Pública y privada, Colección Amalita inauguró dos exhibiciones. “Hotel Palmera” de Matías Duville (Buenos Aires, 1974) está organizada en cuatro espacios, con curaduría de Gabriel Pérez-Barreiro y Lara Marmor. La muestra sintetiza su trayectoria y propone una “inmersión” en el universo cuasi onírico del artista. Las imágenes, realizadas en distintos formatos, técnicas y materiales, “se hacen eco, se acompañan en un todo magnético, envolvente y totalizador”.
Envolvente y totalizadora es la gigantesca y nueva instalación “Un fondo en cumbre” (2019-2020), conformada por gigantes anzuelos de hierro posados sobre lo que aparece como una playa de sal. Los ganchos remiten tanto a Mar del Plata, la geografía que vio crecer al artista, como a la posibilidad de capturar algo inesperado en el mar, de bucear en las profundidades de la mente. Casi como un contrapunto cromático, el rojo predomina en “Hogar” (2011), instalación compuesta por una gran plataforma de ese tono y dibujos de gran tamaño realizados en sanguina. Un tercer ámbito contiene una instalación de pinturas sobre aglomerado con las superficies picadas a puro martillo; las marcas son como potentes luces de estrellas. La muestra se completa con un muro con más de 130 dibujos, que recorren distintos momentos de su trabajo, alumbran atmósferas metafísicas y germinan en objetos, pinturas e instalaciones con paisajes surreales y raras formas de la naturaleza. Con textos de los curadores y de César Aira, que viaja entre la reseña y la ficción.
“Imperio errante” de Estanislao Florido (Buenos Aires, 1977) participa de la última edición del año de Explorando la Colección (Amalita), proyecto que tiene como objetivo difundir y profundizar el conocimiento sobre su patrimonio. En diálogo con dos piezas de Alejandro Puente, Florido reinterpreta esas pinturas de acento constructivista e inspiración americanista. Así, Florido recupera maravillosos colores, pliegues de arquitecturas y signos precolombinos que, como decía Joaquín Torres-García, en el encuentro con las vanguardias europeas son “un teclado de lenguaje gráfico… con el que se puede expresar todo”. La ola del tiempo arrojó a estas orillas trazas arquitectónicas y diseños ancestrales de aquellos imperios dispersados, cuyas huellas se perciben incluso en la trama urbana y en las pinturas de Florido, que aquí construye otro monumento.
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