Saturday 27 de July, 2024

POLíTICA | 15-09-2023 16:25

La historia secreta de Victoria Villarruel, la polémica vice de Milei

Quién es la ideóloga del giro conservador del libertario. Trastienda de su llegada a LLA. Choques con Karina e interna castrense. Su relación con Videla y el represor que le puso plata en la campaña.

Dios, la filósofa liberal Ayn Rand y el economista Murray Rothbard tienen dos cosas en común.

Una es que, dice y piensa Javier Milei, mantienen diálogos con el candidato más votado de Argentina desde hace por lo menos cuatro años. La otra es que todos estos seres sobrenaturales coinciden, según el enroscado laberinto que es la mente del libertario, en que él es el elegido por el Supremo. Que tiene una “misión” que no es otra que convertirse en presidente para derrotar al “maligno”, como llama al socialismo.

Sin embargo, los planes de Dios son misteriosos. Por eso es que este nunca le reveló a Milei quien tenía que ser su compañera para este camino. Eso no entraba dentro de sus designios divinos.

En cambio, Victoria Villarruel llegó a él casi de casualidad. Fue, en ese 2021 en que La Libertad Avanza estaba comenzando a formarse, la tercera opción.

Primero, la equipo de Milei había pensando en Rebeca Fleitas, una militante del Partido Libertario que terminaría convirtiéndose en legisladora porteña. Después la alternativa que se consideró fue la de la actriz Lizy Tagliani. Fue una idea fugaz que no prosperó, pero que entre una y otra consumieron tiempo y energía a aquella campaña.

Acá es donde entró a jugar la suerte o, podría decir Milei, la mano de Dios. Fue el tiempo que se demoraba en encontrar a una candidata y la insistencia de Mario Russo, el entonces estratega del economista, de buscar a alguien “que parezca la novia de Recoleta del sureño motoquero” la que terminó de cambiar el enfoque. Y recién en esta curva es donde entró Villarruel, casi de carambola, cuando Milei se acordó que un día la había cruzado en un estudio de televisión y que ella le había caído bien.

Todo esto parece historia antigua. Ahora, dos años después, ella se consolidó como líder política, se convirtió en una de las popes del espacio más votado en las PASO y podría ser la vicepresidenta del país en menos de cuatro meses. Y no sólo da la batalla por controlar el futuro: también se metió en el capítulo más espinoso y doloroso del pasado argentino. Y lo hizo con una estrategia novedosa y astuta, que busca disputar el sentido de quienes fueron los verdaderos victimarios durante la última dictadura.

Como dijo alguna vez el historiador Eric Hobsbawm, cuando se utiliza a la historia con inteligencia puede ser tan peligrosa como una bomba molotov. Ese es el riesgo atrás del regreso al pasado.

Botas locas. Luis Abelardo Patti tiene tres condenas a prisión perpetua por secuestros y asesinatos entre 1976 y 1983. Es lo que se dice, en criollo, un represor. Villarruel, claro, no lo debe ver así. Tiene algún sentido: ella viene de una familia militar que fue parte del proceso, y también fue para muchos en ese mundo la puerta de entrada para lograr una reunión mano a mano con Jorge Rafael Videla. Eso ocurrió cuando en los comienzos de los 2000 su agrupación “Jóvenes por la verdad” coordinaba las entrevistas con el dictador detenido. Aunque no deja de ser temible, Patti no le llega a los talones a Videla.

¿Hubiera Villarruel aceptado plata del genocida más sangriento que pasó por este país? Es contrafáctico, imposible de saber. Aunque lo de Patti puede servir de pista: de él aceptó aportes para la campaña del 2021. Lo fue a ver y se llevó su apoyo económico, que fue más simbólico que monetario. ¿Cuál sería el mensaje que se escondía atrás de ese sobre? ¿Los represores estamos con vos? ¿Si llegás al poder acordate de nosotros? Son preguntas que quedan flotando, reforzadas porque otro que le alcanzó dinero fue Raul Granillo Ocampo, el ministro de Justicia de Carlos Menem y autor de los indultos a casi dos centenares de oficiales de las Fuerzas Armadas acusados de crímenes de lesa humanidad.

