Los avances tecnológicos y sus consecuentes cambios de hábitos, sumados a una mayor conciencia en torno al cuidado del medio ambiente, han trastocado las bases de numerosas industrias. Y la del papel y cartón no iba a quedar ajena. De la mano de innovaciones amigables con el planeta, está dando vuelta la página para afrontar un contexto desafiante.
“Todos los papeles y cartones en los últimos años han caído. Algunos más fuerte, como el de diario, el obra y el encapado, por la reconversión de formatos a digital o la digitalización de empresas y Gobierno. También se vieron afectados hojas y bobinas y bajó un poco más resmitas (como el papel A4). Escolares se mantuvo estable; y marrones (bolsa de cemento) y tissue (papel higiénico, servilletas, etc.), mostraron una suba. Una alternativa que está creciendo es la pulpa, por las toallitas femeninas y pañales, en especial para adultos”, releva Marcos Uribelarrea, director del Negocio Papel de Ledesma y desglosa un sorprendente (y todavía incompleto) abanico de opciones.
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De acuerdo con un informe de 2017 de la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel, en Argentina se producen anualmente cerca de 850.000 toneladas de pasta celulósica (un 16% proviene de la caña de azúcar y el resto de bosques implantados de pinos, eucaliptos, sauces y álamos). La producción se destina principalmente a la demanda interna (se exporta un 20%) y una porción de características específicas se importa. Ledesma es la empresa que lidera el podio del sector, con una elaboración anual de 130 mil toneladas (un 40% de la producción nacional). Su ventaja competitiva se erige sobre la caña de azúcar.
“La mirada es mala si se daña un árbol, pero la caña es una gramínea, como el trigo o el maíz, nadie se enamora de abrazar un pasto grande”, bromea Uribelarrea y pone de manifiesto la oportunidad que les representó esta fibra, cultivo renovable que garantiza productos sustentables.
La mirada verde también es troncal en el negocio de Cartocor, referente en packaging de la región. “En 2010, Grupo Arcor formalizó su política de sustentabilidad, que involucra un compromiso en el uso racional del agua y de materiales de empaque, eficiencia energética y minimización de impactos que contribuyen al cambio climático, respeto y protección de los derechos humanos y laborales y vida activa y alimentación saludable”, señala Guillermo Muller, Gerente General de la División Packaging de Cartocor, que, enfocada en producir y comercializar cartón corrugado, como resultado de la sinergia con Converflex y Puntapel, incluye además envases flexibles y bolsas industriales. También incorporó al Grupo Zucamor, desembarcando en actividades forestales, donde cuenta con 23 mil hectáreas propias.
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Esto último, sumado a que son los principales fabricantes de papel reciclado y de los pocos productores de bioplástico, evidencia un consistente enfoque en la preservación del ambiente. “Tenemos el desafío de la recuperación de residuos y su reutilización. En países desarrollados, la tasa de reciclaje del cartón corrugado supera el 90%”, analiza el ejecutivo. Y plantea: “El objetivo es generar soluciones para extender la durabilidad de los productos y su conservación, contribuyendo en reducir la pérdida de alimentos. Debemos pensar el desarrollo con vistas a desarrollar la economía circular, donde el desperdicio se reconvierte en materia prima y el output del consumidor se vuelve input de procesos industriales”.
En sintonía se expresa Estela Reale, directora de comunicación de Tetra Pak para Cono Sur. “Estamos comprometidos con una economía circular baja en carbono, lo que significa que los envases no sólo se reciclan, sino que además en todo su ciclo de vida se dan importantes reducciones de huella de carbono”, resalta. Y ejemplifica: “La principal materia prima, cartón, proviene de fuentes renovables certificadas. Y el material se transporta en bobinas, un ahorro considerable en transporte que reduce la emisión de gases de efecto invernadero. Luego del rellenado de producto, el envase sigue siendo muy compacto, no se transporta aire y no requiere refrigeración, optimizando la distribución. Finalizada su vida, es reciclado y transformado en elementos como placa aglomerada, tejas, cartulina, entre otros”.
En la compañía el esfuerzo está puesto en ser extremadamente eficientes al reducir la cantidad de materia prima: “En la actualidad se utiliza un 20% menos de cartón que hace 15 o 20 años atrás. Así, en nuestros diseños, sólo un 4% es envase, medido en peso. La misma eficiencia se persigue con el resto de los materiales (aluminio y polietileno), siempre teniendo cuidado de no perder las cualidades de protección del alimento”.
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La sustentabilidad ya ganó la agenda y es parte del deber ser la empresa, pero ¿es compatible con el negocio? “Sin dudas, es la misma industria, pero ecosustentable. Antes hablar de esto sonaba a bodrio, hoy es lo más atractivo”, sentencia Uribelarrea, al tiempo que señala que la clave es “correrse del commodity”. Y parafrasea al gurú del marketing Seth Godin, quien dice que cada uno debe hallar su vaca púrpura: “Hay que encontrar los factores diferenciales y comunicarlos, siempre con respaldo detrás: el nuestro es está en utilizar una fibra distinta y, con ella, consolidar un producto de calidad, buen diseño y funcionalmente perfecto”.
Todo ello, destacan, lo han condensado en el cuaderno +Bio, cuyas hojas “te con leche”, resultado de un proceso industrial despojado de blanqueadores químicos, provienen íntegramente de la caña. Además, la tapa es de polietileno orgánico, sustancia química vegetal renovable derivada de la misma planta. Bajo este concepto “verde” sus nuevas marcas son certificadas en Huella de Carbono (que mide la emisión de CO2 de la cadena productiva).
Si bien los jugadores del sector se esfuerzan por crear productos (y negocios) sustentables, la meta es también, en la voz de Uribellarea, “desarrollar un consumidor más responsable y poder entregarle valor de por vida”… a él y al planeta.
por Marianela Lavate
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