Tuesday 16 de April, 2024

CULTURA | 22-06-2020 09:55

Quién vende los libros

La cuarentena aceleró procesos previos y los canales de venta de ejemplares se multiplicaron. Desde la decisión de Planeta de entrar en Mercado Libre hasta la publicación directa del autor.

Un informe difundido hace unos días por la Cámara Argentina del Libro (CAL) pone números ahí donde trenzábamos conjeturas: en los últimos 5 años las caídas acumuladas en la producción de la industria editorial suman casi un 50% y la reducción en las ventas superan el 40%. En el caso de las librerías, la pandemia accionó como un parteaguas demoledor: hoy venden entre un 20 y un 25% de lo que facturaban antes de la cuarentena. Teniendo en cuenta los altísimos costos para el mantenimiento de los locales (escalada tarifaria, alquileres desmesurados), sumado a los recortes en los consumos culturales que cualquier hogar de clase media ejerce durante una recesión -traducido a economía para dummies: entra menos de lo que sale-, florece una pregunta que incomoda, pero no por ello deberíamos dejar de hacernos: ¿pueden desaparecer las librerías porteñas?

Lo sabemos de memoria: Buenos Aires es la “Capital mundial de las librerías”. Según el relevamiento que se utilice, se ubica primera en cantidad de librerías por habitantes; o tercera. En cualquier caso, una cifra notable para un país empobrecido, un tinte que imprime a la ciudad una identidad única.

En medio de este panorama desalentador, el gigantesco Grupo Editorial Planeta anunció que empezaría a comercializar sus títulos vía Mercado Libre, lo que generó un repudio encendido entre los libreros. En la cuenta de Twitter de la librería Eterna Cadencia su dueño, Pablo Braun, expresó: "Se rompió todo. Planeta se puso a vender directo (puenteando a librerías) por Mercado Libre. Si querías alguna prueba de que en breve caen librerías como papa, acá va la primera".

Consultado por Perfil.com, la respuesta de Grupo Planeta –a través de su Gerente de prensa, Santiago Satz- fue: “Al cerrarse los principales puntos de ventas (shoppings y centros comerciales) surgió la necesidad de abrir un canal de ventas para poder abastecer el lector. Esto de ninguna manera implica que no se comercialice más vía librerías, que son nuestra prioridad. Estamos comercializando algunos de los títulos que el librero también tiene. No estamos jugando un partido aparte, no nos vamos a guardar títulos para nosotros. Las librerías son nuestro principal socio y así seguirá”.

En cualquier caso, la decisión de Planeta –sea cual fuere- es parte de un paquete de medidas que una empresa puede asumir para fortalecer la rentabilidad. No hay ilegalidad, no hay vandalismo. Es capitalismo.

En las horas más oscuras son distintas y cuantiosas las porciones de la economía real que reclaman al Estado “medidas urgentes” para contrarrestar la durísima situación. Esto ocurre en la industria cinematográfica, la teatral, pero también en la textil o la gastronómica, por nombrar apenas un puñado. ¿Puede un Estado desnutrido salvar a todos? La centralidad si se quiere estriba en que, a diferencia de lo que ocurre con las farmacias de barrio –también naufragan a la espera del “ap chagui” noqueador-, las librerías de Buenos Aires cargan con un valor simbólico del que la Ciudad se vanagloria y vende como mercancía al mundo –de ese modo abandona su esqueleto etéreo para solidificarse en cash-. Entonces, que las librerías dejen de existir tendría el mismo efecto que si cerraran puertas las tanguerías de la ciudad. 

En el citado informe de la CAL, se desprende también la evolución significativa en el segmento digital, un nicho que jamás había logrado prender entre los lectores de nuestro país. El registro de ebooks, por ejemplo, creció en un 63% en abril de este año, en relación con el mismo mes de 2019, y las ventas en algunas plataformas se dispararon de forma exponencial.

Así planteadas las cosas, la pregunta por la extinción de las librerías adquiere relevancia. Y nos arrincona a reflexionar sobre posibles cambios en la industria. ¿Es factible, además de pensar un ecosistema nutrido con un número mínimo de librerías –como ocurre con las disquerías-, caminar un nuevo paradigma que estimule al autor a publicar de manera digital y llegar al lector sin la intervención –que disminuye significativamente las potenciales ganancias- de imprentas, de distribuidores, de editoriales? La idea puede parecer forzada, y hasta descabellada, pero habrá que prestarle atención.

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Alejandro Bellotti

Alejandro Bellotti

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