De camisa blanca y jeans, Axel Kicillof (47) camina por un campo bonaerense con un cuaderno en la mano. Se sienta a tomar mate sin soltarlo y cada tanto escribe rápido algunas líneas. Necesita registrar en papel los reclamos de los productores agropecuarios a los que visita en su campaña por la provincia. Lo hace también cada vez que tiene que hablar en la Cámara de Diputados, donde representa a los porteños desde que dejó de ser el ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner. Y la manía por anotar se traslada a su pequeño equipo de asesores, quienes registran en planillas de Excel cualquier tipo de datos.
Hay tablas para llevar el control de los municipios recorridos con datos de fábricas y vecinos visitados; otras para los referentes de cada lugar; de los espacios afines en cada sección electoral; de los gastos de combustible y la comida de cada viaje. “Todo está anotado”, revela un integrante del equipo a NOTICIAS.
La información obtenida se almacena en cuadernos, que Kicillof suele consultar como si fueran su Biblia, y archivos de Excel guardados en computadoras y nubes de Internet. Quienes conocen de cerca al economista aseguran que es muy metódico. Anota para no olvidar detalles de los relatos que escucha y para organizar las ideas antes de hablar.
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Es una técnica de control poco original (que le atribuyen también a Cambiemos), pero que inquieta a algunos intendentes peronistas que lo llevarán en su boleta. Por eso, desde que el 28 de mayo se confirmó que es el elegido de “los Fernández” para competir contra María Eugenia Vidal, se mueven para que el “método Excel” no los obligue a cambiar su rutina y para que sea Kicillof el que tenga que adaptarse a las reglas propias de la provincia de Buenos Aires. Casi un país aparte.
Ablande. “Axel tiene un control muy riguroso, es un profesional, pero también sabe que ningún gobernador maneja la provincia sin los intendentes”, dice uno de ellos, marcando la cancha. Y suma: “Axel es inteligente y tiene muy claro que va a tener que construir con todos, sentarse a charlar, abrir espacios. No va a ser el duro que era contra las corporaciones cuando era ministro, eso no ocurrirá contra los dirigentes de su propio espacio. Ahora es otra historia”.
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En público, ningún jefe comunal peronista se anima a criticar la elección de Kicillof, un dirigente con llegada directa a Cristina Kirchner. Pero en la intimidad, algunos expresan la bronca porque el elegido no haya sido uno del riñón peronista, de los que ya conocen las reglas. Uno de ellos, como Martín Insaurralde. O una de ellos, como Verónica Magario, que intentó ser la candidata, pero finalmente quedó como vice.
“No creo que todos los intendentes estén interesados en ayudar demasiado a la campaña de Kicillof”, dice en estricto off un dirigente del peronismo bonaerense. Forma parte del grupito de quienes creen que “algunos tienen mejor relación con la gente de Vidal que con los propios K”.
Cerca de la gobernadora, quienes están en diálogo con los intendentes refuerzan la teoría: “Los peronistas no tomaron bien la fórmula, ellos querían a Insaurralde, pero no lo eligieron porque tiene más diálogo con nosotros, es más dialoguista”. “Además, Kicillof es de Capital Federal”, agregan, como si Vidal no hubiera hecho toda su carrera en suelo porteño.
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Pero Kicillof era el que más medía en las encuestas y con esos datos, la rosca y las preocupaciones por las exigencias económicas de un eventual gobernador adicto al Excel quedaron en el pasado. En el “kicillofismo” dicen estar tranquilos porque “a Axel nunca nadie le manifestó esa preocupación, ni en la cara ni en un mensaje por abajo”.
“Ahora tenemos que estar todos alineados”, dice otro intendente peronista que intentará la reelección. Además, suena despreocupado sobre el posible “arribo camporista” a la gobernación porque “Axel ha dicho que no es de La Cámpora”. “Nosotros hemos visto señales en ese sentido y creemos que puede seguir así”, agrega. A su favor, los intendentes dicen haber logrado que Kicillof “no se meta” en el armado de las listas seccionales y locales. Un poder que los ocupará hasta el 22 de junio.
Compañera. Cuando el martes 28 de mayo los intendentes anunciaron la fórmula por Twitter, Verónica Magario (50) no reaccionó. Algunos dicen que “nadie le avisó”. Su equipo guardó silencio y en sus redes sociales no hubo ningún mensaje alusivo a su candidatura a vicegobernadora.
Dos días tardó Magario en hablar del tema públicamente, casi obligada por los cronistas de TV que la esperaron en la puerta de la sede del PJ. “Es un orgullo formar parte de la fórmula con Axel porque tiene mucha capacidad, recorrió toda la provincia y escuchó a los bonaerenses. Quiero acompañarlo en representación de los intendentes”, lanzó la intendente de La Matanza, el distrito más populoso de la provincia, con más de un millón de electores. Casi una provincia aparte.
En el equipo de Kicillof ya la cuentan para sumarla a las recorridas y actos en plazas, clubes y sindicatos del interior bonaerense. Pero cerca de Magario todavía creen que es muy pronto para subirla al Clio de tres puertas con el que el economista suma kilómetros en las rutas. Al estilo “Mariú” 2015. Pero con bizcochitos de grasa “Don Satur”.
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