóN | 22-10-2017 23:22

Macri empieza a temerle al “tiburón” Carrió

Por Franco Lindner | En el PRO creen que el amplio triunfo de su socia en Capital alteró la relación de fuerzas. ¿Aumentarán las críticas de “Lilita” al Gobierno?

Cuando está en confianza, el Presidente compara a su socia Elisa “Lilita” Carrió con un temible tiburón.

–Cuando ataca a alguno de nuestros rivales, todo muy lindo –bromea–. Pero cuando ves que la aleta enfila hacia donde estás vos...

Y deja la metáfora sin terminar, aunque la expresión de su cara lo dice todo.

Mauricio Macri ha aprendido a convivir con ese peligro porque siente que no tiene opción. Luego del aplastante triunfo de la cofundadora de Cambiemos en territorio porteño, donde se impuso con el 50 por ciento de los votos contra 22 de Daniel Filmus y 12 de Martín Lousteau, la relación de fuerzas en la coalición gobernante inevitablemente se modificará. La pregunta que se hacen los macristas puros es inquietante: si “Lilita” ya imponía sus condiciones y criticaba al Gobierno antes de esa victoria consagratoria, ¿qué pasará ahora que se sabe más fuerte que antes? ¿La aleta del tiburón enfilará finalmente hacia Macri?

Hace tres años, en 2014, sellaron su acercamiento a pesar de las muchas y obvias diferencias entre ambos.

–Yo no confío en Macri –explicaba ella–, pero soy una estratega. Y el único que puede sacar a los K del poder es él.

La primera charla fue en el departamento que Emilio Monzó, una de las espadas del PRO, tiene en la Avenida del Libertador y Talcahuano. Fue un encuentro de lo más reservado. Primero hubo cena, y después de la ronda de cafés los dejaron solos.

–Estuvieron encerrados un rato largo, cara a cara y sin testigos –me confió uno de los presentes–. Se dijeron todo lo que se tenían que decir. Ese fue el germen de Cambiemos.

Uno de los primeros temas que Carrió y Macri tocaron en aquellos primeros encuentros secretos fue el del padre de Mauricio, Franco, salpicado por las recurrentes denuncias de corrupción de la “patria contratista” que se enriquecía con los negocios con el Estado. Ella le informó a él:

–La corrupción no es negociable.

Y él la fue convenciendo de que opinaba lo mismo, a pesar de su pasado familiar. Carrió sacó una conclusión de esos encuentros:

–Mauricio quiere ser otra cosa, no la mafia. De Franco no puedo hacerme cargo.

La consideración que el Presidente tenía hasta ahora con su explosiva aliada se explica en esos términos: el aval de ella –convertida en un símbolo de la transparencia por su historial de investigaciones y denuncias contra políticos y empresarios de todo pelaje– lo purifica. Si “Lilita” se muestra dispuesta a apoyarlo, Mauricio debe ser honesto. Ella es su escudo moral y lo defendió en casos como los del Correo y los Panamá Papers. Pero habrá que ver si su estómago segirá digiriendo esos escándalos tras arrasar en la Capital.

Lo cierto es que, demasiado a menudo, “Lilita” también fue al choque. No contra Macri, sino contra otros que están debajo suyo en la cadena alimenticia de Cambiemos.

El primer integrante del PRO en ver la aleta del tiburón enfilando hacia él fue Daniel “el Tano” Angelici, el presidente de Boca, a quien Carrió acusó de ser un operador macrista ante el Poder Judicial. En la mesa televisada de Mirtha Legrand soltó:

–Necesitamos jueces independientes. Y Angelici se está reuniendo con jueces y fiscales. Le pido a Mauricio Macri que lo retire.

El primo del Presidente, Jorge Macri, es otro que sufrió el poder de fuego de “Lilita”. El actual intendente de Vicente López era una fija para encabezar la boleta electoral de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, pero la chaqueña lo bajó de un hondazo:

–Yo no voy a avalar a delincuentes en las candidaturas –dictaminó, y ni siquiera se molestó en aportar pruebas.

Al día siguiente de esa frase, los primos Mauricio y Jorge se sacaron una foto juntos en Olivos. Y el segundo pidió clemencia en un reportaje:

–Si nos juntamos con Carrió, le voy a sacar muchas dudas...

Pero no pudo ser.

También el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, sabe lo difícil que es Carrió, quien lo tiene entre ceja y ceja desde hace años y asegura que no puede explicar su evolución patrimonial.

Dicen que Lorenzetti se desahogó con Macri después de un viaje de “Lilita” a los Estados Unidos:

–¡Fue solo para ver si encontraba alguna cuenta a mi nombre! ¡Está cebada!

Pero el Presidente se encogió de hombros:

–Yo no la controlo. Ella es así...

El propio Macri se comporta con ella como quien se sabe en deuda. Le rinde cuentas, la recibe con frecuencia llamativa –no solo en Olivos, sino también en su quinta Los Abrojos, un lugar reservado a los íntimos– y le hace caso en mucho de lo que dice. El poder mediático y la alta imagen de “Lilita” lo impresionan. Hasta a sus funcionarios les advierte sonriendo:

–No hagan cagadas porque si no les mando a Carrió.

Ellos se lo contaron a “Lilita”. Los integrantes del PRO suelen peregrinar a las oficinas de su fundación Hannah Arendt o a su casa de la localidad de Exaltación de la Cruz, a 90 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Por ejemplo, Guillermo Dietrich, el ministro de Transporte, fue a explicarle en persona en qué consistían las licitaciones para las aerolíneas low cost o las autopistas que planea construir. Carolina Stanley, la titular de la cartera de Desarrollo Social, también la consulta. E incluso el jefe de Gabinete, Marcos Peña, ha logrado una aceptable relación con ella a pesar de los prejuicios que Carrió tenía. Lo mismo ocurre con Mario Quintana, uno de los ex CEOs que trabajan al lado de Peña, y con José Torello, el ex Newman y actual jefe de asesores del Presidente.

Macri sabe que su aliada es impredecible, como lo demuestra la larga lista de espacios rotos que lleva en su haber. En 2001 renunció a la UCR y desgajó un poco más a la Alianza que ya había recibido un duro golpe con la renuncia del vicepresidente “Chacho” Álvarez. En 2002 divorció al ARI de su socio, el Partido Socialista. En 2006 abandonó su propia creación, el ARI, en desacuerdo con los otros integrantes. En 2010 rompió el Acuerdo Cívico y Social en el que había compartido cartel con la UCR y el Partido Socialista. En 2014 abandonó el Frente Amplio UNEN que aglutinaba a las principales fuerzas progresistas y se aventuró al desafío de Cambiemos, con Macri a la cabeza. En eso sigue hasta ahora, aunque sus críticos la describan como una bomba de tiempo.

Cada vez que choca con Macri y su elenco, en Cambiemos prenden velas para que la coalición no vuele por el aire. En esas ocasiones, los dos socios tienen una fórmula para apaciguar los ánimos.

Ella la reveló en un reportaje en televisión:

–Con Macri nos peleamos. Pero después comemos. Además, Juliana es divina y Antonia es un sol.

–¿Se mete Juliana cuando se pelean?

–No. Nosotros solos. El ingeniero y la abogada. Comemos y después está todo bien.

Todo bien hasta ahora.

por Franco Lindner

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