Me acuerdo de aquella tarde del 2012 en la redacción. Los televisores encendidos mostraban en distintos canales la sesión del senado en la que se debatía la tapa de NOTICIAS “El goce de Cristina”, que yo había escrito. La diputada del FpV Juliana Di Tullio pretendía que la revista fuera retirada de los quioscos y, prolíficos, en pocos días presentaron cuatro proyectos parlamentarios de repudio a la revista. En turno noche, el programa militante “678” completó la faena. Fueron contra la publicación y también directamente contra mí, en un juicio sumario televisivo que me acusó de mano de obra de la misoginia. Con algunos de esos periodistas había compartido redacciones y confianza, y aunque sabían que era editora ejecutiva de NOTICIAS me postulaban (acaso para encubrir su cobardía) como un títere del mal: dudoso feminismo -el de neutralizar el trabajo intelectual de una mujer- nada menos que para denunciar la violencia de género simbólica.
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Pero a la ex Presidenta todo eso le pareció poco. En su flamante libro dice que, mientras escribe, piensa con dolor que no se haya alzado ninguna voz feminista para condenar el ataque por su condición de mujer. Victimizarse solía -¿suele?- ser rendidor. Pero falaz.
En primer lugar, porque la violencia de género tiene como condición necesaria la disparidad de poder; siempre es ejercida por alguien que desde su posición se aprovecha de ese otro vulnerable. Y por aquellos días, recuerdo, se nos recomendaba por cadena nacional temerle sólo a Dios, y un poquito a ella. Pero, además, porque la mirada crítica y zumbona propia de NOTICIAS puesta sobre la persona más poderosa del país, que era mujer, siempre podría estar sujeta a esa especulación. Años después ¿fue violencia de género un Macri en cuero embarazado, con los pantalones bajos, travestido o dándole un beso en la boca a Obama?
La historia real detrás de aquella tapa en la que un dibujo (no una foto robada a la intimidad) provocó el intento de censura más escandaloso de la era democrática, nada tiene que ver con la visión conspirativa de Cristina, quien sigue pensando, y así lo escribe, que nuestras tapas “eran ataques planificados y sistematizados”.
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La verdad es que en aquel 2012 estaba más picante que nunca. Jugaba a la sensualidad discursiva muy deliberadamente, como cuando en teleconferencia le preguntó a unas obreras que fabricaban envases, en claro doble sentido, si “apretaban el pomo”, ponderaba las propiedades afrodisíacas del cerdo, y aporreaba públicamente a empresarios y dirigentes propios y ajenos, exigiéndoles absoluta sumisión. Estaba en su mejor momento y se la veía decidida a disfrutarlo. Ese giro en su comunicación política aparecía semana tras semana en nuestras reuniones de sumario. Pero faltaba una imagen que resumiera esa novedad para llevar la idea a tapa. Hasta que se difundió en internet el video musical “Un mensaje más”, el tema de una banda venezolano-argentina llamada The Rockadictos, que con dibujos animados mostraba a una Cristina sexual y erotizada por su vínculo con las masas. Casi al final, un fotograma del rostro gozoso por un orgasmo nos pareció la imagen que mejor resumía ese momento de su plenitud política. Que es lo que analizaba el ensayo periodístico.
El comic del que procedió la ilustración era bueno. Mejor que la canción. Aunque Cristina no coincida. Dice en su libro: “Ya en mi segundo mandato, NOTICIAS tituló en la tapa 'El goce de Cristina' acompañado de una horrible caricatura deforme mía, en trance de un orgasmo, con la que supuestamente graficaban mi ´desmedido deseo de poder´. Verdaderamente escatológico”.
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Aunque lo entrecomilla, lo de “desmedido deseo de poder” no figura ni en la tapa ni en la nota. ¿Cómo no va a desear poder un político? Lo que se analizaba era su particular modo de ejercerlo. Además, escatológicos son el vómito, la defecación y las flatulencias. Como buena conversa al feminismo, así como cambió su posición sobre el aborto, debería reconsiderar el status que le está dando al orgasmo. Gozar no está nada mal.
*Editora Ejecutiva de NOTICIAS.
por Alejandra Daiha*
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