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POLíTICA | 02-08-2019 12:58

Axel Kicillof: el elegido de CFK para condicionar al próximo Presidente

Sea Mauricio Macri o Alberto Fernández. La caza de brujas por su supuesta ideología. Por qué el vidalismo le teme. Intimidad del "Kicimóvil".

La primera vez que Axel Kicillof se animó a salir del conurbano y sumergirse en el “interior profundo”, se le rompió el auto. Era el 29 de septiembre de 2016 y el Renault Clío gris oscuro que tres años después se convertiría en el “Kicimóvil” no aguantó. Carlos Bianco, su dueño y chofer, avisó a los pasajeros: “Rompimos un engranaje de la caja de cambios y salta la quinta, así que vamos a tener que volver en cuarta a fondo”. Era de noche y el motor del auto sonaba exigido, pero el ex ministro de Economía no se molestó. Con paciencia avanzaron por la autovía 2 y llegaron a tiempo para que Kicillof pudiera dormir con su familia en su casa porteña.

Entonces, cuando todavía no se sabía para qué “caminaba” Kicillof por el país, su esposa Soledad Quereilhac (43) solía acompañarlo. Se quedaba detrás del escenario al que subía el economista y le sacaba alguna foto con el celular para subir a sus redes sociales, donde suele compartir mensajes del proselitismo de su esposo y muestra la intimidad de la campaña.

Ahora, en plena carrera electoral, Quereilhac sólo se suma algún fin de semana. Los más de 70 mil kilómetros que el equipo de campaña de Kicillof recorrió en los últimos meses los hizo con tres de las personas de su mayor confianza: Jésica Rey, vocera y jefa de prensa; Nicolás Beltram, secretario personal, y Bianco, el chofer y jefe de campaña todoterreno, que conoció a Kicillof cuando era su profesor.

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El elegido. Por el estricto método de control con planillas Excel de Kicillof y su gente, muchos intendentes peronistas de la provincia se quejaron por lo bajo cuando fue el elegido del Frente de Todos para pelear mano a mano contra María Eugenia Vidal. “Axel es muy riguroso, pero también sabe que ningún gobernador maneja la provincia sin los intendentes”, alertó un jefe comunal del PJ apenas un mes atrás.

Algunos hasta imaginaron un eventual gobierno de Kicillof más estricto con las cuentas bonaerenses que el que lleva adelante la mandataria del PRO. Pero con las cartas ya jugadas, no tuvieron otra opción que encolumnarse detrás de su candidatura, salir a aclarar que “Axel no es La Cámpora, como quieren instalar” y cruzar los dedos para que el deseo se vuelva realidad. Así lo expresó ante NOTICIAS un referente del conurbano: “No va a ser tan duro con los dirigentes de su propio espacio como lo fue de ministro contra las corporaciones”.

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Con el correr de los días el panorama cambió. Hoy, a ambos lados de la grieta, coinciden en que Kicillof tiene el futuro del país en sus manos. Los macristas siguen atemorizados por las encuestas que lo muestran entre 2 y 4 puntos arriba de la gobernadora. Y los kirchneristas hacen el cálculo de que ganando la Provincia, la victoria en el ballottage está muy cerca. “Estamos 5 arriba. Hasta las encuestadoras que no nos quieren nos dan 2 puntos de ventaja”, se esperanzan en el búnker del patilludo. El ex ministro de Economía es, para las filas del conurbano K, el verdadero candidato del proyecto, por sobre Alberto Fernández.

También lo piensa CFK, que hasta el día de hoy repite: “Axel fue mi mejor ministro”. La ex presidenta se lo impuso a Máximo Kirchner, que quería, insistió y pidió que ese lugar fuera para Sergio Massa. Y también hizo fuerza para convencer a los intendentes, que querían imponer a su candidato. De alguna forma, Axel es el hijo que le hubiera gustado tener.

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“Tuvimos que ir con los números en la mano”, dicen desde el Instituto Patria, donde cuentan que, a principios de año, Kicillof tenía 35% de imagen positiva, mientras que el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, el otro candidateable, apenas llegaba al 20%. Más allá de los números, la íntima relación que une al economista con CFK fue uno de los factores de la decisión. “Hay que entender que Kicillof es Cristina”, explica un peronista porteño clave en el armado de los Fernández.

