El mayor encanto de la propuesta fue que permitió apreciar a las más grandes estrellas de la ópera fuera de su entorno habitual: relajados, cálidos, más informales y tan increíblemente talentosos como en el teatro. Esa naturalidad, sumada al dinamismo logrado entre una intervención y la siguiente, con cada cantante saludando a su colega posterior, le aportaron frescura y agilidad a este inusual concierto.
Peter Gelb, gerente general del Met, y Yannick Nézet-Séguin, su director musical, oficiaron de anfitriones, presentando a algunos de los cantantes y anticipando la emisión de registros grabados previamente por el Coro y la Orquesta del Met en plena cuarentena, con notables versiones del Intermezzo de Cavalleria rusticana y del célebre “Va, pensiero”, de Nabucco.
En este desfile de talento y carisma algunos sobresalieron por simpatía y desparpajo, como las parejas de Alexandra Kurzak y Roberto Alagna y de Diana Damrau y Nicolas Testé. Fue deslumbrante la soprano Erin Morley, que cantó un aria de “La hija del regimiento”, de Donizetti, acompañándose ella misma al piano. También se destacaron Renée Fleming, Lisette Oropesa, Sonya Yoncheva, Jonas Kaufmann y Javier Camarena.
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