Friday 22 de November, 2024

OPINIóN | 01-04-2019 18:24

Macri "gato" contra la bolsa de gatos peronista

La metáfora felina simboliza muy claramente el escurridizo carácter de los competidores con chances para este año electoral.

Una de las mejores definiciones sobre la dinámica de ese partidoide que es el PJ quedó simbolizada por la bolsa de gatos, que nunca revela hasta el final si contiene una pelea fratricida o un orgiástico ritual reproductivo. Quizá ambas cosas a la vez, por eso cuesta tanto leer el devenir peronista, especialmente en la víspera de un proceso comicial, donde el magma del poder real debe ir encajándose en un cauce institucional republicano. En ese dilema se condensa el “riesgo electoral” al que suele aludir Mauricio Macri cuando intenta justificarse por el incierto estado de la economía nacional que él pretende seguir conduciendo por un mandato presidencial más, a pesar del creciente rechazo que su figura cosecha en los sondeos de opinión.

Por obra y gracia del folclore político, al Presidente también se lo caracteriza con una metáfora felina, al descalificarlo como “Macri gato”: un jefe de Estado que supuestamente ejecuta el trabajo sucio para beneficiar intereses ajenos al pueblo. La coincidencia parece anecdótica, pero ilustra con sencillez el carácter sigiloso, sorpresivo e inasible que todo actor político con pretensiones está obligado a desarrollar en la Argentina.

Tras años de polarizar estratégicamente con el kirchnerismo estirando el aprovechamiento político de la grieta, el oficialismo llega finalmente a la prueba de fuego de su presunta infalibilidad electoral, sin nada para esgrimir salvo el efecto “miedo a Cristina” en una versión exacerbada, casi grosera, fruto del miedo a perder. Y si bien los mercados locales e internacionales acompañan ese miedo que agita el macrismo, lo hacen de acuerdo a su propia y lógica dinámica especulativa, por lo cual se da la paradoja de que su cautela ante el “riesgo electoral” ya está afectando seriamente la estabilidad financiera que necesita el Gobierno para, precisamente, ganarle a CFK. El tiro para liquidar “el pasado” puede salir por la culata de Cambiemos.

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Tampoco está quedando tan claro el beneficio para Macri de confiar en el efecto-tapón que significa la indefinida candidatura de Cristina en la estrategia electoral del peronismo. Haciendo de la necesidad virtud, la expresidenta y el resto de los aspirantes presidenciales del panperonismo van resolviendo tácticamente sus diferencias ante cada turno electoral, en una especie de PASO administrada en dosis homeopáticas, que arroja resultados parciales y localizados al cabo de los meses y a lo largo del país, pero sin terminar de eliminar a nadie. Ni excluir a nadie de las mesas de negociación, lo cual -para los cálculos optimistas que tenía el laboratorio PRO- convertía a Cristina en un obstáculo insalvable para la unidad de la oposición.

Hoy es al revés: mientras el macrismo se cocina a fuego lento en su propio laberinto “gradualista”, el liderazgo virtual de CFK hace de paraguas de contención esperanzada para cualquier peronista que sueñe con competir contra el Presidente en octubre, ya que si Cristina decide bajarse a último momento, es probable que todos sus votos se aglutinen en torno a la candidatura antimacrista con más chances, no importa que tan K-friendly sea.

Cristina funciona hoy, entonces, como una especie de prestamista (de votos) de última instancia para cualquiera que quede cara a cara contra Macri. Esa presencia ausente que astutamente mantiene CFK mientras intenta lidiar con sus pesares judiciales habilita casi cualquier negociación opositora, sin necesidad de pronunciarse sobre la dama K: tanto es así que, seducidos por el halo de familiaridad que les transmite Lavagna, hasta los radicales de Cambiemos se envalentonan y se animan a sacarse fotos por afuera de la coalición oficialista, que ya no los contiene como antes.

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El reciente éxito del gobernador Uñac en las PASO sanjuaninas es otro ejemplo de este curioso mecanismo: el kirchnerismo no gana, pero tampoco pierde, simplemente se disemina la presencia peronista en las alternativas electorales para octubre. Incluso ya se habla de un escenario de ballottage entre dos peronistas, aunque por ahora no sea más que otra mojada de oreja para el control electoral del que se vanagloria Marcos Peña y su equipo.

También Cambiemos -e incluso el PRO- se parece en este año ingrato a una bolsa de gatos. Solo que en la bolsa oficialista, las reyertas -salvo las radicales- se siguen resolviendo sin aullidos estridentes, al menos por ahora. Ese bajo volumen se mantendrá mientras la bolsa siga perteneciendo a un solo gato, eso si las encuestas no liman su liderazgo hasta el límite de la rebelión interna. La otra bolsa, la de los peronistas ruidosos, es un enigma que ya ni Durán Barba parece capacitado para descifrar a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.

*Editor ejecutivo de NOTICIAS.

por Silvio Santamarina*

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