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En su momento, era un escándalo: thriller erótico que empezaba con una rubia en pleno acto sexual reventando con un picahielos a un señor, y después seguía con más y más erotismo y más y más sangre.
Pero resulta que Paul Verhoeven fue siempre un satirista y la película cuenta cómo una escritora de thrillers (la genial actuación de Sharon Stone, la mejor de su historia) es utilizada como “modelo” para los asesinatos. O quizás ella es la asesina, pero lo que cuenta es que vuelve loco al cana que interpreta Michael Douglas.
Película sobre el poder femenino, sobre el simulacro y el sexo, sobre los prejuicios sociales y, sobre todo, acerca del cine (casi es una parodia de Vértigo por momentos), Bajos Instintos fue al mismo tiempo una provocación y una genialidad que el tiempo puso en su lugar. Y es -como casi todo lo del director holandés- divertidísima.
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