En mayo pasado, un grupo de K-Pop alcanzó, por primera vez, el puesto número uno en la lista Billboard de los doscientos discos más vendidos en Estados Unidos. Fue la banda BTS, integrada por siete jóvenes de entre 20 y 25 años, que arrasa con su álbum “Love yourself: tear” el cual, salvo los estribillos en inglés, está cantado en coreano.
En los últimos años, los BTS (las siglas resumen la expresión Bangtan Sonyeondan: boys scouts a pruebas de balas) se convirtieron en un suceso mundial. Iniciaron su carrera en 2013, consiguieron un MTV Europe Music Award, y en 2017 tuvieron más menciones en Twitter que Donald Trump y Justin Bieber juntos. Su grupo de Facebook tiene seis millones de seguidores, crecen en Instagram, y siguen en alza las reproducciones de su canal en Youtube y las búsquedas de su nombre en Google.
Pero no son los únicos ni serán los últimos. Ya reconocido como género musical, la multiplicación de conjuntos, solistas, adeptos y consumidores a nivel internacional, demuestran que el K-Pop es sencillamente irrefrenable.
Como único medio argentino, NOTICIAS viajó a Seúl, invitado por KOCIS, el Korean Culture Information Service, para conocer de primera mano, la raíz de este fenómeno musical insoslayable que influye a músicos de diferentes latitudes.
Los inicios. ¿Qué es el K-Pop? El término abarca la fusión de ritmos diversos como R&B, dance, jazz, pop, electrónica y hip-hop; y a la subcultura creada a su alrededor. Su comienzo en Corea del Sur fue por los noventa con Seo Tai-ji & Boys, trío que incorporó en sus canciones rap, rock y techno, e instalaron la práctica de cambiar posiciones al bailar de forma que cada integrante tuviera su turno solista. Sin embargo, a pesar de la gran popularidad local, nunca trascendió sus fronteras.
A principios del Siglo XXI, el mercado ansiado era Japón por su gran tradición de consumir ídolos y música pop. Tres propuestas diferentes fueron la avanzada surcoreana que conquistó territorio nipón: la primera BoA, que vendió más de un millón de copias en ese país y hasta logró editar un disco en Norteamérica. Otra, la banda DBSK (Dong Bang Shin Ki, ahora llamada TVXQ), con 20 millones de discos vendidos. Además, ostenta dos récords Guiness: por el club de fans más grande del mundo con siete millones de miembros; y como las celebridades más fotografiadas del planeta, con 500 millones de imágenes desde su debut.
Finalmente, el interprete Rain, quién logró éxito tanto en Asia como USA, varios récords de ventas, llenos totales en el Madison Square Garden y Las Vegas, dos menciones en la revista TIME y ser considerado entre las personas más bellas por la revista PEOPLE. Al mismo tiempo, llegó a Hollywood: actuó en “Speed Racer” y protagonizó “Ninja assassin”, ambas para la Warner Brothers.
Un templo. Recorrer el recientemente inaugurado museo SMTown, un sofisticado edificio ubicado en la zona céntrica de Seúl, resulta una experiencia impactante. Se creó con la intención de fidelizar, aún más, el vínculo de los fans con los artistas de SM Entertainment, una poderosa empresa discográfica. En varios pisos y amplios espacios se muestra la historia completa de cada uno, se pueden escuchar sus hits, apreciar los trajes y el calzado que usaron en videoclips y conciertos en vivo, y disfrutarlos nuevamente en un auditorio para setecientas personas. Incluso, los fanáticos tienen la opción de maquillarse, producirse y ensayar pasos coreográficos, guiado por expertos; grabar en estudio alguna canción en karaoke, a dúo con los originales; y tomarse fotografías, someterse a preguntas puntuales y saber cuánto de su comportamiento o características personales posee en común con su cantante o grupo predilecto.
Las estrategias de marketing de la compañía incluyen lanzamientos de novedades a comienzos de vacaciones del verano o invierno y al adquirir un nuevo álbum, completar cuadernillos de fotos que se actualizan.
La usina. La búsqueda de nuevos talentos con condiciones naturales para una carrera musical o actoral jamás se detiene. Por eso se realizan audiciones masivas y los elegidos comienzan un entrenamiento intensivo y exigente que dura entre dos a cuatros años, donde se potencian sus habilidades mientras continúan estudios formales.
La finalidad es crear intérpretes multidisciplinarios que permitan recuperar la apuesta de tiempo y dinero. Nadie menciona cifras pero extraoficialmente se rumorea que la inversión en cada grupo llega a
US$ 400.000.
El K-Pop evolucionó, y en la última década presenta -en general- formaciones numerosas que hacen música pegadiza, difundidas en vídeos impactantes con coreografías perfectas y vestuarios llamativos, viralizados especialmente a través de Youtube.
Los masculinos llevan cortes de pelo muy fifties con aires de raperos, mientras las agrupaciones femeninas lucen más angelicales, como lolitas escapadas de la novela homónima de Nabokov.
Ambos sexos se aúnan al exhibir cuerpos delgados, rostros atractivos y aspectos adolescentes. Y algunos hasta se operan los párpados para redondearlos y verse con rasgos occidentales.
En Baires. La realidad es que el estilo traspasó las fronteras asiáticas y se escucha en todo el planeta. Cada día son millones los jóvenes, y no tanto, que tararean y bailan al ritmo de sus artistas favoritos.
Por eso, Corea del Sur se transformó en una potencia exportadora de música elaborada industrialmente. Los empresarios privados y las autoridades surcoreanas entendieron este objetivo estratégico, se retroalimentan y promocionan sus productos con entusiasmo y generosos apoyos.
Un ejemplo concreto es la final multitudinaria del Concurso K-Pop Latinoamérica que se realizó en Buenos Aires a comienzos de junio: contó con un jurado integrado por Changjo (de la banda Teen Top), la actriz Soledad Silveyra, el músico Christian Basso, y la conductora Majo Martino.
Lo organizó el Centro Cultural Coreano en Argentina, con apoyo del Ministerio de Cultura, Deporte y Turismo de la República de Corea del Sur. Reunió a trece grupos y solistas de diferentes países de Latinoamérica que compitieron por premios aportados por Samsung, y la posibilidad de clasificar para la fase mundial del K-Pop World Festival.
*Enviado especial en Seúl, Corea del Sur.
por Jorge Luis Montiel*
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