Es uno de los pilares fundamentales de Cambiemos. La diputada Elisa “Lilita” Carrió fue una barrera de contención para Mauricio Macri en momentos de debilidad del Gobierno y le impuso un manto de transparencia a la gestión. Pero algunos cortocircuitos fueron desgastando la relación y la última pelea parece haberlos distanciado demasiado, en un momento de sensibilidad extrema.
La disputa entre Carrió y Macri por las exigencias de la explosiva diputada no tiene, al menos por ahora, final. “Lilita” le pidió al Presidente que cambiara al ministro de Justicia, Germán Garavano, y que le solicitara a Daniel Angelici que se alejara de los tribunales. Hasta le puso un plazo: “Le doy seis meses para que eso suceda”, le dijo a principios de octubre. Y tiró una frase demoledora: “Perdí la confianza en él”.
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Para calmar las aguas, Macri intentó comunicarse con la diputada. La llamó en tres oportunidades durante su ataque mediático de furia: ella eligió no contestarle.
Desde el 11 de octubre que se vieron en el CCK y se saludaron fríamente, no volvieron a cruzar palabra. “Me voy a amigar con el Presidente cuando lo saque a Garavano”, insistió ese día desde el escenario. Luego, tras la capitulación realizada con enviados del primer mandatario, bajó su intensidad en los medios y se recluyó en su casa de Exaltación de la Cruz.
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Del plazo inicial, a Macri le quedan cinco meses para producir los cambios que le exigió. En el entorno de la diputada insisten con que no va a romper la coalición gobernante, aún si el Presidente no le hace caso a su pedido. Pero podrá presionar de otras maneras: ¿Y si elige no ayudar con todas sus herramientas en la campaña presidencial? ¿Si decide seguir poniendo palos en la rueda desde adentro? Sólo Carrió lo sabe. Por ahora, elige esperar.
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