Territorio tan fecundo como heterogéneo, América latina no es una sólida unidad cultural. Sus más de 30 países están habitados por pueblos originarios con proveniencias tan diversas como sus corrientes inmigratorias. La muestra “Con la luz de América latina. Fragmentos de la Colección FOLA” irradia esta pluralidad que imposibilita suponer la existencia de un “arte latinoamericano”; es un arte hecho por artistas de la región.
Gozosas vistas y dolorosas paradojas en esta imágenes que se asoman a lo público y lo privado, a usos y costumbres, al paisaje rural y urbano, como en las penetrantes fotos de Villa Lugano del suizo Gian Paolo Minelli, que vive en Buenos Aires.
Son impresiones de instantes, trabajados en color y en blanco y negro, que reflejan una composición perfecta en una sola toma -como la magnífica imagen del argentino Roberto Riverti (“Chascomús”, 1996)- o la construcción de la fotografía, ejemplificada en el misterioso autorretrato del brasileño Vik Muniz, armado a partir de recortes de fotos de una revista (“Self Portrait - Back”, 2003).
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Todo es político. La exhibición “Con la luz de América latina. Fragmentos de la Colección FOLA” ocupa muy bien la sala principal de FOLA, Fototeca Latinoamericana, un espacio de 1.200 m2 cedido por IRSA en el paseo de compras Distrito Arcos.
Creada por Gastón Deleau, a partir de su colección privada de más de 300 piezas, la institución se constituyó en lugar de encuentro de autores del continente a través de muestras, seminarios, presentación de fotolibros. Precisamente, el conjunto de 70 fotografías exhibidas está firmado por renombrados fotógrafos de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Perú, Uruguay y Venezuela.
La imagen del venezolano Alexander Apostol aborda el colapso del proyecto moderno de las ciudades. Parte de la serie “Polished Flats” (2002), la fotografía muestra un “departamento refinado”, impenetrable porque sus aberturas fueron clausuradas digitalmente por el artista. Si en su origen la imagen quizás fue una meditación acerca de la carencia de viviendas dignas, ahora con Venezuela dirimiendo su futuro en las calles la obra cobra otro sentido.
El retrato del “Superman” (2005) de la mexicana Dulce Pinzon agudiza su crítica social, con Donald Trump en la Casa Blanca. Esta pieza es parte de un proyecto de 20 fotos de trabajadores mexicanos y latinoamericanos en Nueva York, que la artista vistió como superhéroes para darles notoriedad.
Los considera verdaderos héroes que pasan desapercibidos; trabajan largas horas en condiciones extremas por un sueldo bajo y con grandes sacrificios envían dinero a las familias a sus países de origen.
En “Bar II” (2007), el colectivo MR (Perú) denuncia el endémico racismo hacia los pueblos del mundo andino a la vez que pone en escena situaciones artificiales, cuestionando la idea de la fotografía como documento.
La serie de fotos de una familia humilde de la sierra de Huancayo, ataviada con prendas tradicionales, subraya el contraste entre el contexto citadino y la apariencia colorida de los protagonistas.
Por sus rasgos indígenas, aún hoy tienen vedado (hipócritamente) el acceso a restaurantes de primera línea o bares de moda. También de Perú es Andrés Marroquin, con los contrastantes colores de su “Colectivo 65 (Gata)”, 2013, que incluso pareciera reflexionar acerca del trabajo informal en el trasporte, en la vida cotidiana.
En blanco y negro. Las maravillosas fotos de los argentinos Oscar Pintor (“En la casa de Valerie, 1990”) y Adriana Lestido (De la serie “Amor” 1992-2005) y del peruano Roberto Huarcaya (De la serie “La Nave del Olvido”, 1994) capturan emociones y quebrantos, poseen una atmósfera de cierta irrealidad. Aparecen como repertorios íntimos que sugieren el amor después del amor (Pintor) y la soledad ¿o presencia? del amor o del amado (Lestido).
Trabajada en un psiquiátrico limeño, la obra de Huarcaya es parte de un proyecto para tratar de crear un puente entre estos espacios de reclusión y la sociedad; le otorga dignidad a un paciente que eligió dónde y cómo quiso ser retratado. ¿La locura habita en todos?
La lograda imagen del argentino Eduardo Carrera, “El bañista”, 2005 (Premio nacional de fotografía 2006), resume equilibrio y reflejos en la calma agua de una pileta.
Imaginada, el agua es sugerida en la foto del barquito sobre sábanas usadas del guatemalteco Luis González Palma, de la serie Ara Solís (“Aquí estoy ante mí”, 2010), quien parece meditar acerca de tránsitos y migraciones.
por Victoria Verlichak
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