"Da la sensación que no quieren encontrar nada y que prefieren que nunca se sepa qué es lo que realmente pasó”. Los familiares de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan están en pie de guerra contra la Armada y el Gobierno: sienten que esconden secretos sobre la desaparición del buque. “Ocultan algo, sino no se entiende por qué toman las decisiones que toman y por qué nos tratan así a todos los familiares”, asegura Lucía Zunda Meoqui, hermana de Hernán, teniente de fragata y tripulante del San Juan.
Es que la relación entre los familiares de los marinos y todos los estamentos estatales involucrados en la búsqueda e investigación sobre lo sucedido en altamar se rompió. Porque si en un principio parecía prevalecer ese viejo código de mar por el cual ningún hombre de mar deja atrás a un par, hoy los familiares y allegados sienten que los tripulantes del ARA San Juan fueron abandonados y olvidados por las autoridades.
Advierten que, por un lado, los esfuerzos en la búsqueda son escasos y aseguran que que no sólo no se han cometido errores en la búsqueda, sino que además el Estado mintió y escondió información. Por otro lado, señalan que el trato distante del Gobierno Nacional y descortés de parte de la Armada, no son lo que ellos merecen como víctimas de esta tragedia.
Desde que el 15 de noviembre la embarcación perdió todo tipo de contacto, las familias se convirtieron en los principales impulsores del reclamo por respuestas. Sin embargo, la empatía y buena sintonía que existía en un principio fue mutando en desencanto, primero, y enojo después cuando comenzaron a sentir que los esfuerzos no eran suficientes y, en especial, –como los acusan– que tanto la Armada como el Gobierno Nacional ocultaban infomación de vital importancia. “¿Cómo podemos volver a creer en ellos si nos han mentido tanto y nos han negado en la cara cosas que después reconocieron como verdad?; ¿cómo hacemos para creerles?”, se pregunta Jaqueline, hermana del cabo principal, Jorge Hernán Monzón.
Actitud
Cuando a mediados de noviembre la búsqueda del submarino era cuestión de Estado y los partes de búsqueda a cargo del vocero de la Armada, Enrique Balbi, eran cubiertos por todos los medios, los familiares sentían que a pesar de la tragedia, se estaban realizando esfuerzos por esclarecer la situación. Pero cuando el 30 de ese mismo mes, la Armada dejó de buscar sobrevivientes y el tema fue perdiendo el impulso inicial, aseguran que la actitud del Estado para con ellos cambió. “A muchos padres directamente nos dejaron de hablar”, apunta desde Caleta Olivia Luis Tagliapietra, padre del teniente de corbeta Alejandro Damián Tagliapietra y abogado querellante en la causa que se tramita en el Juzgado Federal de la ciudad santacruceña. Es que mientras reina el desconcierto, las novedades son pocas y el operativo de búsqueda es cada vez más acotado, la causa judicial busca echar algo de luz sobre qué fue lo que realmente sucedió.
Pero mientras se busca develar la verdad, la desinformación provoca que la tensión entre familiares y el Estado se multiplique. El último capítulo fueron los diversos documentos clasificados que forman parte de la causa y que se filtraron a los medios. “Hay algún interés oculto en que no se sepa la verdad y tratan de desviar el foco”, sostiene Andrea Mereles, esposa del suboficial segundo Ricardo Alfaro Rodríguez.
De los documentos que publicó el portal Infobae, dos hablaban de encuentros del ARA San Juan con embarcaciones extranjeras: un submarino nuclear británico y un pesquero chino. En esos documentos confidenciales, se da cuenta que, en misiones anteriores, la nave argentina se había topado con las foráneas, y en el caso del barco asiático, hubo incluso un intento de ataque. También se mencionan deficiencias técnicas por las cuales el buque no podría sumergirse a más de 100 metros. Las autoridades de la Armada se negaron a responder las preguntas de NOTICIAS sobre estos informes.
