La astrología, ese saber milenario que pretende comprender la personalidad y la conducta a través de la observación del cielo, ha resurgido con más fuerza que nunca en todo el mundo, con características propias del siglo XXI. Con una fuerte penetración entre jóvenes profesionales e intelectuales, la nueva revolución astrológica sucede en las redes sociales. Pese a su falta de rigor científico y a los muchos detractores que la consideran próxima a la brujería, ya no se presenta como una herramienta predictiva sino como una disciplina de autoconocimiento. Y sus defensores, en la actualidad, dejaron de disputar algún tipo de legitimidad científica. Para ellos, las conclusiones que se pueden extraer de una carta astral, por ejemplo, van por un carril diferente al de la ciencia y se comprueban por el testimonio de quienes encontraron en ese discurso una herramienta para la vida.
Este fenómeno se explica, según los especialistas, por una serie de factores diversos: el auge de las nuevas tecnologías, que democratizaron la circulación de información; la crisis de las instituciones tradicionales, como las iglesias y la propia ciencia, que durante el siglo pasado intentaron aportar respuestas únicas; y con el crecimiento que, desde los ‘80 a esta parte, tuvo el “Movimiento de la nueva era”, en el que se engloban todas las prácticas asociadas a la “new age”.
“Ahí se ubica la astrología, dentro de ese proceso cultural mayor, que tiene que ver con estos cambios en las tecnologías de la subjetivización”, explica Nicolás Viotti, doctor en Antropología Social e investigador del Conicet, especialista en religiosidad.
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Sin embargo, la racionalización que intenta ubicar en tiempo y espacio a este resurgir astrológico, no es una preocupación propia de la disciplina. Sus códigos, símbolos e interpretaciones van más allá del debate académico. En el mundo, el fenómeno fue descripto por medios como “The Guardian” y “The New York Times”. En la Argentina se observa en la presencia cada vez más activa de la disciplina en los espacios públicos: los astrólogos tienen cuentas en redes sociales que explotan de seguidores y son los invitados estrellas en los programas cada vez que sucede un eclipse. En Google, por ejemplo, a principios de mes hubo un pico de búsqueda de “Mercurio retrógrado”, el concepto a través del cual los astrólogos explican por qué la posición de dicho planeta afecta de forma negativa nuestra cotidianeidad.
Astrocool. Atrás parecen haber quedado los años en los que el horóscopo era un contenido “light” confinado a la última página de un diario o considerado un entretenimiento superficial propio de las revistas femeninas. Ahora la astrología tiene una pretensión de profundidad diferente, requiere años de estudio y seduce a intelectuales o personajes cercanos al mundo académico.
Francisco Garamona, editor y fundador de Editorial Mansalva, una de las más prestigiosas del circuito independiente porteño, es un ejemplo. A él, que se acercó a la astrología a partir de una ex novia, esta disciplina le aportó otra forma de reflexionar: “Siempre me interesó el inconsciente, el influjo que puede tener un planeta. Pero más que nada en relación a la fantasía que eso puede despertar. Es una forma de potenciar la imaginación”, dice. Su interés en el tema lo llevó a participar de la antología “Un año en el cielo” (Triana Editorial), en la que 12 escritores reflexionaron sobre su signo solar o su ascendente. Su capítulo fue Escorpio.
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Similar es el caso de Franco Torchia, periodista formado en Letras y siempre cercano a la academia. Para él tampoco la astrología es un conjunto cerrado de creencias, sino más bien otra herramienta para pensar el mundo y pensarse a sí mismo: “A lo largo de mi vida hubo lecturas que me modificaron sustancialmente. A mí me gusta ampliar la cantidad de inputs interpretativos que puede tener mi historia y mi presente. Y, cuando escuché a Astromostra me voló la cabeza”. Astromostra es Gael Pelicano Rossi, el columnista fijo de astrología que Torchia tiene en su programa “No se puede vivir del amor” (Radio Ciudad).
“Los críticos de este movimiento suelen describir a las personas que confían en los astrólogos como enemigos de la ciencia. No hay muchas investigaciones sobre la astrología pero sí en temas vinculados a las terapias alternativas, algo que se acerca bastante. Lo que muestran las investigaciones antropológicas y sociológicas es que las personas no son irracionales sino que usan una terapia alternativa al mismo tiempo que van al médico, por ejemplo. Los trabajos que estudian cómo circulan las creencias socialmente demuestran que las personas hoy se mueven en regímenes de creencias paralelos. Creer en la astrología no es estar en contra de la astronomía. Usás energía nuclear, tomás aviones y al mismo tiempo consultás a un astrólogo sin ningún problema”, subraya Viotti.
Respuestas estelares. Para Astromostra, “la astrología es la reserva poética más importante de la cultura humana y fue siempre una herramienta. En la antigüedad se usó para calcular la meteorología, en algún momento fue medicina y hasta en el siglo XX los nazis usaron la carta astral para calcular estrategias de guerra”. En ese sentido, insiste con que es una herramienta que, en la actualidad y según su experiencia, “la gente busca para conversar sinceramente. Las personas quieren saber de dónde vienen, qué traen consigo, quiénes son. Consultan por inquietudes muy del yo”. Por eso, para él, esta disciplina “sirve en la medida en que se entiende que la palabra cura, siempre y cuando la persona esté dispuesta. Es algo que tiene que ver con lo vital”.