Es que en esa delicada línea, fina como un hilo a punto de romperse, se mueve Villarruel. Ella es mucho más sofisticada que los dirigentes que la precedieron y que vociferaban su apoyo a los genocidas a viva voz. Entendió mejor el espíritu de los tiempos: dice que los 30 mil desaparecidos son “mitología”, que “el 24 de marzo sólo se recuerda una parte de la historia”, que en “una guerra es legal matar al enemigo” y que a partir del golpe “la población comenzó a estar más protegida”. Pero se cuida, al extremo, de hablar a favor o de justificar a la dictadura. No la condena -habla de “gobierno de facto”, se refiere a Videla como “presidente de facto” y dice que el terrorismo de Estado no existió- pero, con habilidad estratégica, evita defenderla.

Villarruel baila en ese límite. La provocación, el intento de estirar lo políticamente incorrecto hasta donde pueda, es su mejor arma. A través de sucesivas mojadas de orejas al discurso establecido sobre los derechos humanos, gracias a peleas en el panel de Intratables a partir del 2017 y de otros cruces televisivos, se hizo conocida. Así fue construyendo su figura. Su gran capital político, el que el permitió ocupar el segundo lugar en la fórmula del 2021, es ese: presentarse como la cara del nacionalismo extremo.

“A los que me tildan de genocida, de facha, de racista, negacionista, les digo que todo eso lo recibo con una sonrisa. Son los mismos que justifican los crímenes del comunismo. No tenemos que pedir permiso ni perdón por cómo pensamos. Si defender la impunidad del terrorismo es de izquierda, señores, soy de derecha. Si votar leyes como la ley Micaela, la ley que mete el lenguaje inclusivo, si estar de acuerdo con la ideología de género que discrimina entre hombres y mujeres es de izquierda: yo soy de derecha”, dijo en el acto de cierre de campaña de 2021, mientras la multitud que estaba en Parque Lezama gritaba que “la casta se la come”.

Para construir su perfil de “Dama de hierro”, como la llaman en el espacio, hace también otros gestos. Ni bien llegó a la Cámara de Diputados contrató de asesor a Marcelo Cinto Courtaux, el hijo homónimo de uno de los represores más bestiales de la historia local, condenado a perpetua por crímenes de lesa humanidad a 87 personas. También puso a jugar su vínculo con Vox, el partido ultraconservador de España.

Ella cultiva una relación cercana con Javier Ortega Smith, el segundo de esa organización que tiene raíces argentinas. Cuando este viene al país es su anfitriona, y hasta sale a comer con su hermana y con él. No sólo eso: para Villarruel es un modelo a seguir, y hasta estudia los discursos del político que le gusta grabarse mientras practica tiro al blanco. Fue la diputada el nexo de Milei con Vox, que se materializó en octubre de 2022. Ahí el economista viajó a España para participar en un evento organizado por ellos -en el que también enviaron videos Trump y la italiana Meloni-, donde aseguró que “siempre se iba a sentir cómodo” entre quienes pelean contra “la amenaza del comunismo”.

El último acto de Villarruel, que despertó polémica a lo largo del país, fue el evento que hizo para conmemorar a las “víctimas del terrorismo” en la Legislatura porteña. Ocurrió el lunes 4 y, como todas sus provocaciones, tenía un agregado particular.

Es que la anfitriona del evento fue la legisladora de LLA Lucía Montenegro. Ella llegó a su banca gracias al acuerdo que en el 2021 hizo su jefe político, José Bonacci, con Milei: el primero canjeó Unite, su partido con personería jurídica, a cambio del lugar para Montenegro. Bonacci es reconocido en su Rosario natal por sus simpatías nazis. Por si fuera poco, fue discípulo de Aldo Rico y socio de Biondini, el filonazi más famoso de Argentina, en varias elecciones.