En lo que el kirchnerismo calla también hay información. El candidato presidencial está lejos de ser Kicillof: uno representa una alianza táctica con el que hasta hace muy poco era un enemigo acérrimo; mientras que el otro “es nuestro, es Cristina”. Además, si Alberto llegara a perder el ballottage, el kirchnerismo podría apalancarse en el que piensan que va a ser el próximo gobernador de Buenos Aires.

El albertismo es consciente de la desconfianza hacia las chances de Fernández que tienen algunos miembros de La Cámpora bonaerense y razonan: “Por eso es que Máximo y los suyos nos coparon la lista legislativa de Buenos Aires. Su plan B es preparar la resistencia desde el Congreso y desde la gobernación provincial, si no llegamos a ganar”. Tanto si pierde el ex jefe de Gabinete como si gana, Kicillof es el elegido para condicionar al futuro Presidente.

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Marxismo. En la campaña se reflotó un mote que se le puso a Kicillof durante la era K por su pasado como profesor y experto en la teoría de Karl Marx. El primero en hacer referencia al supuesto “marxismo” del economista fue el senador Miguel Ángel Pichetto, apenas Macri lo designó candidato a vicepresidente. Y luego lo hizo también el economista Guillermo Nielsen, hombre clave de Alberto Fernández, en diálogo con el diario Perfil: “Es un marxista disfrazado de keynesiano”.

Kicillof se fascinó con las ideas de Marx desde que empezó a patear los pasillos de la Facultad de Economía de la UBA, donde fundó una agrupación de izquierda estudiantil (“Tontos pero No Tanto”). Ahí también llegó a dar clases de “Economía marxista” y fue discípulo del profesor Pablo Levín, al que Kicillof considera el “hombre que más sabe de marxismo en el país”.

NOTICIAS habló en exclusiva con Levín sobre los años del alumno Alex, al que recuerda como un “joven creativo y talentoso”, al que el profesor ya le veía dotes de político  Pero ni siquiera su máximo exponente durante los años de Facultad se anima a definirlo como marxista.

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Nunca participé de un partido trotkista ni marxista. Son mentiras, cuestiones que pueden tener importancia, pero yo no me defino de una manera u otra”, aclaró el propio Kicillof, en una reciente entrevista de Jorge Fontevecchia, aunque se cuidó de no desmentir tajantemente el asunto.

Desde la campaña K también le bajan importancia al asunto: “Él es un peronista que comanda la elección de un frente peronista y opositor al macrismo. No quieran buscar fantasmas donde no los hay”.

Números. A dos semanas de las PASO, todos están pegados a la calculadora. Y en el entorno de Vidal hay preocupación: sostienen que la polarización llegará a niveles extremos, que el resto de las fuerzas no alcanzarán el 10% de los votos, y que para ganar necesitan que los acompañe al menos un 45% del electorado. Es un problema porque en 2015, Vidal consiguió el 40% de los votos, mientras que dos años después, Esteban Bullrich sacó apenas un punto más.

Necesitamos sumar 4% de gente que no nos votó nunca”, dice el PRO bonaerense, que asegura que después de las PASO y con los números en la mano lograrán identificar mejor los focos para reforzar su campaña. El kirchnerismo coincide con el análisis pero retruca: “Esos puntos son casi medio millón de personas, la tienen muy difícil”.

Apurado por los números, el macrismo busca captar los votos indecisos con su gran herramienta electoral: el miedo al “pasado”. Lo dejó en claro la gobernadora, que se encargó de difundir en sus redes que “Kicillof es La Cámpora”.

Para Axel, el vínculo con la “orga” que conduce Máximo es espinoso: fue Mariano Recalde, en ese momento titular de Aerolíneas Argentinas y miembro fundador de la organización, el que lo arrimó al kirchnerismo, ya que se conocían de la militancia estudiantil de los 90. El ex ministro, sin embargo, nunca formó parte de la conducción, ni participa activamente. Quienes conocen la interna, aseguran que Kicillof sí tiene un vínculo directo con Máximo, “pero es de otro tipo: Máximo no es su jefe”.

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El método. Cuando hay recorridas pautadas en la agenda, el “Kicimóvil” pasa temprano por el departamento de Kicillof en el barrio porteño de Agronomía, llena el tanque de nafta súper y sale a la ruta. El candidato de “La Cámpora” ocupa el asiento del acompañante y mientras come bizcochitos de grasa, aprovecha las horas de viaje para estudiar las “fichas” que le preparan sus asesores, donde hay datos sobre los municipios y las personas a visitar.

