*****Desde el inicio de la pandemia, varios teatros europeos comenzaron a ofrecer presentaciones sin público, con pocos músicos en escena y con transmisión online. Estas iniciativas permiten que, a la distancia y en cualquier parte del planeta, se puedan disfrutar conciertos deslumbrantes, como el que ofrecieron hace pocos días Martha Argerich y Renaud Capuçon en Hamburgo.
Resulta extraño observar a estos artistas llegando al escenario sin aplausos, junto a un “pasapáginas” con tapabocas. Pero esos aspectos desconcertantes, propios de esta nueva realidad, quedaron al margen en cuanto los músicos encararon la “Sonata para violín y piano N°8” de Beethoven. El absoluto entendimiento entre Argerich y Capuçon, que han actuado juntos en infinidad de ocasiones, resultó palpable desde el inicio. La espontaneidad y la frescura que la fabulosa pianista entrega en cada ejecución se complementaron admirablemente con la serena musicalidad de Capuçon.
Después de ese estupendo inicio sobrevino una sorpresa: ella regresó al escenario sin compañía. Se sentó frente al piano, observó a su alrededor y ofreció la “Sonata N°3” de Chopin. Es muy inusual que Argerich acepte tocar sola en vivo. Hace tiempo que elige compartir sus presentaciones con otros músicos, en formato de cámara o con orquestas. Por eso estas ocasiones excepcionales son joyas para atesorar. Martha siente a Chopin como nadie. Ella misma se transporta y transporta a los demás a través de su interpretación, con la elocuencia de cada frase y la profundidad de su discurso.
En el final, con el dúo nuevamente en escena, se escuchó la célebre y muy bella “Sonata para violín y piano” de César Franck, en una versión que realzó la poesía y la melancolía de la obra.
Galería de imágenes
Comentarios