Antonio, el padre de la actual legisladora que fue un gran amigo del carapintada Seineldín, también cerró acuerdos políticos con la familia Biondini en el pasado. Con un bonus track: Montenegro hija, apenas asumió su banca, contrató de asesor a Ricardo Yebra Díaz, histórica mano derecha de Biondini. Todo queda entre amigos.


Fachoslibertarios. Villarruel es mucho menos querida de lo que se piensa en el mundo militar. Es que en el ámbito castrense se la acusa de “oportunista”, por readaptar su discurso por “ambiciones personales”, como le dijo el esposo de Cecilia Pando, el mayor Pedro Mercado. Ahí recuerdan que ella comenzó su militancia en los noventa en la Asociación Unidad Argentina (AUNAR), una organización dedicada a la defensa de los militares presos que tenía mucho más presente en su discurso la reivindicación de la última dictadura. Parece, visto de afuera, una diferencia mínima, pero dentro de esta galaxia es gigante: por un lado están los familiares que defienden a los represores detenidos y por otro los parientes de las víctimas de atentados de Montoneros o del ERP.

Villarruel, según sus críticos, fundó el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) en el 2006 con la idea de readaptar el enfoque y empezar a hacer crecer su figura. Está claro que esta retórica es mucho más amigable que la otra: nadie -o casi nadie- puede sentirse ofendido si se recuerda el asesinato de una víctima civil inocente. Los que la trataron durante años en este mundo aseguran que acá está la clave para entender su giro. Y dicen algo más, como le lanzó el referente del NOS, Segundo Carafí: que los libros que ella firmó como propia los escribió en verdad Alberto González, un represor de la ESMA al que visitaba asiduamente a la cárcel. En estas semanas también se conoció que Miguel Etchetolatz, represor que fue condenado a prisión perpetua y del que se presume que estuvo detrás de la desaparición de Julio López, tenía anotado el nombre de Villarruel en uno de sus cuadernos.

En el mundo castrense también hay cierto rechazo a la incursión política de Villarruel en LLA. Tiene cierto sentido: muchas ideas libertarias de Milei (la libre portación de armas, la privatización de parte de la educación y la salud, la separación de la Iglesia del Estado, la tesis de que los militares condenados deben quedar detenidos, por sólo nombrar algunas) no caen bien en este ámbito. Villarruel es consciente de esta delicada realidad, y por eso cada tanto tiene fuertes agarradas con Milei. A diferencia de casi todos en este espacio, ella no tiene problemas en hacerle saber al presunto elegido de Dios cuando hay algo que le molesta. En la campaña del 2021 ella pensó varias veces en bajar su candidatura, cuando sentía que en la campaña ninguneaban su figura, no le daban entidad en las entrevistas ni le enviaban fondos para sustentarse como a otros candidatos.

Ya desde entonces la relación con Karina, la hermana del candidato, viene con chispazos. En este año tan agitado ese recelo viene creciendo. Hay una competencia ahí no sólo por disputar el lugar de la mujer fuerte del espacio, sino por el acceso y el control sobre Milei. Es que, además de ser la candidata a vicepresidenta, Villarruel es la garante del giro conservador de Milei y de La Libertad Avanza.

El propio libertario empezó a negar en público a los 30 mil desaparecidos, algo que jamás había hecho antes de entrar en confianza con su compañera de fórmula, mientras que la “Dama de Hierro” es la que se encarga -como sucedió en una entrevista reciente en TN- de frenar al libertario cuando comienza a hablar sobre cómo se relacionaría su hipotético gobierno con la Iglesia. De fondo, y muy bajo la superficie, en La Libertad Avanza hay una pulseada invisible a ver que sector prevalece: si la pata que se autoproclamaba liberal o la conservadora nacionalista. El que personifica esta tensión por estos días es Guillermo Montenegro, el operador político de la diputada, que pretende hacer crecer su influencia en las carteras de Seguridad y Defensa. Es que Villarruel va por todo. Por el poder en el futuro, pero también por reescribir el pasado.

 

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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