Hoy es otro día Vidalista. La jornada política del Presidente arranca con un asado en Olivos para mimar a los “intendentes sin tierra”, como les llaman a los candidatos de Cambiemos en los distritos bonaerenses donde gobierna –y probablemente seguirá gobernando mayoritariamente- el peronismo. Al frente de ese almuerzo queda no tanto Mauricio Macri sino María Eugenia Vidal, la esperanza caoba de un gobierno desesperado por el hundimiento imparable de la imagen presidencial.
La charla estratégica entre choripán y choripán fue pensada para implementar el plan de Jaime Durán Barba para el Conurbano. La idea es luchar para que en agosto Vidal no quede segunda por más de 5 puntos, manteniendo el voto PRO puro. Luego en octubre, la polarización se buscará apuntando al voto desencantado macrista con la consigna “que no pierda María Eugenia”. Y en el balotaje presidencial, la triunfante Vidal se lanzaría a sostener la campaña nacional con el argumento de que no sirve dejarla a ella sola gobernando la Provincia con un presidente de otro signo. Para que todo este recorrido teórico no fracase, son imprescindibles los votos que puedan cosechar los “sin tierra”, aunque no ganen demasiadas intendencias: perder por poco ya es mucho, repite Federico Salvai a quien lo consulte en privado.
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Por si no alcanza con los timbreos en el Conurbano lleno de vecinos enojados, Macri le concedió hoy a Vidal (y a sí mismo) el decreto que bloquea las listas colectoras, ese engendro electoral que se puso de moda en la “década ganada” y que varios candidatos peronistas amagaban usar para resolver en las urnas la unidad estratégica que no logran acordar en las mesas de negociación por las candidaturas presidenciales y en la Provincia. De ese modo, el PRO intenta blindar electoralmente a Vidal de una avivada peronista de último momento, lo cual tendría además consecuencias alarmantes a nivel nacional.
La centralidad creciente de la gobernadora bonaerense por estas horas también quedó ilustrada con su presencia en la reunión de ayer en la Casa Rosada entre los gobernadores de Cambiemos (Larreta, Vidal y los radicales) por un lado, y una especie de Gabinete ampliado de crisis liderado por Marcos Peña, quien intentó canalizar los reclamos de medidas anticíclicas para frenar el descontento social por la recesión inflacionaria o la inflación recesiva: ya ni en eso se ponen de acuerdo en la coalición gobernante.
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Mientras el Ejecutivo nacional le levanta con carácter urgente la cuarentena que le había impuesto hace unos meses a Vidal cuando sonaba demasiado fuerte la opción de un Plan V para remplazar al menguante Macri como candidato presidencial, la gobernadora libra sus propias batallas internas. Ella también piensa en algún decreto de emergencia para forzar finalmente la paz con los gremios docentes y terminar de una vez la discusión paritaria que tiene en vilo el sistema educativo provincial, poniendo en evidencia uno de los fracasos de la gestión de Cambiemos en un rubro supuestamente tan caro al ideario macrista.
Y tampoco se olvida Vidal de monitorear la investigación paralela que puso en marcha ante la incertidumbre que le generan los espías oficiales y paraoficiales, ávidos por recoletar información sobre su vida privada, la cual ya está demasiado encorsetada, según se compadecen en su entorno: “desde que asumió, a ella se le detonó la vida personal, y desde que se separó no tiene derecho ni a tomarse un feca con un tipo”, grafican.
*Editor ejecutivo de NOTICIAS.
por Silvio Santamarina*
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