Obsesionado por anotar todo y completar planillas de Excel con datos sobre cualquier cosa, el economista ordena a sus asesores que mantengan al día la contabilidad de la campaña y dejen constancia de cada dato conseguido. Con esa instrucción, su equipo actualiza permanentemente desde las fechas en que visitaron cada distrito, los nombres de los referentes locales y vecinos visitados, hasta los gastos del combustible y la comida.

“Todo está anotado, como debe ser”, dice un integrante de ese núcleo a NOTICIAS, mientras busca en una de las planillas la fecha exacta de un acto ocurrido hace más de dos años. Pero las fechas no son lo más importante: las cuentas tienen que estar claras.

Con esa premisa, Kicillof lanzó el 24 de julio pasado su web oficial de candidato en la que invita a los vecinos a ser aportantes de la campaña. Quienes quieran contribuir lo pueden hacer con dinero efectivo, a través de transferencias bancarias y depósitos, o “en especies”, con productos o servicios. “Próximamente”, anuncia la página, también aceptarán tarjetas de crédito.

Con el fantasma de los llamados “aportantes truchos” de Vidal, que terminaron desconociendo en la Justicia haber hecho pagos a la campaña de la gobernadora, Kicillof redactó una larga lista de aclaraciones a sus seguidores. Entre ellas, remarca que los datos de quienes aporten no serán reutilizados con otros fines y que las personas no quedarán afiliadas a ningún partido (como pasó con el PRO).

Fiel a su estilo, la sección “preguntas frecuentes” es un tratado, donde se explican conceptos como “persona políticamente expuesta” y se explica cómo deducir el aporte del impuesto a las ganancias. Todo muy didáctico.

Intimidad. Kicillof tiene fama de obsesivo, pero quienes comparten con él las horas de rutas aseguran que también sabe divertirse. Cuando termina de estudiar y discutir las noticias del día con sus colaboradores, se distiende para charlar de la vida y la familia. Entonces el auto deja de ser una oficina y aparece la música. Axel se suma a cantar los cuartetos de Rodrigo o las cumbias de Gilda y Trulalá. También suenan Luis Alberto Spinetta (uno de los músicos preferidos de Alberto Fernández), Gustavo Cerati, Charly García y “El Indio” Solari.

Dentro del “Kicimóvil” hay algo que no puede faltar: el mate. El ex ministro nunca dice “gracias” y de cada recorrida se vuelve con nuevos mates para su colección, además de pinturas, cuadros, libros y cartas de vecinos que le expresan su admiración o le cuentan sus problemas. En el equipo aseguran que las leen a todas e intentan responderlas.

Los primeros días de julio, volvían de Tandil por la ruta 3 cuando la calma del viaje se interrumpió con un extraño ruido: habían pinchado una cubierta trasera. Otra vez era de noche y estaban entre San Miguel del Monte y Las Flores, a unos 100 kilómetros de la Capital Federal. Quien se bajó a cambiarla fue el jefe de campaña Bianco, que supo recorrer las rutas argentinas durante cinco años como camionero.

Era mediados de los años ‘90 y Bianco manejaba un camión volcador Ford 600 cuando salía de la Universidad de Quilmes, donde estudiaba Comercio Internacional. En una de esas aulas, en 1998, “Carli” conoció a Kicillof, que había ido a su pago chico como profesor a dar un curso sobre “Corrientes Económicas Contemporáneas”. Cuando el vínculo comenzó, todavía ninguno imaginaba que juntos llegarían a formar parte de un Gobierno nacional.

El camino de Bianco hasta convertirse en la mano derecha de Kicillof incluyó haber sido su ayudante en la UBA e integrar el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (CENDA), desde donde el economista monitoreaba las políticas económicas de Néstor Kirchner, allá por 2004. El gran salto para ambos llegó en 2011: Axel desembarcó en el Ministerio de Economía como secretario de Política Económica, y Bianco llegó a la Cancillería, donde terminó siendo vicecanciller. De tanto estar juntos, se habían mimetizado y de lejos los confundían por las patillas prominentes que los dos usaban. Como si fuera su doble de riesgo.

Ahora, a bordo del “Kicimóvil” y rodeados de planillas, la dupla patilluda va por su propia conquista: la Casa de Gobierno de la provincia más codiciada del país.

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