Boris Johnson, primer ministro británico desde la semana pasada, tiene una misión unívoca: conducir al Reino Unido hacia un Brexit definitivo a finales de octubre con o sin acuerdo. Pero la política del “a todo o nada es riesgosa”. Ya esta semana la libra esterlina cayó en su cotización, acumulando 4% en el último mes y del 2,4% desde que Johnson asumió el cargo. Preanuncio de las graves turbulencias en los mercados que se sucederán de aquí al Día de Brujas (el 31 de octubre es la fecha límite que la UE no quiere renegociar), y la debacle que podría darse luego.
El discurso intransigente del ex alcalde de Londres y líder de los tory respecto de la salida europea logró avivar el pedido de la oposición de elecciones anticipadas. “Si Johnson apuesta por un Brexit duro, lo más probable es que haya un voto de confianza en el Parlamento y que tras ello se produzcan elecciones anticipadas”, refrendan los analistas de ING.
Para colmo, Johnson juega a ser Donald Trump y se niega a dar explicaciones de su política. “El Gobierno no comenta los cambios en la divisa”, zanjó Boris, sumido en una gira por todo el país, que lo lleva de Gales a Irlanda para resolver el conflicto fronterizo.
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Buenas y malas. Fiel al estilo populista de derecha, Boris salió a comprar voluntades con billetera. En Escocia por ejemplo, territorio mayoritariamente contrario a una salida de la UE, anunció inversiones de 329 millones de euros (300 millones de libras): Escocia votó en contra del Brexit en el referéndum de hace tres años y teme unas catastróficas consecuencias económicas de confirmarse tal escenario, lo que reavivó sus pretensiones de realizar una nueva consulta popular sobre la independencia.
"El Reino Unido es la unión política y económica más exitosa de la historia, somos una marca global", remarcó Johnson que se niega a que el Brexit despedace al Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones compuesta por 53 países soberanos independientes y semiindependientes. Johnson insistió en que "cada decisión" que tome "promoverá y fortalecerá la Unión".
Y por ese motivo se opone, dice, a negociar con la UE si ésta no retira el plan para la frontera irlandesa: el llamado backstop o salvaguarda, que pretende evitar que con el Brexit regrese una frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, territorio británico.
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"La salvaguarda está muerta y tiene que desaparecer", afirmó Johnson insistiendo en que no contempla realizar una ronda de visitas a las principales capitales europeas para intentar reabrir los contactos bilaterales en torno a la salida de la UE.
Tratando de contener las protestas, el Primer Ministro impulsó la creación de dos comités gubernamentales que aporten soluciones para la salida. Pero para aplicar esos parches depende de cierta estabilidad económica, difícilmente garantizada: la Bolsa inglesa reaccionó también negativamente con otra fuerte caída.
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