Exacto, prolijo, infatigable, Karl Lagerfeld creó durante 35 años 10 colecciones anuales para Chanel, la marca que hizo renacer de sus cenizas y a la que convirtió en líder de las pasarelas, en todas temporadas.
Entender a esta figura tan central en el mundo de la moda, equivale a interpretar a un industria que en el siglo XX abandonó para siempre el molde del “oficio”, para transformarse en una usina de fantasías sociales y en escenario de las más diversas formas de la transgresión y la experimentación.
Karl Lagerfeld interpretó en sí mismo toda la evolución que la moda tuvo en el siglo pasado. Resucitó una de las grandes casas, Chanel, hundida en la decadencia: un salvataje que se volvió habitual en la industria y que también emprendieron etiquetas como Dior, Gucci, Balenciaga y otras.
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Llevó la reflexión sobre la moda-arte a su máxima tensión. Él mismo encarnaba al hombre renacentista, que podía ir y venir del oficio a la excelencia creativa y que manifestaba un talento arrollador para las prendas, el montaje, la fotografía y el marketing.
En el siglo del “diseñador celebrity” convirtió su propio cuerpo en sello, siempre vestido en blanco y negro, su pelo blanco atado en una cola y con eternos anteojos negros. Ya sea que diseñara para Chanel, Fendi (su otra marca emblema) o su propia etiqueta, Karl era el protagonista verdadero de la colección.
Su capacidad de trabajo y creación no tiene parangón en la industria. Como muchos otros próceres de la moda, Lagerfeld será una cita constante en los diseños de los jóvenes del futuro. Fue el hombre “que rompió el hechizo de la momia Chanel” (como dijo alguna vez el periodista Javier Arroyuelo) y sus trajecitos “revisitados” serán tan eternos como un cuadro de Leonardo o una melodía de John Lennon.
por Adriana Lorusso
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