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Estas revelaciones, se suman a un mensaje que le envió el suboficial segundo Roberto Daniel Medina a su familia en el que contaba: “El lunes nos buscaba un helicóptero inglés y ayer los chilenos. Hay mucho movimiento allá”. En aquel momento la propia Armada relativizó el mensaje asegurando que esto se debía a que el submarino transitaba al momento de ese mensaje el Canal de Beagle, aguas compartidas con Chile.
“La aparición de estos escritos confidenciales sólo buscan desviar la atención de la investigación. De hecho, los dos tripulantes que se bajaron y que declararon el martes (30 de enero) no le dieron el carácter de incidentes a estos episodios”, afirma Tagliapietra. El abogado, explica que la hipótesis de un ataque de otro barco no debe desatenderse, pero sí que esta no es la única. “Debe ser investigada igual que el hecho de si realmente existieron los ejercicios militares que el Gobierno quiso tratar en el Congreso y al final quedaron en nada. Pero ahora hablamos de potenciales ataques y nada de si se hicieron esos ejercicios sin haber pasado por el Congreso, lo cual sería una falta muy grave”, dice.
“Recién ahora están investigando otro sonido en el mar y una mancha más al norte de la zona de búsqueda. Ellos se empecinaron en buscar en un lugar, y desecharon cualquier otro indicio y ahora buscan donde nosotros dijimos hace más de dos meses”, se queja.
Hospitalidad
Los primeros días de diciembre, luego de que las respuestas oficiales, para los familiares, empezaran a volverse vagas y poco “confiables”, los parientes que aguardaban novedades en la base naval de Mar del Plata, tomaron la decisión de permanecer en dicho lugar y convertirlo en su nuevo refugio. Ubicados en el casino de oficiales, permanecen allí a la espera de que haya certezas. “Nos vamos a ir el día que sepamos qué es lo que pasó”, repiten. Esta convivencia forzada, sumada a la creciente desconfianza, no ha hecho más que caldear los ánimos. “Es una vergüenza cómo nos tratan. No nos dan ni papel higiénico”, explica Zunda Meoqui. Los familiares que permanecen en la base no entienden las razones de lo que llaman “destrato”. “Hay algo inexplicable en el cambio de actitud de todos los integrantes de la Armada”, afirma Tagliapietra.
En la base marplatense incluso, afirman que los partes diarios a cargo del capitán de navío Gabriel Attis son en un clima hostil: “Todas las mañanas es lo mismo. No nos dan respuesta y nos dicen que hay cosas que ya las preguntamos, que no insistamos. Es increíble. Es más, nos dicen que si no les vamos a creer, que ni vayamos”, apunta Monzón.
Desde la fuerza aseguran que hacen todo lo que está a su alcance, aunque se niegan a brindar una respuesta a estas acusaciones para no polemizar con los familiares y su dolor. Dicen que la presencia de algunos familiares en las dos corbetas de búsqueda es una muestra de “esa buena voluntad” y también una manera de desmotrarles las dificultades del operativo que están realizando. Incluso agregan que pusieron a disposición de los familiares un equipo de psicólogos, pero que ellos decidieron no contar con este apoyo.
El miércoles 31 de enero fue el primer día, en once semanas, que ningún barco estuvo abocado a la búsqueda. El buque ruso Yantar fijó rumbo a Buenos Aires para reabastecerse de combustible y las corbetas Robinson y Spiro no pudieron navegar el clima. Para los familiares, este contratiempo no es más que otro que agregar a una larga lista que crece ante, lo que consideran, es “desinterés” por parte del Estado.
Los familiares siguen confiando en que los tripulantes aún continúan con vida en algún punto del océano. Resume Mereles: “Que el submarino no debía navegar ya lo sabemos. Es la única certeza. Después son todas hipótesis. Lo único que nosotros buscamos es saber la verdad y que dejen de mentirnos y ocultarnos información. Queremos saber que pasó con nuestros 44 familiares”.
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