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Una definición parecida aporta Agostina Chiodi, licenciada en Ciencias Políticas y astróloga: “La astrología tiene la potencialidad de acercarte más a tu desarrollo pleno como persona, te da comprensión, le da sentido a los procesos de crecimiento, te hace responsable de tus decisiones, te ayuda a descubrir patrones para dejar de repetirlos. Es una herramienta de autoconocimiento”, afirma.
Para Alejandro López, astrónomo y antropólogo e investigador del Conicet, no hay eviencias de que ahora haya un resurgir de la astrología más allá de que pueda darse una mayor visibilidad. “Lo que sí hay en las últimas décadas es un progresivo viraje de las prácticas astrológicas, que se han ido ‘psicologizando’, algo que comenzó en el siglo XX. Hoy muchos de quienes se aproximan a la astrología, tienden a estar interesados en ella más como una herramienta de desarrollo personal y conocimiento de la psique que como una técnica predictiva”.
De allí se explica que Chiodi o Astromostra se refieran siempre a la relación de astrología y lenguaje y a la influencia de las palabras en la gente: “Permite que las personas resuenen y se identifiquen con este tipo de información a partir de sus propias experiencias. Es decir, a quien le interese este lenguaje puede leer qué significa haber nacido con la Luna en tal signo y que esa información tenga sentido en su historia personal”, afirma la astróloga que es conocida en la web por su cuenta “Como es arriba es abajo”. Su colega añade: “La astrología trabaja sobre el discurso, sobre el pensamiento y lo metafórico”.
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Resistencia científica. A la nueva camada de astrólogos, la legitimidad científica los tiene sin cuidado. Cuando en la antigüedad las diferentes sociedades comenzaron a sistematizar sus observaciones del cielo, astronomía y astrología no eran asuntos separados. La comprobación de que los movimientos de las estrellas eran predecibles y tenían efectos claros en las estaciones, las mareas y las cosechas suponía como natural que influyeran, también, en los humanos. La asociación fue tal que hasta Galileo Galilei, el “padre de la astronomía moderna”, confeccionaba horóscopos para su familia o clientes ricos.
Sin embargo, la idea de método científico del siglo XVII separó ambas disciplinas para siempre. Hoy, para los astrónomos, la astrología está en el campo de las supersticiones. Esta pelea un tanto abstracta se materializó hace poco cuando Revista Anfibia, una publicación de la Universidad de San Martín, publicó una nota de Chiodi denominada “A favor de la astrología”. A nivel académico se armó un gran revuelo, que incluyó cartas de diferentes asociaciones de astronomía que cuestionaban el fomento de las “pseudociencias” con fondos públicos.
Chiodi afirma que se utiliza la palabra “pseudociencia” con el fin de “delimitar qué cosa es válida y buena y qué cosa no lo es y encarna ‘el mal’”. Astromostra, por su parte, insiste: “No es una ciencia ni tiene por qué serlo y no sería un delito que fuera una pseudociencia en todo caso. ¿Por qué la astrología debería estar en esos lugares?”.
López, como astrónomo pero antropólogo cultural al mismo tiempo, tiene una mirada interesante: “Cuando se divorciaron astronomía y astrología, esta última apeló palabras y términos de la otra para legitimarse, pero sin utilizar métodos científicos, por lo que fue denominada 'pseudociencia'. Así, por ejemplo, el uso de expresiones como ‘efecto cuántico’ es completamente diferente al que las mismas tienen en la física o astronomía. Pero con el proceso de psicologización de la astrología, ésta apela cada vez menos al discurso científico para construir autoridad”.
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Cielo y poder. Hasta el siglo XVII, los reyes y los papas acudían a las cartas astrales para conocer su destino y en los dos siglos que siguieron, la astrología se mantuvo en un lugar marginal. Su “regreso” fue curioso: cuando nació la princesa Margarita, en Inglaterra, el astrólogo Richard Harold Naylor escribió en un diario que la niña sería rebelde y que cuando tuviera 7 años se produciría un evento familiar histórico. Cerca de esa fecha, el Rey Eduardo VIII abdicó al trono y el padre de la niña ocupó su lugar. No hubo dudas: las predicciones habían sido acertadas y los astrólogos pasaron a ser columnistas fijos en todos los diarios. Décadas más tarde, el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan confesó que consultaba a una astróloga cuando debía tomar decisiones difíciles.
En Argentina, la relación astrología y poder también existió. El caso más paradigmático fue el de José López Rega, que escribió un libro llamado “Astrología esotérica”. En los ‘90, Carlos Menem tenía astróloga personal: Blanca Curi. Con mística new age, en el 2018, el Gobierno de la Ciudad contrató a María Luján Brinzoni para asesorar a los funcionarios “en competencias personales”. En su CV, la mujer se presenta como experta en coaching astrológico, algo que provocó las burlas de la oposición.
La relación del cielo en la conducta no está probada de forma empírica a través del método científico. De eso, nadie duda. Sin embargo, esa no es la principal inquietud de los fieles de la revolución astral, más preocupados por alinear su mundo interior con la armonía natural del Cosmos.
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