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Lo bueno de Arnold Schwarzenegger es que nunca se tomó del todo en serio. Y eso, amigos, es algo que se nota en todas y cada una de sus actuaciones para el cine, que son casi todas. “Casi” porque nuestro amigo el forzudo llegó al reino del streaming (claro que la calidad es de cine) para protagonizar algo así como una sátira de su propia carrera.
Aquí es un agente ultrasecreto que se retira, sólo para descubrir que su hija postadolescente es también una superespía secreta. Así que lo que sigue es una misión contra malos malísimos para resolver los problemas de la relación papá-nena. Hay muchos momentos de humor y además una sanísima intención doble: reírse de aquella súper acción de los ochenta y reivindicarla como una forma legítima del cine, que dio no pocas genialidades al séptimo arte y a la cultura popular. Por ejemplo, Arnold, que es una de las personas que más queremos en la pantalla. Cualquier pantalla.
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